Se está haciendo muchísimo de rogar, pero todo apunta a que el año que viene, por fin, podremos jugar a la nueva y prometedora entrega de Fable, una de las sagas más míticas e icónicas de Microsoft que, por desgracia, lleva desaparecida desde hace demasiado tiempo. Por ello, queremos aprovechar que la serie acaba de celebrar su 20º aniversario para recordar su entrega original, un título de aventuras muy especial que si bien se quedó lejos de cumplir con todo lo prometido, desprendía personalidad y sabía cómo divertir.
Entre el bien y el mal
Si nunca tuvisteis la oportunidad de disfrutarlo, debéis saber que Fable es un juego de rol y acción que se lanzó en 2004 para Xbox cuya premisa principal giraba en torno a que nuestras acciones moldearan a nuestro héroe, algo que se representaba de muchas formas distintas, ya sea con cambios físicos o con la forma en la que los personajes interactuaban con nosotros.
Su historia nos llevaba a Albión, un mundo de fantasía de espada y hechicería bastante particular, donde debíamos encarnar a un joven que tras perder a su familia es entrenado para convertirse en héroe. Sin embargo, el héroe en el que nos convertíamos dependía completamente de nosotros, ya que nuestras decisiones hacían que nos inclinásemos hacia el bien o hacia el mal, lo que a su vez afectaba a nuestro renombre con los habitantes de estas tierras, quienes podían tratarnos con halagos o con temor. Por supuesto, el alineamiento también tenía su impacto en el desarrollo de nuestro avatar, dándonos acceso, por ejemplo, a ciertos hechizos exclusivos.
Esta forma de jugar con el bien y el mal fue una de las principales claves de su éxito, ya que se cuidaban muchos pequeños detalles para que hasta nuestras vestimentas o lo que comiésemos tuviese consecuencias en la forma en la que nos relacionábamos con el mundo y en el aspecto del héroe, dándonos así bastante libertad para jugar a nuestra manera.
De igual modo, el sistema de combate, aunque simple, solía incitarnos a que intentásemos lucirnos durante los mismos para impresionar a la gente, lo que hacía de los duelos una experiencia muy divertida y entretenida.
Si bien la historia no es que fuese nada especialmente apasionante, el título sorprendía por la forma tan decidida en la que apostaba por el humor, acercándolo más a obras como las de Terry Pratchett que al tipo de fantasía que solíamos ver por aquel entonces en videojuegos, otro punto que lo hizo destacar en su época sobre la competencia.
Por desgracia, fue un producto víctima de su propio hype, algo de lo cual tuvo mucha culpa Peter Molyneux, su principal responsable y a quien le debemos obras de la talla de Populous, Dungeon Keeper o Black & White. Durante su larga campaña de promoción, no paró de hacer grandes promesas y vender toda clase de características revolucionarias para el medio, llegando a decir en más de una ocasión que cuando Fable llegase al mercado iba a convertirse en "el mejor juego de la historia".
Huelga decir que muchas de estas promesas cayeron en saco rato y nunca llegaron a implementarse en el juego, como la posibilidad de tener hijos y que estos tuviesen un papel clave (las secuelas sí que recogieron algunas de estas ideas), lo que acabó dando como resultado un buen título de aventuras, pero muy lejos de las expectativas que había generado.
Por cierto, la banda sonora requiere una mención especial, ya que no solo fue grabada con una orquesta real, sino que su magnífico tema principal fue compuesto ni más ni menos que por Danny Elfman, el aclamado compositor de películas como Pesadilla antes de Navidad, las de Batman de Tim Burton o las de Spider-Man de Sam Raimi.
Al año siguiente de su salida recibió una versión mejorada llamada The Lost Chapters que se estrenó tanto en Xbox como en PC, ofreciéndonos nuevas zonas, más misiones, nuevas historias, nuevos monstruos y más. Además, en 2014 se lanzó Fable Anniversary, una remasterización de este clásico para Xbox 360 y PC que trajo consigo una completa renovación gráfica.
A día de hoy es una obra a la que se le notan y le pesan los años en aspectos como los combates, lo tremendamente fragmentado que está su mundo o determinadas decisiones de diseños propias de hace dos décadas, pero incluso así sigue destacando por ofrecer algo diferente y con personalidad propia que se deja disfrutar con relativa facilidad, algo de lo que no muchos juegos pueden presumir.