Análisis de FlatOut 4: Total Insanity (PS4, PC, Xbox One)
En la anterior generación de consolas, la de Xbox 360 y PS3, disfrutamos de una gran cantidad de juegos de conducción arcade, para todos los gustos y colores, con multitud de propuestas e ideas alocadas como Split/Second: Velocity, Need for Speed Hot Pursuit, Pure, Blur o Motorstorm. Por desgracia, en la actual generación los juegos de coches no pasan por su mejor momento de popularidad, y menos los arcade, y los que amamos el género nos sentimos un poco huérfanos, tanto que incluso muchos nos conformaríamos con alguna remasterización de la olvidada saga Burnout.
Por suerte no todo está perdido, y se acaba de poner a la venta FlatOut 4: Total Insanity para PS4 y Xbox One, una nueva entrega de una saga que comenzó en 2004, y que pese a que nunca ha sido una de las más aclamadas o queridas, nos ofreció en 2007 para Xbox 360 (y en 2008 para PC) un gran juego como FlatOut Ultimate Carnage, que no muchos conocen.
Sus creadores, los finlandeses Bugbear, ahora se encuentran en otros menesteres (llevan años trabajando en el ambicioso Wreckfest), y de esta nueva entrega se han encargado los franceses Kylotonn, que han creado un entretenido arcade de conducción, sin más pretensiones. Un juego que puede valer para saciar un poco la sed del género, pero que hay que dejar claro que es una producción modesta, que no consigue destacar en ningún aspecto concreto, y que se queda lejos de los mejores arcades que disfrutamos hace unos años.
Tan importante la destrucción como la velocidad
Lo que diferencia a la saga FlatOut de otros juegos de conducción arcade, es que tan importante es ser rápido y llegar el primero a la meta como destrozar a golpes a tus rivales.
Los circuitos son muy amplios, no exigen demasiada pericia al volante, pero los efectos de polvo y partículas, así como los múltiples objetos que pueden golpearse y situarse en mitad de las carreteras, hacen que muchas veces las carreras sean bastante caóticas, y tengamos problemas para ver lo que nos esperaba más adelante, introduciéndose un factor de suerte o aleatoriedad que no encontramos en otros juegos de coches.
En el modo Carrera tenemos que comprar coches y mejorarlos, obteniendo dinero en los campeonatos, y poco a poco ir avanzando en las diferentes competiciones, que suelen estar compuestas de tres o cuatro carreras consecutivas. Aunque en este modo de juego lo más importante quedar entre los tres primeros, pronto aprenderemos que la mejor manera de llenar la barra de turbo es chocando con nuestros rivales, por lo que el juego nos incita de una manera sutil a buscar el enfrentamiento.
El control cumple sin grandes alardes, sencillo pero fiable, y las físicas podrían ser mejores, sobre todo en un juego en el que los accidentes y los choques con el resto de coches están a la orden del día. La base de la jugabilidad es correcta, algo obligatorio en cualquier arcade, y es en cómo está estructurado el juego donde encontramos más problemas, por ejemplo, con carreras demasiado largas (de seis o siete minutos a veces), que llega a dar un poco de pereza repetir.
En un juego en el que la suerte tiene un papel tan importante en las carreras, porque cualquier mínimo choque u objeto puede acabar con tus aspiraciones, el hecho de repetir e intentarlo una y otra vez debería ser un proceso más natural y que te apeteciera, con carreras más cortas. Aquí no hay rebobinados ni segundas oportunidades, tienes que mantenerte en tensión desde el primer minuto hasta el final, y es algo que nos gusta, pero que hubiéramos preferido en pequeñas dosis. Es un juego al que le pegaba mucho más tener carreras cortas e intensas, que largas y a veces un poco aburridas. Un error bastante obvio, que sorprende que no hayan sabido detectar.
Por suerte la variedad de contenidos es uno de sus puntos fuertes, y además del modo Carrera, que es un tanto plano pero que cumple su cometido, tenemos otro tipo de pruebas más desenfadas, gamberras y directas, que en algunos casos son muy divertidas, y en otros un tanto desacertadas.
Esta variedad jugable la podemos degustar en el modo FlatOut, 42 pruebas con puntuaciones que tenemos que ir desbloqueando progresivamente, donde podemos conseguir la copa de bronce, plata y oro, y que nos proponen todo tipo de locuras. Desde carreras que parecen más propias de un Mario Kart, donde podemos utilizar poderes especiales para fastidiar a nuestros rivales (bombas, minas, una bola de demolición), lo que es muy divertido, hasta pruebas acrobáticas, en la que nuestro piloto sale despedido por la luna delantera y tenemos que meterlo dentro de unos vasos, tirar unos bolos, jugar al golf o al billar, o derribar un castillo de juguete.
Estas pruebas de puntuación nos parecen una buena idea, pero la ejecución es cuanto menos irregular. Para empezar está muy mal explicado cómo funciona el sistema de propulsión del piloto fuera del coche, y será después de una larga acumulación de frustraciones cuando lo entiendas. Una vez que lo hayas hecho, las físicas del juego no son lo suficientemente buenas como para que estas pruebas se sostengan, y es una pena, porque podían haber sido bastante divertidas, con marcadores en línea y la posibilidad de jugar en modo local con hasta 8 jugadores, por turnos eso sí, nada de pantalla partida.
Al final las pruebas más divertidas son las de tipo Arena, varios coches metidos en un entorno circular y cuyo objetivo es destrozarse a golpes. Quizás haya un factor de nostalgia, y nos ha hecho recordar al divertido Destruction Derby (1995) de Reflections, pero lo cierto es que a pesar de ser un concepto tan simple, sigue siendo muy divertido. Hay diferentes variaciones de este modo, como tener o no reapariciones, ítems especiales o una especie de atrapa la bandera, pero todas ellas resultan divertidas. Como en otros aspectos del juego, se echan de falta unas físicas más sofisticadas para que las colisiones resulten más vibrantes y espectaculares.
También hay un modo multijugador a través de internet, donde podemos competir en todas las pruebas que ya hemos mencionado, pero al ser un juego que se ha lanzado recientemente, y cuyas ventas tienen que ser más bien modestas, ahora mismo es prácticamente imposible encontrar partidas, y no creemos que la cosa vaya a cambiar mucho en las próximas semanas. Un mal habitual de estas producciones de segunda fila, cuyos modos online suelen estar vacíos.
Para no ser una gran producción, FlatOut 4: Total Insanity gráficamente no está nada mal, es un juego bastante vistoso, sobre todo los escenarios y los efectos de iluminación y partículas, que no se limitan a decorar, y tienen su incidencia en la jugabilidad, dificultando la visión, en ocasiones de manera un tanto exagerada. Como ya hemos mencionado varias veces, las físicas deberían ser mejores, al igual que el modelado de los coches y cómo se destrozan, y por pedir, no le hubieran venido mal los 60fps, algo siempre apetecible en un juego de conducción arcade, aunque no obligatorio.
El sonido sin duda es uno de los apartados más flojos del juego. Le falta contundencia, tanto al motor de los coches como al resto de efectos, y tiene una banda sonora con temas rock muy olvidables, que encima suenan sin contundencia, con poca calidad. Es uno de esos juegos a los que puedes quitarle el sonido y no te pierdes nada.
Pasión por la destrucción
FlatOut 4: Total Insanity no va a pasar a la historia de los juegos de conducción arcade, pero estamos tan escasos actualmente de este tipo de títulos, que puede llegar a ser recomendable si eres amante del género. No consigue destacar en ningún aspecto, y evidencia constantemente que es una producción bastante modesta, pero aun así su fórmula sencilla y directa funciona, y se las apaña de sobra para entretener sin muchos problemas. Es una pena que este género haya quedado relegado a una segunda o tercera fila, pero al menos aquí tenemos un nuevo arcade que llevarnos a la boca.
Hemos realizado este análisis en su versión de PS4 con un código de descarga que nos ha proporcionado Badland Games.