En 2001 existía una situación tensa con PlayStation 2, una plataforma que aún tenía mucho que demostrar contra la establecida Dreamcast y sus vitoreadas promesas. Con un catálogo de lanzamiento algo insuficiente y una nada desdeñable cantidad de licencias que habían tropezado, Red Faction fue durante los primeros meses de la plataforma, uno de los títulos más reseñables por su concepto y notable ejecución.
La destrucción, simple y paulatina, es uno de los mayores alicientes de los jugadores cuando ponen las manos en un pad.
Destruir una caja, disparar a un barril, derribar una pared son un placer directo, que normalmente desembocan en una frustración clásica: la imposibilidad de la destrucción.
Títulos recientes, como el olvidado Mercenaries 2 o Crysis, han hecho apología de la destrucción gratuita, enfocando sus esfuerzos exclusivamente en hacer disfrutar al jugador con una bonita casa derruyéndose, la perfecta caída de una palmera o ver una base militar volar por los aires: el hombre es un animal de costumbres y disfrutar viendo explotar la casa del vecino debería ser un placer sano.
Volition también utiliza Red Faction Guerrilla como un trampolín conceptual respecto a lo que se puede y no respecto a la pasada generación y la presente. Aunque su guión y finalidades estéticas sean muy parecidas, existe un salto abismal en cuanto a posibilidades y profundidad.
En Red Faction, el motor GeoMod fue un referente en cuanto a la capacidad de destruir escenarios y manipular entornos. Podíamos tirarnos, literalmente horas, disparando misiles contra una pared para crear un túnel: la verdadera lástima es que estos conceptos tan sorprendentes resultaban inconcluyentes a la hora de avanzar por la campaña, acotada a un shooter tradicional del año 2001.
La nueva perspectiva en tercera persona ni es fortuita ni siquiera un vicio de la presente generación, tan acostumbrado a Gears of War, Uncharted o similares. La justificación es mucho más evidente y gratificante: en mitad de un apogeo de explosiones, edificios derrumbándose a tu alrededor y coches explotando, resultaría muy confuso ocupar el 40% de la pantalla con un arma.
La escala en Guerrilla prueba las capacidades de sistemas como PlayStation 3 y Xbox 360. El tamaño y las posibilidades del mapeado son espectaculares, ya que el desarrollo cambia de forma radical y coquetea con el (ya establecido género) mundo abierto. Charlando con su productor, Rich White, pareció especialmente orgulloso de nuestras alabanzas al diseño de su mundo abierto: "para nosotros era esencial crear un juego en el que en todo momento te estuvieses divirtiendo. No entendemos los video-juegos en los que la gran parte del tiempo te pasas deambulando por el escenario sin hacer nada, sin cumplir una misión o sin eliminar a ningún enemigo. El jugador necesita estímulos".
Permiso de derribo
El desarrollo te invita continuamente a distraerte. Nuestro gremio minero tendrá una base instalada en Marte, en plena revolución contra el Frente de Defensa Terrestre, un grupo gubernamental con técnicas fascistas y de opresión violenta con los trabajadores. Tras una reyerta, en la que nuestro hermano pequeño resulta fallecido, comienza la guerra abierta contra la intolerancia y tiranía del gobierno.
La estructura del juego se divide en misiones obligatorias, como defender puntos del escenario, ayudar a nuestros aliados en conflicto o derruir complejos clave (recursos, torres de comunicación, etc...) del gobierno. Se trata de un plan revolucionario estructural, donde iremos destruyendo sus cimientos, más literal que metafóricamente hablando.
Para movernos por el enorme escenario (White no nos pude confirmar la distancia total del mapeado en relación a otros juegos como Saints Row, pero no parecía envidiar en cuanto a dimensiones a los clásicos del género) dispondremos de diversos vehículos, aunque prácticamente en ningún momento tendremos sensación de deambular de un punto a otro: en cada pequeña esquina habrá minerales que destruir (que nos proporcionarán recursos con los que mejorar nuestro equipamiento) una torreta enemiga que derribar o un escuadrón de mercenarios que nos querrán dar caza. Tener una relación sana con nuestros compañeros será clave, ya que existe una especie de "Karma" que irá equilibrando nuestra relación con ellos, pudiendo en momentos determinados solicitar apoyo en combate (las relaciones se enfriarán si herimos, aunque sea por error, a un aliado o si no les ayudamos en momentos de confrontación).
El armamento es sorprendente y con espectaculares resultados, quizás el más personal e imaginativo desde los títulos de Naughty Dog como Ratchet & Clank o Resistance. Todas las armas son homónimas a las clásicas del género (lanzallamas, metralleta automática, arma cuerpo a cuerpo...) pero en Guerrilla adquieren una presencia especial al estar íntegramente diseñadas para la destrucción (el lanzallamas puede calentar vigas de hierro y fundirlas, el lanzamisiles abrir paredes...).
En el modo multijugador, se terminan por destapar todas las virtudes de un diseño de juego calculado y pletórico. Se entre mezcla la cooperación y la camadería en los modos habituales, aunque todos las posibilidades se redibujan con el motor gráfico y las continuas demoliciones: "El multi-jugador es esencial en la presente generación, ya que las plataoformas para las que trabajamos (PS3, Xbox 360 y PC) tienen el modo Online como una de sus principales características. Queríamos crear algo diferente y divertido, con elementos de títulos populares pero que significase una evolución significativa. Cuando iniciamos el desarrollo, hace cinco años, apenas podíamos soñar las posibilidades que nos proporcionan las plataformas actuales, por eso Guerrilla fue creciendo a lo largo de los meses".
Para empezar, el arma pierde protagonismo ante las mochilas. Estarán repartidas por el escenario y hacen las veces de arma secundaria. Existen de varios tipos, potenciadotes de habilidad, (Thrust hace las veces de mochila voladora, Fleet Foot nos proporcionará velocidad extra, Firepower aumentará el daño de nuestras armas, Stealth nos transformará en invisibles temporalmente, etc...) aunque sin duda las más espectaculares y divertidas tienen relación con las posibilidades de destrucción.
Rhino crea una barrera protectora con la que podremos derribar a cualquier enemigo (o derrumbar una pared, pilar, etc.), Tremor crea un terremoto que pondrá patas arriba nuestra zona periférica cercana o la bomba singular, que crea un vórtice con el que absorbe todo lo que se encuentre a su alrededor (incluidos, cómo no, edificios).
Los modos de juego, obviando los clásicos deathmatch y team deathmatch, heredan el espíritu Red Faction. El clásico Base se sustituye por un enfrentamiento por equipos para ver quien logra destruir más rápido la base del rival, ya sea mediante el martillo pilón, armas de mayor envergadura o bombas lapa. Nuestro equipo mientras podrá tanto eliminar a los contrincantes como intentar reconstruir el edificio. Una vez finalizado nuestro turno le toca al siguiente, muy divertido y ameno.
El multijugador puede considerarse prácticamente un juego aparte, ya que establece una línea mucho más tradicional a un juego sandbox ni propone una experiencia tan libertina como la de GTA IV. Se trata de un modo tradicional, Red vs. Blue (aunque nosotros seremos siempre el equipo azul, se ha utilizado el método de intercambio de roles visual de Perfect Dark Zero) con tintes de Red Faction, pero muy diferente a le experiencia de juego para un jugador, prácticamente dos juegos en un disco.
Destruir los cimientos de una refinería acorazada a base de golpear los pilares o derretir el metal con un arma de plasma puede no significar una novedad. Pero ver un juego que apuesta todas sus cartas a este concepto, retratando un nuevo canal jugable mediante sus posibilidades por encima de la estética, debe tenerse muy en cuenta. Red Faction Guerrilla es arriesgado y sólido, necesitaremos un argumento de peso para derribar sus cimientos.
