Análisis de Braid XBLA (Xbox 360)
Cuando parece que poco puede sorprendernos a día de hoy, justo en el momento en el que el desencanto es la sensación generalizad, por suerte, siempre llega algo dispueso a sacarnos del ensimismamiento. Y en esta ocasión, ha sido Braid, un nuevo revitalizante para las plataformas, lleno de referencias plásticas y formales a algunos de los más maravillosos juegos del género de todos los tiempos, al tiempo que compone su propia identidad gracias a la combinación de elementos de puzle.
Y es que si no hace más que decirse que las plataformas están más que muertas, sólo en estos últimos meses nos hemos encontrado con títulos tan fascinantes en sus diferentes vertientes como el tridimensional Super Mario Galaxy, o el encanto de las dos dimensiones como LostWinds, una pequeña maravilla. Y ahora este refrescante juego para Xbox Live Arcade viene a marcar un nuevo hito en la generación.
Por un lado, la estética es simplemente sublime. Todo el encanto de los gráficos bidimensionales aprovechando la paleta de colores, resolución y capacidad de proceso de Xbox 360 se ponen a disposición del mismo concepto del juego para, por ejemplo, integrar en los propios escenarios las instrucciones básicas de control. Así, por tanto, no es extraño ver cómo algunas cajas van marcadas con una letra "a" en un círculo verde, o bien optando por algunas flechas. De hecho, la interfaz es deliberadamente poco o nada intrusiva, y muy pocas veces se nos dan instrucciones directas.
Además, la historia es tan simple como mandan los cánones, y su absoluta falta de originalidad se traduce en algunos momentos de intertextualidad y homenaje directo a Super Mario porque, como es bien sabido, nuestra princesa está en otro castillo. Y es que Tim, el joven encorbatado en un mundo normal será nuestro protagonista que, a golpe de salto, y de conseguir que el tiempo retroceda unos instantes, se lanza a la búsqueda de la Princesa, secuestrada por un ser monstruoso. Poco más se nos cuenta de la historia, y esto, de hecho, se presenta de una forma con sabor añejo, emulando las narraciones que antiguamente se incluían en las instrucciones de los juegos. Con unos pocos párrafos, se nos dice que Tim cometió un error, y en ese cuento de melancolía de apenas veinte líneas se nos pone en situación y se compone toda una atmósfera llena de magia. Con simpleza absoluta, y con gran dominio del lenguaje propio de los videojuegos.
En Braid visitaremos diferentes mundos de fantasía a los que se irá accediendo desde las estancias de una casa, abriéndose según progresamos poco a poco. O bueno, quizás no tanto, pues es cierto que si nos limitamos a ir avanzando de izquierda a derecha es más que posible es cosa de unos pocos minutos (y no, no exageramos), pero puesto que el título nos invita a recorrer los escenarios para explorarlos a fondo e ir resolviendo los puzles integrados, combinando habilidad y buenas ideas, todo ello para ir recogiendo las piezas de un gran puzle que, de hecho, luego tendremos que colocar sobre un lienzo. Cada vez que completamos uno de esos lienzos, añadimos un fragmento a la escalera que nos llevará al ático de la casa cuyas habitaciones nos llevan a esos mundos de fantasía y donde, claro, nos enfrentaremos al jefe final en un combate que decidirá el futuro de la princesa.
En cualquier caso, una de las cosas que más nos ha gustado de Braid es que, aunque ciertamente nace de una base plataformas, en cuanto superamos el primer mundo vemos cómo se va cediendo cada vez más espacio a los puzles, lo que, una vez más, nos vuelve a llevar al reciente LostWinds, donde la combinación de habilidades para resolver puzles y seguir avanzando también se iba poniendo gradualmente sobre la habilidad pura de saltar de un lado a otro. Es una tendencia que se ha mostrado soberbia cuando sabe hacerse con buen gusto, y Braid es magistral en ese sentido. Además, tenemos que tener en cuenta que como Tim puede retroceder en el tiempo deshaciendo sus acciones, el juego en realidad no penaliza nada un mal salto, ni caer al lado (y no encima) de un enemigo, ni, en realidad, ningún elemento clásico de castigo por torpeza, por lo que en realidad todo el tema de plataformear es más un sistema de desarrollo de la acción que la base misma de ésta.
Y hay algo más por añadir en este sentido: el efecto gráfico que acompaña a esta acción varía en cada mundo, como buena muestra de la atención al detalle con la que se ha impregnado todo el juego, además de añadir implicaciones jugables. Asi, por ejemplo, puede generarse una burbuja (con la que descender más suavemente) o un replicante del mismísimo Tim que realiza la acción que estábamos haciendo. Esto, claro, puede usarse para resolver puzles imposibles de solventar de otra forma al emplear a ese doble como un asistente, siempre que tengamos habilidad, imaginación y un puntito de ingenio. Todo el sistema está bien pensado, y aunque hay algunos puzles que pueden desesperar en algún momento puntual, lo cierto es que Braid resulta equilibrado, con una curva de dificultad muy bien planteada y que, al final, siempre nos permite dar con una solución, aunque al principio pareciera especialmente confuso.
En el lado negativo está su duración, pues lo cierto es que resulta corto. Si tenemos en cuenta, además, que es adictivo, la verdad es que podemos pulírnoslo al completo en un día, y aunque la experiencia de juego es mucho más que agradable, más allá de los logros clásicos de Xbox 360, no aporta grandes incentivos para su rejugabilidad, algo en lo que le sacan ventaja los múltiples títulos de estilo arcade que llenan, con irregular suerte, el catálogo del servicio de descargas de la consola de Microsoft.
Ya hemos dicho que, visualmente, Braid juega en una liga diferente. No apuesta por dejarnos maravillados con polígonos y texturas a tutiplén, sino que basa todo su potencial en un cuidado apartado artístico en el que el efecto de estar viendo acuarelas, o pinturas en general, en movimiento parece llevarnos de vuelta a ese momento en el que Yoshi’s Island, para Super Nintendo, apostó por la estética de los gráficos imitando trazos de niños con ceras. Resulta lleno de encanto, con una tendencia plástica personal, que al mismo tiempo se nutre de la potencia de la consola para lograr sensación de profundidad, atención al detalle, elementos móviles, y gradaciones de color que sólo la alta definición puede aportar a estos niveles de calidad.
La música, en la misma línea, crea una atmósfera de encanto y magia que pocos títulos pueden presumir de tener. No resulta tan original como los gráficos, al aportar sobre todo un estilo más de tipo celta, recordándonos en ocasionas a las composiciones de corte new age de compositores como Mike Oldfield. Los efectos son algo más discretos, aunque resultan simpáticos y desenfadados.
En cualquier caso, Braid es un juego único en el catálogo de Xbox 360. Lo es por su desarrollo, planteamiento y cuidado acabado técnico y artístico, convirtiéndolo en una rareza dentro del amplísimo repertorio de juegos descargables (y en disco) que ofrece la consola de Microsoft. Y, más que eso, a día de hoy es un juego único en el catálogo de cualquiera de los sistemas que hay en el mercado.
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