Análisis de DeathSpank PSN (PS3, PC, Xbox 360)

Uno de los motivos por los que suele decirse que la distribución digital es un gran invento es que permite que se lancen juegos que sería imposible que llegasen a las tiendas, bien por su toque retro, su brevedad o su reducido público. En el caso de Deathspank, es una mezcla de todo esto, y sobre todo porque haría el ridículo en comparación con los otros juegos de su género. Mientras que los títulos de acción y rol cada vez tienden más hacia los mundos abiertos, las complejas relaciones entre personajes y, sobre todo, la espectacularidad gráfica, Deathspank opta por el humor, la acción desenfrenada y, en ocasiones, lo ridículo, para ofrecernos una experiencia fresca y rápida.

Ron Gilbert, uno de los creadores de Monkey Island junto con Tim Schafer (autor del reciente Brütal Legend), es una garantía de humor, y Deathspank lo emana por los cuatro costados. Si Guybrush Threpwood quería ser un pirata, Deathspank es un consumado héroe e impartidor de justicia de reconocida fama entre el populacho, del mismo modo que lo es el policía Torrente en sus películas.

Él es muy consciente de todo esto y de sus crecientes responsabilidades, y tras una larga carrera desfaciendo entuertos, ha llegado el momento de que consiga "el Artefacto". Ésta es la excusa perfecta para situarnos en un mundo repleto de enemigos, armas, ítems y aventuras principales y secundarias más o menos absurdas, que se va abriendo a nuestro paso mientras machacamos botones (todos son de ataque) y de vez en cuando nos cubrimos o devoramos una pata de pollo para reponer fuerzas.

La idea de Deathspank es, aparentemente, ofrecer un clon de Diablo extremadamente desenfadado. El mapa del mundo se va abriendo a nuestro paso y nosotros nos vamos encontrando con todo tipo de aventuras, tanto principales como secundarias, a medida que hablamos con personajes no jugables. Estas aventuras se organizan en un diario, dividiéndolas entre "cosas importantes que hacer" y "cosas no importantes que hacer" (es decir, principales y secundarias), pero realmente no requieren del jugador que se estruje demasiado los sesos. Consisten principalmente en recolectar ítems, ya sean elementos para un hechizo mágico u objetos perdidos de los viandantes, y la forma de solucionarlas no va mucho más allá de seguir avanzando y matando enemigos.

Éstos son muy numerosos y de tipos muy variados y, como es costumbre, irán teniendo nivel superior, lo que modifica sus habilidades y características y también su aspecto visual. Para hacerles frente el juego dispone de un sistema de combate muy sencillo. Contamos con una barra de vida que disminuye con cada ataque y una barra de justicia que se va llenando a medida que hacemos combos. Ésta nos permite hacer un ataque especial (el siguiente que hagamos con un arma, es decir, de forma automática), que hará más daño a los enemigos.

El sistema de combate es bastante desenfadado. Los cuatro botones principales se asignan a diferentes armas, de entre los centenares que encontraremos por el juego. Éstas incluyen espadas, hachas, machetes, mazas y también armas de largo alcance como ballestas, y tendrán varias características de daño, alcance, efecto de elementos como fuego, hielo, etc... nada demasiado complicado ni que requiera que el jugador se esfuerce mucho, al contar con cuatro armas, y por lo tanto cuatro ataques, un inventario con mucho espacio para llenarlo de todo lo que encontremos, y decenas y decenas de ítems que recoger tan solo pasando por encima de ellos.

El problema del sistema de combate es quizás su falta de profundidad. El juego logra ser simple, y mucho, haciéndose adictivo rápidamente, pero el sistema de bloqueo, aunque bien planteado (pulsamos el botón de bloqueo y éste dura unos segundos) no es suficiente para, en combinación con los diferentes ataques, darnos una sensación total de control. En muchas ocasiones nos veremos totalmente superados por los enemigos o las situaciones, y no nos quedará más remedio que curarnos in extremis con una poción, o huir, devorando una pata de pollo mientras las hordas nos persiguen. Esto pasa constantemente y aporta hilaridad al juego, pero se vuelve repetitivo y cansino en ocasiones, ya que la sensación de caos, de estar recibiendo golpes por todas partes y no dar abasto, a veces es excesiva. Se echa en falta también la posibilidad de combinar mejor los ataques con combos, en vez de que cada arma sea completamente independiente de las otras. Más adelante conseguimos las Runestones y el juego le da una vuelta de tuerca más al combate, haciendo que ciertas combinaciones de armas permitan ataques especiales, pero esto no resulta suficiente para que el combate gane enteros.

Pero el conjunto general es tremendamente divertido y fresco. Deathspank tiene esa virtud de juegos como Diablo, World of Warcraft o incluso el reciente Borderlands, de mantenernos siempre con ganas de jugar para subir un poco más de nivel y conseguir una "carta de héroe" más, y por supuesto de encontrar ítems y armaduras más poderosos y con una descripción más absurda si cabe (podemos encontrar una pistola de pollos y caca de unicornio, entre otras cosas).

Deathspank se guarda una sorpresa más: un modo cooperativo a pantalla partida en la que el otro jugador controla a Sparkles the Wizard, compañero de aventuras de Deathspank. No se trata de un clon del personaje principal, sino de un personaje diferente con una forma de jugar propia. No cuenta con armadura, pero sí con una serie de hechizos -curación, bola de fuego y clonarse para ser un señuelo para enemigos-; no es una especie de cooperativo al uso, en el que los dos jugadores tienen las mismas obligaciones y capacidades, sino que el segundo jugador ejerce algo así como de ayudante, compartiendo además la misma barra de energía que el personaje principal.

A nivel técnico y artístico, Deathspank sorprende al combinar los gráficos 3D de los escenarios y los personajes y enemigos, con las dos dimensiones de todo lo demás, como los ítems que suelten los enemigos y el propio relleno del escenario -árboles, piedras, etc...-. Este contraste es... raro. No se puede decir que estemos ante algo innovador capaz de crear una moda como el Cell-Shading, pero tampoco queda mal. Le da al juego un estilo único, que no extraordinario, y se combina bien con el buen diseño artístico de todos sus elementos, aunque a nivel técnico en ocasiones el motor se ralentiza, lo que es extraño al no ser un juego con una gran carga de polígonos, texturas o efectos.

A nivel sonoro, en cambio, el juego cuenta con un doblaje al inglés muy gracioso, que lamentablemente no cuenta con ningún tipo de subtitulado en castellano -sí en inglés-. Esto es una lástima, porque los diálogos son graciosos y se habrían adaptado muy bien a nuestra lengua; se entiende que al ser un juego descargable, y con tanto guión, el presupuesto para localizarlo al castellano no llegue... pero es una verdadera lástima. Los efectos de sonido son un tanto exagerados y pueden llegar a cansar, pero la música es muy divertida: no tiene nada que ver con la ambientación fantástico-medieval del juego, parece la de un Western o la de una película de motoristas.

Conclusiones

De igual modo que muchos juegos descargables simplifican, como haciéndolos volver a sus orígenes, géneros que se han vuelto cada vez más enrevesados con los años, Deathspank hace lo propio con los juegos estilo Diablo, pero añadiendo un toque de humor hilarante y presente en todo el juego, desde la absurda historia hasta los enemigos, pasando por los memorables diálogos. Quien busque un juego sin complicaciones, con la capacidad de adicción de clásicos como Gauntlet pero al mismo tiempo con una gran variedad de inventario, puede que se lleve una gran sorpresa con Deathspank. Y sería una muy buena noticia que muchos juegos se contagiasen de este sentido del humor, o al menos que Ron Gilbert se anime con el éxito de Deathspank y haga más proyectos.