Si algo hemos aprendido de los animales salvajes es que, cuanto más lejos estemos de su camino o de perturbarlos, mejor. Si no, que se lo digan a los dos ciclistas que tuvieron ese encontronazo con un jabalí. Sin embargo, no siempre ha sido así: a lo largo y ancho de nuestra historia, nos hemos visto en la obligación de lidiar muy de cerca con ellos. Más cerca de lo que pensamos, en realidad. Por ejemplo, nuestros ancestros tenían a los peligrosos causarios como aves de corral, literalmente. Dicho de otro modo: es un misterio cómo hemos llegado vivos a 2021.
El causario, las gallinas de la antigüedad
Restos de cáscaras de huevo sugieren que, ya hace 18.000 años, los humanos se encargaban de recolectar huevos de casuario para algo más que comida. Hablamos de un ave que llega a pesar 50 kilos y que no son capaces de volar. Pero tampoco es como si lo necesitaran: con sus poderosas garras, son capaces de destriparnos si lo desean. Sin embargo, los humanos se encargaron de tratarlos como si fueran un animal de corral más.
Los investigadores han estado estudiando cómo los humanos, desde el Pleistoceno tardío hasta el Holoceno temprano, se encargaban de administrar sus recursos en las selvas tropicales de Papúa Nueva Guinea. Gracias a estos análisis, han descubierto que nuestros antepasados recolectaban huevos de casuario. Parece que estos restos se corresponderían con el casuario enano, que llega a pesar 20 kilogramos cuando son adultos.
Lo curioso es que robaban huevos maduros, estando a punto de eclosionar. Los antropólogos manejan la teoría de que nos quedábamos estos huevos para tenerlos como animal de granja durante un tiempo. Después de todo, los polluelos de casuario eran más fáciles de manejar que los adultos, tal y como apuntan los autores del estudio. De momento, no se sabe si los dejábamos crecer hasta que se tornaban una amenaza para nuestra especie.
"Esta no es una ave pequeña, es un ave enorme, intratable y no voladora que puede destriparlo", explicó la antropóloga del estado de Penn, Kristina Douglass. Eso sí, tal y como apuntan desde Gizmodo: la crianza de causarios no es tan extraña como pueda parecer, y en ciertos puntos del mundo se siguen poniendo en práctica estas técnicas. Los causarios son muy apreciados tanto por sus plumas como por su carne.