Análisis de Klaus (PS4, PC, Switch)
KLAUS comenzó como un juego para móviles allá por 2012, cuando recibió el premio a la excelencia en el Square Enix Latin American Contest. Tras llevarse el galardón, el equipo de La Cosa Entertainment amplió su plantilla hasta los siete miembros y decidió hacer de su pequeño retoño algo más grande, más ambicioso. Apuntaron a PlayStation Network y Steam, donde todavía está recibiendo votos para su aprobación en Greenlight.
La versión que ya está a la venta es la de PlayStation 4 y ha despertado cierta atención. La estética minimalista es muy atractiva a primera vista y basta jugar los primeros minutos para percatarse de que el título pretende ser diferente, desmarcarse en lo establecido y sorprender al jugador. Lo consigue a medias, más por lo jugable que en lo narrativo, pero sus puntos flacos no son para nada graves. Eso sí, la multitud de fuentes de las que bebe y en las que se inspira pueden llegar a chirriar al usuario más versado, que sabrá identificar elementos hasta dejar solo lo verdaderamente original. KLAUS es muy bueno, pero tal vez no lo sería tanto si obras maestras de la escena independiente no le hubieran marcado antes el camino.
El propio juego se define a sí mismo como "experiencia", un "plataformas-puzle existencial". Partiendo de aquí, quedan claras las intenciones de los autores, que se suman a la ola de títulos que quieren invitar a la reflexión, que llevan un mensaje o emoción implícito (a veces, demasiado evidente y forzado) para movernos algo por dentro. Es una lástima que se haya dedicado esfuerzos a un apartado que decepciona tan temprano en el juego, en lugar de apostar todas las cartas a la creatividad que ostenta en su jugabilidad, por momentos maravillosa, y que al final es lo que realmente hace bien y vale la pena de él.
La particularidad más vistosa de KLAUS es su modo de comunicación. A medida que avanzamos por el escenario, los pensamientos del protagonista se van reflejando aquí y allá. Vamos leyendo qué siente y qué opina, y también habla con el jugador. Gracioso porque las líneas de diálogo tienen chispa; curioso porque no es algo que se haya visto antes; funcional porque sirve como refuerzo para que el jugador tenga ganas de avanzar para ver qué más le cuentan, desgranar más del misterio que parece envolver la trama. Y desastroso, porque obliga a que siempre haya algo interesante que comunicar. Y no lo hay, por lo que hacia el segundo mundo ya se están reiterando ideas para rellenar textos. Esta disonancia entre lo jugable y lo narrativo es su peor defecto. Como consecuencia, el juego se hace largo (que no repetitivo, ojo), mientras que la historia adquiere un ritmo torpe y cargante, donde nada avanza y la sutileza desaparece.
Hay seis mundos en total, cada cual de un color único que lo representa. Las mecánicas atrapan desde el primer momento, pues nunca dejan de introducirse nuevas formas de jugar, como si los propios desarrolladores estuvieran ahí, con nosotros, trasteando con opciones para ver qué sucede. El control sobre el protagonista se limita a moverse, correr, saltar y hackear terminales, pero es solo el principio. El jugador interviene directamente al mover elementos del escenario mediante el touch pad del DualShock 4, que goza de especial presencia por el uso que hace del altavoz integrado. Sin ánimo de spoilear, basta con decir que el juego se las ingenia para ir modificando la premisa, haciéndola más compleja o deformándola sin miramientos. El tercer y cuarto mundo bajan algo el listón, pero los dos últimos son de lo mejorcito.
Como título de plataformas, KLAUS no es especialmente difícil. El feeling que transmite recuerda sobremanera a Super Meat Boy, con gran movilidad del personaje, saltos milimétricos y una sola vida. Morir, renacer, volver a intentarlo. Es un ciclo que puede repetirse incontables veces antes de conseguir pasar el tramo que nos retiene, pero ni de lejos llega a ser frustrante, sentirse injusto o hacerse pesado. El juego es rápido, ágil, y únicamente hemos experimentado unas ligeras ralentizaciones en el combate contra el último jefe. Nada alarmante.
No hay exploración de ningún tipo ni coleccionables. El único elemento opcional son unas fases especiales en las que se van consiguiendo fragmentos de memoria, normalmente uno por nivel, y al conseguir todos los de cada mundo se puede jugar una parte extra en la que se explica detalladamente la trama de fondo. Así es como se llega a entender todo lo acontecido que nos ha llevado hasta la situación inicial que plantea el juego. Encontrar todos los fragmentos de memoria no es complicado. Ya que el juego es lineal en su desarrollo, las desviaciones que llevan a estas fases especiales suelen ser bastante evidentes.
Una vez terminado el juego se desbloquea el Modo Arcade, donde podremos repetir niveles para conseguir los fragmentos de memoria que nos hayamos podido saltar o seleccionar el desafío contrarreloj, que nos plantea un tiempo límite en el que superar cada tramo. Y, si no es suficiente, los trofeos le añaden algo de salsa para aquellos más hábiles, pues proponen la ardua tarea de pasarse ciertos niveles sin morir. Todo el contenido nos puede llevar unas 15-20 horas, duración nada despreciable para un juego de esta naturaleza.
El apartado técnico de KLAUS se puede valorar desde muchas vertientes. Por un lado, el diseño es minimalista, con colores planos muy vivos y gran potencia visual. Las animaciones son sencillas y efectivas. Sin embargo, tanta simplificación roza lo amateur en ciertos elementos, como los enemigos o algunos assets que se repiten de principio a fin. No estropean el conjunto, pero no son cuadros impecables como sí se perciben Limbo o Braid. Y aunque sea nombrar siempre a los mismos, no es menos cierto que se nota una clara influencia de ambos, sobre todo del segundo. Por lo que respecta a la banda sonora, cuenta con melodías de estilo electrónico y algún toque chill out de gusto exquisito, perfectas para el ritmo y el concepto del título al que acompañan.
Conclusiones
KLAUS es un juego de puzles y plataformas de calidad notable, recomendable para aquellos que disfruten con la tendencia de la mayoría de indies actuales. Pese a que pretende desmarcarse en muchos aspectos, es precisamente esta intencionalidad, por momentos forzada, la que le va más a la contra. La idea de la narrativa es buena y los textos tienen potencial, pero acaba desaprovechándolo en una trama poco interesante, agravada por un abuso del recurso. Su parte jugable es lo más destacado, con fórmulas y mecánicas que no dejan de cambiar para mantener siempre al jugador sorprendido. Sin duda, su mayor virtud.
Hemos analizado KLAUS para PlayStation 4 con un código de descarga que nos ha proporcionado Evolve PR.