Las máquinas arcade de recreativos y bares fueron la puerta de entrada de varias generaciones al mundo de los videojuegos en los años 80 y 90, los niños se dejaban la paga en "Comecocos" (nombre por el que se conocía a Pac-Man), "los marcianitos" o "las moscas" (en verdad llamada Space Invaders) y, tras haberse vaciado los bolsillos, se pasaban horas viendo cómo otros jugaban. La mayoría pasó después a tener una consola o microordenador en casa y siguió jugando videojuegos, algunos incluso hicieron de su afición una profesión y se convirtieron en desarrolladores mientras los recreativos iban cerrando y aquellas máquinas iban desapareciendo.
Los videojuegos están ligados a la tecnología para la que han sido creados, y todos aquellos juegos y experiencias se hubieran perdido si no fuera por los coleccionistas que las han ido recuperando y conservando. José María Litarte fue uno de los que comenzó a comprar máquinas hace unos años y aquella afición ha terminado con la creación del Museo Arcade Vintage en Ibi (Alicante), centrado en la difusión del videojuego en las máquinas recreativas, su preservación y la divulgación del videojuego. Allí no solo es posible ver y conocer las arcade de hace décadas, también se puede jugar a ellas y experimentar los juegos en sus plataformas originales con el control para el que fueron diseñados.
De la feria a unos recreativos en un sótano
Curiosamente, el primer recuerdo de Litarte está asociado a la Atari 2600 Junior que dejaron los Reyes Magos en su casa para él, su hermano Joaquín y sus primos y luego ya llegaron las arcade cuando iba a los recreativos de Novelda acompañando a su hermano cinco años mayor que él "que era el que jugaba, yo miraba, él era mi superhéroe porque se pasaba pantallas y pantallas al Pengo, que jugaba mucho, al Centipede o al Pac-man", recuerda con una sonrisa al comienzo de una videollamada. Joaquín Litarte es actualmente director de la academia del Museo Arcade Vintage y administrador financiero.
Al principio, nos cuenta, eran los feriantes los que llegaban al pueblo con tres o cuatro máquinas ante las que se formaban colas de niños. Luego se abrieron unos recreativos en el sótano del casino de Novelda "entrabas y había 7 u 8 máquinas, billar y pimpón, con una niebla espesa, todo el mundo estaba fumando, algo impensable hoy día", afirma Litarte antes de enumerar las plataformas que tuvieron en casa: un Spectrum 48K, un PC 1512 que le permitió descubrir las aventuras gráficas y luego Mega Drive, Super Nintendo, PlayStation, Dreamcast, sin dejar los recreativos, "en el colegio mis amigos éramos los frikis, que entonces ni se llamaban frikis, éramos los raritos que nos gustaban los videojuegos. Los recreativos para nosotros eran el mundo social. Me cambié de ciudad, mis padres se separaron, y al llegar a Petrel no tenía amigos. Iba a los recreativos y allí hacía amistades, eran una manera de jugar y conocer gente", apunta. Recuerda que en Petrelenses estaba la máquina de After Burner, con asiento rotatorio, y, ya avanzados los 80, las de Final Fight yStreet Fighter 2. Lo suyo eran más los beat’em up. Después la vida laboral le absorbió hasta la época de PlayStation 3.
Jugabilidad que resiste 20 años
Hacia finales 2012 descubrió a través de internet que había quien montaba una recreativa con un MAME (Multiple Arcade Machine Emulator), un emulador de máquinas recreativas que tiene como objetivo preservar los juegos clásicos. "Empecé a interesarme porque recordaba los juegos de mi infancia y adolescencia. Cuando tienes 25 años quieres lo más nuevo, el móvil más nuevo, el ordenador más nuevo, pero luego te vuelves más práctico. Empecé a jugar a los juegos que había jugado antes y me di cuenta de que me lo pasaba igual que 20 años atrás, volví a interesarme por ellos, los gráficos no eran como los juegos de ese momento pero la jugabilidad seguía estando ahí y me lo pasaba igual de bien que 20 años antes. No se trataba de juzgar los gráficos ni la velocidad, sino de coger 20 minutos de mi tiempo, que era escaso, y disfrutar de un juego que me gustaba", dice.
Litarte habló con su hermano y decidieron comprar una máquina. Contactaron con Antonio Tasca Barrio Serna, de Elche, y optaron por comprar una cabina antigua, una Light Tec fabricada por la empresa alicantina Tecnausa, pero con hardware actualizado con un MAME instalado. "La idea era tener la máquina para mi hermano y para mí y que fueran mis amigos de toda la vida a jugar. Estaba metido en foros como Retrovicio, que hay zona arcade. Iba conociendo gente que tenía máquinas y me inspiraba en ellos. Me metía en Youtube y veía gente de EE.UU. con esas man cave, esos sótanos con varias máquinas que eran casi un salón recreativo. Pensaba que eso es lo que me gustaría no solo para jugar, sino también a nivel estético, que hubiera una zona con varias máquinas que me gustaran, mi objetivo es que esa volviera a ser un área social para mis amigos, para jugar entre nosotros", apunta.
En marzo de 2013 se celebró Retromadrid en una ubicación nueva, en Matadero Madrid y Litarte decidió asistir. Fue una experiencia que le cambió la vida. Según cuenta: "Me fui para allá, no conocía a nadie del mundillo aún. Le dije a mi madre que se viniera, la dejé en el Reina Sofía y me fui a Matadero. ¡Fue un descubrimiento conocer a gente que le gustaba lo mismo que a mí!, gente del retro, y estaba AUMAP, que era una asociación de recreativas de Madrid. Pusieron cinco o seis máquinas… y una Vectrex. Y estaba también Pablo Avilés, el de VideojuegosxAlimentos, que puso una mesa con su colección de consolas. Locomalito y Gryzor estaban dando una charla allí y sortearon una máquina [con Maldita Castilla] que había hecho Tovar, de Murcia. Ver y conocer a esta gente fue una inspiración".
Respeto a la máquina original por necesidad
Cuando volvió a Petrel decidió organizar un local para tener máquinas recreativas, "lo iba poniendo en Retrovicio y la gente me decía que estaba loco, que no tenía ni idea. Y realmente no conocía a nadie ni nadie sabía nada de mí. A través de los foros y eventos fui conociendo a gente. Litarte fue comprando algunas máquinas más, ya antiguas antiguas. "Para mí era complicado porque no soy informático y meterles un ordenador tiene su proceso, varias cosas técnicas que hay que suplir como los 15 Hz del monitor, el VGA no es VGA… varias complicaciones que no sabía solucionar. Creo que por simplificar decidí dejarlas tal y como estaban, no poner placas multijuego sino dejar las originales. Como funcionaban, las dejé con placas arcade. En esa época la gente sacaba el cableado y ponía multijuegos, pero, por dificultad, no lo hice y las dejé lo más original que pude", explica. El tiempo ha demostrado que fue la mejor opción porque ahora lo que más se valora es una restauración lo más respetuosa posible con la máquina original.
Litarte tiene un negocio de jardinería en La Manga e invirtió los ahorros que tenía a ampliar la colección de arcade "en ese momento las máquinas costaban muy poco, llegué a comprarlas por 80-100 euros, pero eran genéricas (Videoval, Video Sonic…), no originales, originales, las que había en los recreativos españoles, que se podían intercambiar los juegos. Sí iba cogiendo alguna original nivel Operation Wolf", especifica. Comenzó a ir gente a ver las máquinas "y a ayudarme, porque yo no tenía ni idea. Vino David Paturlas [Pérez], que era de Alicante y es para el mundillo retro de los arcade una persona que tiene muchísimo conocimiento sobre el tema, le dices un juego y te dice cómo se lo pasó y dónde estaba cada monstruo, vivía en los recreativos. Me ayudó a arreglar máquinas porque él a lo mejor a nivel informático de la placa no, pero sí que con el cableado, los botones, el joystick... tenía experiencia y sabía cómo empezar a restaurar y me trajo a otra gente como técnicos", dice Litarte.
En los bajos del edificio donde vivía el entrevistado tenía su madre un local que no se utilizaba y le propuso que le dejara "meter allí ‘alguna’ máquina. Recuerda: "Ella se pensaba que eran tres máquinas. Es un garaje realmente. Lo más importante para cualquier coleccionista es el espacio físico que tenemos para almacenar, siempre digo que todo ha venido gracias a mi madre. Cada vez fui comprando más. Ya estaba en foros ingleses, contacté allí con gente de transportes para traer las máquinas aquí. En Alemania, Francia, Inglaterra… ya veías máquinas originales. Fue todo muy rápido, en octubre de 2013 hicimos el primer torneo en el local cuando ya estaba todo lo que tenía medio acomodado. Lo mismo eran 15 o 20 máquinas, hicimos una liguilla por puntuación con varias máquinas clásicas: Galaxian, Pac-Manc, Centipede… Hicimos unos trofeos y vino gente de fuera, hubo una respuesta positiva, había interés". Las 12 o 13 personas que asistieron aquel día comenzaron a hablar de organizar otro torneo o buscar nuevas máquinas.
Resultados del primer torneo de Arcade Vintage Clásicas 80.
De iniciativa individual a asociación cultural
Litarte se dio cuenta de que el sitio podía convertirse en un recreativo real al que la gente fuera para disfrutar de las arcade. Todo, nos cuenta, fue surgiendo sobre la marcha, sin planificación alguna. Unos meses después varios de los que se reunían los sábados para ir al local decidieron convertirse en asociación y que los socios se hicieran cargo de los gastos, "mi madre no nos había pedido nada los primeros meses, pero luego ya vio que se nos iba de las manos y le dije que iba a ser una asociación y que le íbamos a pagar un alquiler y hacernos cargo de los gastos de luz y de agua", dice Litarte, que se convirtió en presidente de la Asociación Cultural Arcade Vintage y su hermano Joaquín es tesorero.
La asociación aumentó su participación en las ferias retro y fue creciendo cada vez más. Las máquinas eran de Litarte y los socios pagaban una cuota que les daba derecho a jugar, participar en los foros y asistir a talleres, "empezamos a formar a los socios en diferentes aspectos de las máquinas recreativas, los técnicos que teníamos empezaron a impartir nociones básicas de electricidad, cómo medir una fuente de alimentación, cómo reparar un monitor a un nivel básico… La gente tenía mucho interés en asistir. Yo seguía comprando máquinas y algún socio lo hacía pero no hubo otro socio fuerte, ellos las disfrutaban. Éramos una familia y seguimos siendo una familia", dice. En Retromadrid 2014 ya estaba formada la Asociación Cultural Arcade Vintage, que presentó el documental ¿Tienes cinco duros?, grabado durante el segundo torneo de Arcade Vintage Clásicas.
El local se hizo pequeño cuando superaron las 70 máquinas y Litarte pensó que hacía falta el apoyo de algún ayuntamiento para contar con un local más grande "porque todos los sábados venía un montón de gente, incluso no socios y de Murcia o Madrid, para jugar a esas máquinas. Como asociación hacíamos eventos y poníamos días de apertura", sostiene, Preparó un dosier y visitó varias localidades de Alicante con la propuesta de abrir un museo porque, describe, "en mi cabeza pensaba en un sitio que pusiera en valor esto y permitiera que esto siguiera creciendo, porque en Petrel no podíamos crecer más allá e irnos como asociación a un local más grande tampoco era viable porque lo bueno de Arcade Vintage es que siempre ha sido autosuficiente pero sin hipotecarnos, si somos 30 socios tenemos para un local de 300 euros, tal cual, no hemos pensado en irnos a un local más grande si no lo podemos llevar".
Buena acogida, pero sin locales disponibles excepto en Ibi
Mientras la asociación Arcade Vintage seguía en marcha y organizando pequeños eventos, Litarte alquiló una nave por su cuenta "supuestamente para mi trabajo, pero la llené de máquinas". Poco a poco el coleccionismo de las recreativas se volvió en una afición más importante que exigía a Litarte cada vez más tiempo y dinero hasta el punto de que solo pensaba en conseguir nuevas máquinas, algo que ahora ya gestiona sin que sea una obsesión. En cada visita a un ayuntamiento recibía una acogida positiva pero todos le decían que no tenían locales para el museo y le proponían que la asociación alquilase uno y, entonces, ayudarían económicamente.
Lo más cerca que estuvo de encontrar Litarte la solución fue en Murcia, pero la idea no llegó a puerto, hasta que en 2018 contactó con el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Ibi y este se mostró interesado. Nos cuenta: "Vinieron al local el alcalde y dos o tres concejales, de nuestra edad, y vimos que había interés. Cuando llegaron empezaron a jugar a las máquinas y vi que había conexión, allí tuvimos la primera reunión y vimos bastante interés por su parte. Lo habitual hubiera sido ir yo al Ayuntamiento, hablar con gente más mayor que no sabía bien de qué les hablaba. Ibi había sido una ciudad industrial [como sede de numerosas empresas productoras de juguetes de España] y les ofrecimos en el dosier una conexión entre el juguete clásico con el videojuego, que es el juguete digital para nosotros".
La antigua fábrica de juguetes Rico es la sede del Museo Arcade Vintage
En Ibi había varias naves industriales vacías a las que se estaba dando nuevos usos, sobre todo para exposiciones, entre ellas la antigua fábrica de juguetes Rico, y ofrecieron a la Asociación una parte que el ayuntamiento había rehabilitado para exposiciones. Hubo que realizar algunos arreglos como el suelo o adaptar la instalación eléctrica, pero a principios de 2019 ya estuvo todo preparado, los socios fueron colocando las máquinas que tenían y el Museo Arcade Vintage se inauguró en junio de 2019, a cargo de la Asociación Arcade Vintage. Se firmó una colaboración entre el Ayuntamiento de Ibi y la Asociación, pero por ley, informa Litarte, estos acuerdos tienen una duración muy limitada en el tiempo y, pasado el plazo establecido, debía ser una empresa la que lo gestionara "para un ayuntamiento es más fácil que sea una empresa quien gestione algo que una asociación. Una asociación es más lenta porque hay que hacer reuniones, hay que esperar a una junta para decidir cosas y en una empresa lo decides más rápido con el Ayuntamiento", explica el entrevistado.
Otra de las razones para crear una empresa fue que la Asociación Arcade Vintage podía contratar a gente pero no tenía ánimo de lucro, los ingresos no podían revertir a los socios ni como concepto de alquiler de las máquinas que habían cedido al Museo, así que aquellos primeros meses se invirtió ese dinero en material para el centro. Esa empresa debería colaborar con la colaboración de la asociación para gestionar el Museo Arcade Vintage, ya que lo comprado hasta ese momento era de la asociación.
Salió a licitación a cinco años de la gestión del Museo del Videojuego de Ibi y la consiguió la empresa Museo Arcade Vintage que habían creado varios miembros de la asociación, entre ellos Litarte. La Asociación se sigue manteniendo en Petrel. La nueva situación, dice el entrevistado, permite "una continuidad, una seguridad durante varios años para seguir creciendo como espacio museístico para crear más contenidos, documentación… hay más seguridad que antes".
La pandemia alteró todos los planes. El Museo se cerró por el confinamiento cuando aún estaba gestionado por la Asociación, y coincidió con el hecho de que ya no podía seguir la situación. Cuando reabrió, en julio de 2021, ya fue con la empresa Museo Arcade Vintage, que tiene dos socios, José María Litarte y Eduardo Arancibia, "ingeniero informático y un gran coleccionista de microordenadores", puntualiza el entrevistado. Hay además siete personas contratadas entre técnicos, personal de mantenimiento, personal de sala, administrativo o encargado de redes sociales.
300 piezas clásicas en exposición
El museo abre los sábados y domingos para público general y entre semana para grupos de estudiantes. En sus fondos hay unas 300 arcades, cerca de 35 pinball y otros 200 equipos entre consolas y microordenadores de todo tipo en mesas y unas 100 piezas en vitrinas; en total, unas 300 piezas clásicas en exposición y algunas modernas, tanto consolas como PC gaming. "Es bonito ver esa conexión y cómo lo que ahora gusta ya existía hace 40 años en una arcade que era un mueble".
La mayoría de las arcades son jugables y Litarte informa de que el 95% son piezas con su placa original restaurada "porque el objetivo del Museo es que se disfrute en el panel original y luego tenemos cuatro o cinco máquinas que sí tienen multijuegos porque siempre hay alguien que te pide un juego del que se acuerda, no lo tienes puesto y en esas máquinas se lo puedes poner", dice antes de afirmar que hay juegos que le piden mucho, como el de "la araña que va saliendo detrás una chica desnuda" [Gals Panic], que en los años 90 se consideraba apto para ojos infantiles.
Litarte sostiene que la experiencia de juego es muy diferente cuando se juega en una cabina original que con un joystick, "el panel de mandos te une a ti con la máquina y puede cambiar totalmente la manera de jugar con ese videojuego. La máquina de Tron, por ejemplo, la pones en MAME con un teclado o joystick genérico o un gamepad y no puede jugarla porque no tienes el interfaz adecuado. En el Museo tenemos muchas máquinas que solo se pueden jugar con su panel original, es el caso de Missile Command con el trackball o Sea Wolf, que es el periscopio de un submarino, cambian un montón el juego, que se concibió con ese panel, eso es lo que mucha gente valora del museo. Hay varios programadores que ya han venido a recoger ideas de esos juegos", afirma.
Un Museo es más que jugar
Además de echar partidas en las recreativas, los visitantes pueden asistir a distintos talleres o charlas y visitar alguna exposición. "Estamos muy enfocados a la divulgación y la educación, ya no potenciamos el ocio. Nuestro lema es ‘Aprender jugando’. A los colegios se les da una charla sobre la historia del videojuego y su correcto uso, cómo usarlos como ocio de una manera sensata, no como nosotros, que antes no teníamos esa información. Los sábados siempre hacemos una charla, ya sea de un programador, un escritor de un libro de videojuegos, un músico… una vez al mes viene un psicólogo a hablar con familias que no saben cómo gestionarlo".
Esto último se debe a que el Museo Arcade Vintage estaba con la Asociación más orientado a adultos nostálgicos de su infancia y ahora está más destinado a las familias así como a público ajeno al videojuego pero que siente curiosidad hacia este arte, explica Litarte, y añade: "y hay muchos perfiles de padres a los que no les gustan los videojuegos, pero a los hijos sí y no saben cómo gestionarlo. Estamos muy centrados en la divulgación. Entendemos que la gente viene a jugar, pero el juego está muy estigmatizado y en un museo hay que dar educación y divulgación. Ya tenemos 50 años de experiencia en los videojuegos, podemos -y debemos- divulgar esa cultura del videojuego".
Además de recuperar el concepto de salón recreativo, la Asociación Arcade Vintage comenzó a organizar en 2015 la Arcadecon, un evento nacido con la intención de ser punto de encuentro de asociaciones del mundo arcade, con charlas, talleres y presentaciones de juegos creados ahora para recreativas. "Durante los primeros años todas las asociaciones fuimos como una piña, nos ayudábamos, nos juntábamos unas 100 personas un fin de semana en una casa rural o algo así y creábamos vínculos, como un mini Retromadrid a nivel arcade", refiere Litarte, quien añade que la asociación se seguirá encargando de ese evento.
José María Litarte en 4 preguntas
1-Ahora tenéis la exposición de Monkey Island, ¿está gustando a la gente?
Está gustando bastante. El año pasado una de las principales novedades que tuvimos en la licitación fue ofertar un espacio, que antes no teníamos, para la Academia del Museo, para tener entre semana el Museo abierto, dar talleres y cursos de programación, de robótica, de diseño gráfico.. todo enfocado al videojuego. Eso le gustó bastante al Ayuntamiento porque Ibi no tiene ese tipo de ofertas educativas. Hay un curso de aventuras gráficas y estuve hablando con el profesor [Leandro José García], y cada niño del curso está haciendo sus pinitos. Surgió la idea de hacer una exposición, tras la de Street Fighter que teníamos, sobre Monkey Island, que se ha estado montado durante casi un año. No es una vitrina con cuatro cosas, hemos trabajado mucho en ella y la gente la está disfrutando- Era un pasillo alargado que no se estaba utilizando y hemos puesto bastante documentación. La noticia de la exposición ha llegado hasta a los programadores de Monkey Island
2-¿Qué recreativa te ha costado más trabajo conseguir o tiene un significado especial para ti?
Hay algunas que aún me sigue costando trabajo. Diría que la Donkey Kong, que hizo 7500 km dentro de Estados Unidos, un montón de viajes que hubo que coordinar para llegar a donde estaba cargando el contenedor y enviarla aquí otros 10 000 kilómetros hasta aquí.
3- Si te concedieran el deseo de tener la máquina que quisieras, ¿cuál dirías?
Uf. A ver, estamos en proceso de traer una Pong original, para el Museo consideramos que es muy importante. Ya tenemos tres licencias de Pong de esa época, pero no la Pong original. Cuesta muchísimo, es una locura pero estamos en ello.
Me gustaría traer un Robotron, era una máquina que aún no hemos tenido posibilidad. Pero también hay que distinguir entre cosas que me gusten a mí y cosas que tengan interés o cabida en el Museo, porque hay varias máquinas que aquí no llegaron y la gente pasa de largo, la gente se va a lo que realmente jugó. A lo mejor Robotron es una máquina que a mí me gustaría tener pero en el Museo ni fu ni fa, no va a haber mucho interés, solo el de gente especializada que sí va a saber valorarla. La gente valora lo de los 90, Final Fight, Robocop, Cabal, la época de Konami, de Capcom, es a lo que más juega la gente. Hay muchas máquinas de los 80 que tienen que estar en el Museo porque tienen que estar a nivel histórico y para que la gente experimente con paneles raros como el periscopio, pero a lo mejor no son tan populares como otras.
4- ¿A qué máquina le has echado tú más horas?
En mi infancia Robocop y ahora el Defender, es un juego muy difícil. Me gusta mucho esa acción tan intensa desde el primer segundo.
5- ¿A quién te gustaría que entrevistásemos?
A Jesús Fabre, tiene bastantes historias y ahora se dedica a publicar juegos. Hablamos a menudo de proyectos para el Museo.