Análisis de Bodycount (Xbox 360, PS3)

La acción en primera persona es sin duda el género estrella de los últimos años, no hay mes en el que no llegue alguna nueva propuesta que, para poder destacar entre la numerosa cantidad de títulos notables que hay de este estilo, y hacerse un hueco en el mercado, tiene que ofrecer al menos algún aspecto distinto u original que lo diferencie del resto.

Ya sea una ambientación o historia muy trabajadas y algo originales, un tono humorístico o más oscuro, una mecánica jugable nueva y fresca, un multijugador bastante completo, o la introducción de características de otros géneros, como ha sido con los juegos de rol, cuyos elementos poco a poco se han introducido en los shooters, con la adquisición de experiencia, subida de niveles y mejora de habilidades. Por tanto medio sorprende que a estas alturas llegue un juego como Bodycount que no intenta hacer nada de esto, sin conseguir destacar en ningún aspecto, siendo rutinario y genérico, lo que no impide que sea entretenido.

Con la vitola de sucesor espiritual de Black, el juego de acción desarrollado por Criterion Games en 2006, y un desarrollo algo tortuoso, con el abandono en Codemasters Guildford de dos de sus máximos responsables, Bodycount ha resultado ser acción en primera persona desenfada y sin complejos ni pretensiones, que lo va a tener crudo para llamar la atención en un género con tantas propuestas de calidad. Durante las menos de cinco horas que dura la campaña te entretienes, sin volverte loco eso sí, incluso siendo bastante repetitivo, pero una vez que te diriges al modo multijugador descubres que allí las cosas tampoco serán mucho mejores, con apenas tres modos de juego. Tan corto y escaso de contenidos que bien podría haber salido como título descargable, a pesar de que muchos de estos le superan en opciones y posibilidades.

La historia es anecdótica por no decir inexistente, uno de esos casos en los que te preguntas que si no hubiera sido mejor directamente prescindir de cualquier guion, ya que lo que te cuentan no te llega a importar en ningún momento y encima resulta confuso, pese a lo escaso que es. Estamos en el futuro y se supone que encarnamos a un ex soldado estadounidense contratado por una organización enigmática llamada The Network, dedicada a resolver conflictos en países que incluso la ONU no pudo resolver. Con el tiempo descubriremos que las guerras son causadas por algunos individuos misteriosos, una organización que está detrás de todo. Visitaremos dos aéreas geográficas principalmente, África y Asia, a lo largo de 17 misiones en unos escenarios que cuando transcurren en exteriores no están nada mal, y que pese a ser pocos se llegan a repetir.

La jugabilidad es la misma que la de cualquier otro juego de acción en primera persona con la peculiaridad de que vamos enlazando combos y haciendo puntos dependiendo de cómo matemos. Siempre y cuando no acabemos con un enemigo de una manera común –en el pecho y de frente-, se irán acumulando y sumando X2, X3, X4, etcétera las muertes que causemos, como si de combos se trataran. En la nuca, por sorpresa, cuerpo a cuerpo, en la cabeza, explosiva, granada, mina, última bala, por estar con la salud muy débil, estos son algunos ejemplos de muertes que suman en el multiplicador. Esto no sirve para otra cosa más que para al finalizar la fase ver nuestra puntuación, y recibir una calificación de lo bien que lo hemos hecho.

Provoca que te apetezca disparar de formas creativas y no matar a los enemigos a quemarropa en el pecho, aunque siempre y cuando te importe algo esta calificación o puntuación final, ya que realmente no te premian de ninguna manera por hacerlo bien, lo que es sin duda un fallo, ya que muchos jugadores no se verán lo suficientemente motivados. Cuando acabamos con los enemigos estos sueltan unos ítems que rellenan nuestra barra de habilidades. Conseguimos cuatro habilidades a lo largo del juego que cuentan con una versión mejorada, y cuando las activamos gastan esta barra en unos pocos segundos. Una es la inyección de adrenalina que hace que durante su activación seamos invulnerables, y en su versión mejorada también más rápidos. Otra nos permite hacer más daño con nuestras balas, tenemos también la posibilidad de detectar a los enemigos de nuestro entorno, y por último realizar un ataque aéreo. Ni son numerosas, originales, ni demasiado útiles ni variadas, y al final usaremos a menudo la de adrenalina, cuando nos tenemos que enfrentar a grandes cantidades de enemigos.

Lo de ser el sucesor espiritual de Black se suponía que sería en parte por poder destruir los escenarios y modificar el entorno con nuestras armas, algo que también ha quedado en anécdota. Sí, podemos destruir y disparar a través de algunas paredes y cristales, romper maderas, pero es sorprendente el poco uso e importancia que tiene esta característica una vez te pones a jugar. Podrían haber prescindido de este elemento y no lo hubiéramos echado de menos, por lo que su inclusión está muy desaprovechada. También contamos con un peculiar sistema de coberturas, si estamos tras un obstáculo y pulsamos el gatillo de apuntar, el personaje se asomará y moverá hacia los lados, pero nuevamente no le vemos utilidad en un juego de acción directa y desenfrenada, en el que el sigilo o la ocultación no son muy prácticos.

Sí nos ha gustado mucho, al menos en las ciudades, que los entornos y escenarios son muy amplios y nada pasilleros, y nos dejan afrontar las situaciones con bastante libertad. Nos enfrentamos a grandes cantidades de enemigos en espacios abiertos, y la dificultad está por encima de la media del género, claro siempre y cuando elijamos el nivel adecuado –recomendamos al menos difícil-. Las explosiones están a la orden del día, con multitud de barriles explosivos y el uso de granadas y minas, muy abundantes, tanto por la parte de los enemigos como por la nuestra. El control es agradable y preciso, y la verdad te entretienes bastante pegando tiros en la cabeza y haciendo volar por los aires a grupos de enemigos.

Es como si se tratara de acción en primera persona arcade, sin nada más que hacer –lo que no es malo ojo-, ir de un punto a otro de los escenarios acabando con decenas de enemigos sin ninguna otra complicación. No introducen ninguna otra mecánica distinta a lo largo del desarrollo, ni búsquedas secundarias, y por momentos en su sencillez está tan bien su gracia. Contamos con pocas armas, podemos llevar dos a la vez, y hay unos terminales en los que las podemos cambiar. Los enemigos son casi siempre los mismos, con alguno que se añade cuando avanzamos, como unos kamikazes con explosivos, o unos médicos que resucitan a sus compañeros. También hay unos enormes jefes con una minigun, a los que cuesta mucho vencer, que se repiten a lo largo del juego, lo que queda un poco pobre.

Ya sea luchando en un país africano, o en las calles de una ciudad asiática, los entornos amplios y con bastantes elementos y detalles se agradecen, pero luego tenemos unas cuantas misiones dentro de unas instalaciones secretas en las que el juego saca lo peor de sí mismo. Unos escenarios sosos, pasilleros, con un diseño cutre de los enemigos, y que encima se repiten demasiadas veces y no cuentan con paredes para destruir, cargándose la que se supone una de las gracias del juego. Pero una vez nos hayamos pasado la corta y por momentos tediosa campaña iremos a curiosear en su modo multijugador, y nos sorprenderemos de lo limitado que resulta.

A estas alturas tres modos -partida a muerte, partida a muerte por equipos y cooperativo-, suena muy pobre. Cooperativo es una especie de modo horda en el que acabar con oleadas de enemigos juntos a otros jugadores. Además de la campaña y este pobre multijugador tenemos el modo Bodycount, que no consiste en otra cosa más que en repetir cualquiera de las fases superadas de la campaña para realizar una mejor puntuación.

Los gráficos no son brillantes, con unas texturas pobres y ningún efecto gráfico a destacar, pero incluso es uno de los defectos que menos nos molestan del juego. Hay entornos amplios, la manera en cómo se destruyen algunos elementos no está mal y posiblemente del aspecto visual lo peor sin duda es el diseño artístico. Unos enemigos sosos, que no nos dicen nada, la gran villana de la función con un diseño de juego de serie Z, y en general una estética sin ningún tipo de personalidad y acierto. Lo mejor dos o tres escenas cinemáticas en la campaña realizadas con ilustraciones, por destacar algo. En el sonido tenemos voces en castellano, correctas, y una música que pasa desapercibida, con un tema principal normalito pero que tampoco molesta.

Un juego de acción entretenido pero muy prescindible

Algo raro tuvo que pasar en el largo desarrollo de Bodycount, dada la marcha de dos de sus más importantes cabezas antes de finalizar el proyecto, y tras comprobar que el resultado es una campaña corta y poco inspirada y un multijugador muy pobre. Nos gusta su apuesta por la acción más desenfrenada, y un sistema de puntuación arcade, pero no se le saca ningún provecho a sus mayores bazas. No sabe picarnos para conseguir mejores puntuaciones a través de extras, premios o nuevas habilidades, y el hecho de poder destruir el entorno ni es destacable ni afecta en modo alguno a la jugabilidad. Carece de historia, no aporta nada al género, ni consigue destacar en ningún aspecto por encima de la media ¿Es entretenido? Sí. ¿Hay mejores juegos de acción en primera persona? Sí, demasiados.