Análisis de The Eternal Cylinder, una indescriptible obra de supervivencia coral (PS5, Xbox Series X/S, PC, PS4, Xbox One)
En una industria homogénea obsesionada con el fotorrealismo, el estudio chileno ACE Team lleva años fraguando una estética única con raíces en el surrealismo más bizarro: los cuerpos de sus personajes rara vez son anatómicamente correctos y casi nunca fáciles de mirar, figuras extrañas que viven en mundos no menos raros, de orografías imposibles y colores vívidos mezclados con paletas de tonos terrosos más naturales. Su experiencia como desarrolladora se nota en el cada vez más asentado estilo que caracteriza a todos y cada uno de sus videojuegos.
Su último proyecto, The Eternal Cylinder, se percibe como un punto de encuentro entre las ideas y fórmulas que ACE Team lleva años puliendo. Lo estrafalario de su ambientación e historia combinado con la frescura de su jugabilidad, también magnífica a los mandos, convierten a este título en una especie de obra paradigmática del estudio: como la mejor manera de definir su indefinible manera de hacer juegos. A fin de cuentas, aquí se mezclan la turbia narrativa reflexiva de los Zeno Clash con los gratificantes controles de la saga Rock of Ages, mejunje al que añaden nuevas ideas que son las que acaban por reforzar la potente propuesta.
Una mezcla entre Spore, Breath of the Wild y No Man's Sky
Puede que lanzar comparativas con proyectos tan icónicos y separados de las posibilidades de este sea contraproducente, pero siendo un juego tan peculiar creemos idóneo aterrizar su propuesta utilizando referentes para que podáis haceros una idea de lo que intenta transmitir. The Eternal Cylinder cuenta la historia de una especie amenazada por un cilindro gigante que está apisonando el planeta en el que viven. Comenzamos controlando a un individuo de dicha especie, los trebhum, aunque no tardaremos mucho en encontrar a nuevos seguidores que se irán uniendo a nuestro viaje de huida.
The Eternal Cylinder es un juego de supervivencia coral que no depende de un único personaje, sino del grupo: podremos controlar a cualquiera de los trebhum que se unan a nuestra manada, cambiando entre ellos de forma instantánea. Esta mecánica va ganando importancia a medida que avanzamos en la historia, ya que esta especie se caracteriza por poder mutar ingiriendo alimentos que haya en el entorno. De esta manera, un personaje puede adquirir la habilidad de saltar más alto mientras que otro conseguirá unas piernas más fuertes con las que dar un pisotón en el suelo.
Estas habilidades a veces son complementarias y otras no, de ahí la importancia de que el grupo colabore para sobrevivir haciéndose más versátil con las mutaciones. La interacción con el entorno es clave para alcanzar este mismo fin, ya que si no investigamos los escenarios no encontraremos alimentos que absorber con la trompa e ingerir para hacer evolucionar a las criaturas. Evidentemente muchas de las mutaciones estarán colocadas de una manera clara al ser necesarias para progresar en la historia, pero muchas otras, completamente opcionales, estarán ocultas a simple vista, escondidas y disimuladas con otros ingredientes que sirven para mantener a raya la alimentación y la hidratación de los personajes.
Aquí el juego despliega su faceta reactiva animándonos a que jugueteemos con los elementos que vamos encontrando en el viaje: podemos robarle un huevo a una gran bestia y calentarlo o romperlo para ver qué tiene en su interior, ingerirlo y desbloquear una nueva mutación, o quizás no. Hay una intención de dejarnos experimentar en el mundo abierto (aunque limitado, demasiado a veces, por una barrera de fuerza que activa el cilindro si la atravesamos) para después ponernos a prueba en secciones más controladas, como mazmorras con puzles o seudoenfrentamientos contra jefes finales.
Las sensaciones que se desprenden de esta aventura son las que nos han animado a compararlo con pesos pesados como el rompedor Spore, juego al que nos recuerda por la importancia de las mutaciones y las formas tan peculiares que acaban dando, o The Legend of Zelda: Breath of the Wild, con el que (salvando las distancias) comparte ese afán de establecer reacciones físicas entre sus elementos para dejarnos que seamos nosotros quienes interactuemos con ellas de la manera en que queramos. Por supuesto su estilo artístico y la ambientación extraterrestre recoge algunas de las ideas que vemos en las criaturas y planetas de No Man's Sky, solo que aquí sin generación procedimental (lo cual afianza todavía más su visión y le saca más provecho a esa estética).
El cilindro que (casi) nunca se detiene
Todas estas mecánicas y sistemas relacionados sólo suponen la base de lo que propone en realidad The Eternal Cylinder, un juego que, haciendo honor a su nombre, nos planta delante de un misterioso cilindro infinito que avanza aplastándolo todo a su paso. De hecho, el primer trebhun al que controlamos nace a escasos centímetros de este colosal artefacto que destroza el planeta sin que sepamos muy bien por qué, enseñándonos desde el principio lo peligroso que puede ser no encontrar cobijo.
El cilindro siempre avanza, aunque hay unas torres que son capaces de detenerlo si conseguimos llegar a tiempo y activarlas. Así es como se establece su estructura de juego: es un ciclo constante en el que huimos del cilindro hasta llegar a una torre que lo detiene creando una nueva cúpula de fuerza de la que no podemos salir, ya que al traspasarla romperemos la zona segura y reactivaremos el cilindro. A efectos prácticos, esto significa que la exploración libre queda limitada a ese domo que se genera al activar cada torre, y que cuando lo rompemos se genera una tensa huida para la que debemos pertrecharnos bien previamente.
Hay dinámicas muy interesantes en The Eternal Cylinder, todas propiciada por esta magnífica idea y por su interés por ofrecer una experiencia fluida tanto en lo meramente jugable como en la faceta más narrativa, conducida por una voz muy bien interpretada (sólo disponible en inglés, eso sí, aunque con subtítulos en español) que sirve como guía de la aventura sin llegar a incordiar (como ocurre en muchos otros juegos que recurren a la fórmula del narrador omnisciente). Sin embargo, hay momentos en los que la fórmula del juego tropieza: cuando cae en ciertos lugares comunes del videojuego, como ofrecer mejoras que podemos comprar o cuando se desbloquea un árbol de habilidades, su frescura se diluye y llega incluso a romper el buen ritmo de la aventura.
Conclusiones
Con The Eternal Cylinder, ACE Team demuestra un control primordial del lenguaje del videojuego: no sólo plasma una ambientación surrealista y bizarra que continúa y afianza el estilo de proyectos anteriores, sino que además apuesta por unas mecánicas y dinámicas de juego que se sienten fenomenal a los mandos al mismo tiempo que nos dejan interactuar a nuestro ritmo con su peculiar mundo. También acierta al establecer una estructura cíclica que propicia tanto momentos de exploración libre como situaciones de verdadera tensión, ambas incrustadas en una narrativa reflexiva de matices filosóficos nada fáciles de digerir. Lo único que juega en su contra es que a veces salen a flote sistemas demasiado comunes que emborronan la frescura del conjunto, pero por lo demás es un proyecto magnífico que sin duda merece nuestra atención.
Hemos realizado este análisis PS5 con un código proporcionado por Cosmocover.