Venecia es uno de los destinos turísticos más transitados del planeta. La ciudad ubicada al norte de Italia recibe la visita de entre 25 y 28 millones de turistas, de los cuales unos 14 millones van a pasar el día en su casco histórico, pero no pernoctan. Tras la pandemia y los confinamientos contra el virus, que frenaron el turismo de raíz, la ciudad parecía recuperarse poco a poco. Pero el verano ha irrumpido con fuerza, y las autoridades han buscado la manera de intentar controlar la enorme afluencias de visitantes. ¿Cómo? Con entradas y tickets, como si fuese un parque temático o un museo.
Una medida que incluye reservas, tarifas y tickets para visitar la ciudad
Según ha informado Ill Corriere della Sera, los primeros diez días de agosto recibieron en la ciudad personas más de 136 países diferentes, con picos de entre 85.000 personas. Las cifras normales antes de la crisis sanitarias producidas por el coronavirus arrojaban cifras aún más colosales, con 110.000 visitantes diarios, una cantidad difícil de asumir por cualquier población de manera constante y sostenida.
La masificación turística ha sido una preocupación para las autoridades y los propios vecinos o habitantes, muchos los cuales han decidido mudarse a otras zonas y regiones del país. Los números hablan: Venecia, en 1961, estaba habitada por 137.150 personas. En este 2021 la cifra de residentes se sitúa por debajo de los 51.000.
Para intentar frenar la sangría y conservar la ciudad, Venecia ha anunciado que se convertirá en la primera ciudad del mundo con entrada de pago. A partir del verano de 2022, los turistas que quieran visitarla tendrán que reservar su estancia y pagar por entrar a la ciudad de los canales. Todo ello se tramitará a través de unos tornos situados en los principales puntos de acceso al centro histórico, por los que se tendrá que pasar de forma obligatoria, como si se tratase de la entrada a un estadio o un parque temático. El precio, como explican desde AS, oscilará entre los 3 y 10 euros, en función de la fecha escogida o la demanda en relación al número de personas que se prevea visiten la ciudad.
Habrá excepciones. Tanto los trabajadores como los residentes de la región del Véneto estarán exentos de pagar, aunque no se descarta que las autoridades los obliguen a reservar su plaza cuando necesiten ir a la ciudad. Tampoco pagarán los turistas que se alojen en los hoteles, ni los niños menores de siete años o los familiares de hasta tercer grado de los residentes de la zona.
Duras críticas y enfados por la decisión
La reserva se podrá realizar a través de una app o web, obteniendo un código QR tras el pago que nos servirá como pasaporte para pasar por los lectores ópticos de los tornos de acceso. Las autoridades han reforzado la seguridad de cara al cumplimiento férreo de la medida, añadiendo más de 500 cámaras de alta definición, muchas de las cuales fueron instaladas durante la reunión del G20 de economía el pasado julio. Por si fuera poco, se han habilitado un centenar de sensores que, a través de smartphones y tablets, se conectan con las redes de la telefonía móvil de quienes están en la ciudad.
Muchos creen que esta medida es autoritaria y coarta libertades. Además, piensan que dado que es un destino turístico gigantesco, casi sin rival en todo el mundo, es normal que se haya buscado conservarla mediante un muro de pago, otorgándole la categoría de museo. "Es muy justo que se pongan los torniquetes. No veo ningún problema. Sería muy positivo transformar Venecia en un museo. Tenemos que revalorizar nuestro patrimonio", ha explicado Raffaele Alajmo, responsable de Grancaffè Quadri en la plaza de San Marcos.
Para otros, es un paso más de Venecia de cara a convertirse en un parque temático. "Es una medida inconstitucional y contraria a la legislación europea", explica el concejal Marco Gasparinetti, que fue candidato a la alcaldía de Venecia, alegando que además, se formarán grandes colas en las entradas de la ciudad y que el problema de la masificación seguirá existiendo.