Análisis de The End is Nigh (PC, PS4, Switch)
Por más que pasen los años, tenemos muy claro que los juegos de plataformas nunca morirán. Podrán estar más o menos de moda, pero tratándose de un género con el que siempre se ha relacionado este hobby, no cabe duda de que seguiremos recibiendo más y más títulos dispuestos a desafiar nuestra habilidad con el mando y nuestros reflejos a través de complejos y desafiantes saltos.
Por ello, tras varias décadas en las que hemos visto cómo han evolucionado y se han perfeccionado, que un juego de plataformas consiga sorprendernos con su calidad a día de hoy es, cuanto menos, complicado e inusual. Sí, nos pueden gustar y hacérnoslo pasar muy bien, pero esa sensación de "ya hemos visto esto en otro juego y mejor hecho" suele estar muy presente y nos hace, casi de forma inconsciente, ser más exigentes con este tipo de títulos que con otros géneros más modernos o menos explotados.
Así que cuando llegan a nuestras manos cosas como The End Is Nigh, la nueva obra de Edmund McMillen (conocido por ser el creador de Super Meat Boy) y Tyler Glaiel, no podemos hacer otra cosa que quitarnos el sombrero ante ella y recomendarla con todas nuestras fuerzas, ya que nos ha hecho disfrutar sin parar de principio a fin al mismo tiempo que ha conseguido sorprendernos por la increíble cantidad de contenidos que esconde y lo ingeniosamente bien diseñados que están todos sus niveles, algo que no suele ser muy habitual. Pero no nos adelantemos y vayamos por partes.
Muerte, habilidad y reflejos
El título en cuestión nos sitúa en un futuro postapocalíptico en el que apenas quedan unos pocos seres vivos, y los que hay están muy lejos de poder ser considerados como humanos. No en vano, nuestro protagonista, Ash, es una especie de bola mutante que tras un intento frustrado de ser Youtuber en un mundo tan desolado como este, decide que lo mejor será salir de aventuras para encontrar un amigo, el cual buscará crear reuniendo trozos de carne y órganos de otras personas.
Tras esta breve y atípica introducción (toda ella salpicada con el peculiar humor negro de McMillen), el guion desaparece y nos ponen directamente a jugar. A partir de aquí comienza una aventura plataformera bidimensional en la que tenemos que superar cientos de mininiveles que pueden ser completados en apenas 10 o 15 segundos si no morimos, donde nuestro único objetivo será llegar del punto A al punto B e intentar obtener por el camino la víscera coleccionable que se esconde en cada uno.
Lo primero que llama la atención del título es lo tremendamente precisos y simples que son sus controles. Básicamente nuestras únicas habilidades son saltar, agacharnos y colgarnos de salientes y esquinas, aunque también existen pequeños movimientos avanzados como tomar impulso desde un sitio en el que estemos colgados para impulsarnos y llegar al extremo contrario o la posibilidad de provocar que caigamos a una velocidad mayor para evitar algún peligro o destruir algún obstáculo.
Como muchos sabréis, que tengamos pocas acciones disponibles no tiene que significar obligatoriamente que el título no tenga profundidad o que este carezca de variedad, lo que suele ser responsabilidad del diseño de niveles, algo en lo que este juego destaca como pocos. Resulta increíble la gran cantidad de situaciones diferentes y desafíos que los desarrolladores han conseguido crear para retarnos a cada paso que damos, incluyendo de forma constante nuevos peligros y mecánicas con los que tenemos que aprender a lidiar si queremos sobrevivir, especialmente cuando estos empiezan a combinarse de formas inesperadas y a convertir cada pantalla en una especie de minipuzle donde tenemos que averiguar cuál es la ruta a seguir y cómo debemos enlazar nuestras acciones.
Algo que demuestra el buen hacer que se ha hecho con el diseño de niveles es lo bien planteada que está la forma en la que el juego nos enseña a lidiar con los nuevos obstáculos y mecánicas que salen a nuestro paso, ya que se hace de una manera tan natural y progresiva que evita cualquier tipo de frustración al mismo tiempo que las interiorizamos y nos desafían de forma constante.
Hablando de desafío, estamos ante ese tipo de juego en el que moriremos, literalmente, cientos de veces, puede que miles, algo que podremos comprobar cuando queramos en nuestro contador de muertes. Casi cualquier cosa que encontremos en los escenarios nos matará de un solo golpe y las fases no perdonan errores, obligándonos a realizar saltos calculados al milímetro y donde actuar en el momento adecuado es imprescindible.
Lo mejor es que sus controles son tan buenos y que el diseño de niveles está tan estudiado que en ningún momento llegaremos a pensar que esas muertes son culpa del propio juego, sino únicamente nuestras por falta de habilidad y precisión, consiguiendo que nos piquemos una y otra vez para mejorar y así pasar de una vez ese punto en el que siempre nos matan. Aunque sea un juego perfecto para echarse unas partidas rápidas, os podemos asegurar que una vez os pongáis con él os costará mucho soltar el mando y la mítica frase de "cinco minutos más y lo dejo" la diréis varias veces antes de realmente cerrar el programa.
También tenemos que destacar la ingente cantidad de contenidos y desafíos que el título nos ofrece, ya que cuenta con un total de más de 600 niveles si queremos conseguir el 100%, una auténtica barbaridad. Además, existen multitud de coleccionables y fases secretas para encontrar, incluyendo unos cartuchos que nos dan acceso a unas pantallas de corte retro (música y gráficos incluido) donde nuestras vidas sí son limitadas. Llegar hasta el final (hay varios, por cierto) es una tarea más o menos asequible, pero si pretendéis obtenerlo todo, preparaos para explorar muchísimo y para poneros a prueba de verdad, porque tenéis juego y muertes para rato.
A nivel gráfico estamos hablando de un título muy simple en lo técnico pero con un diseño artístico realmente bueno y trabajado que nos traslada a un mundo desolado y con muy pocos colores, algo que ayuda a sumergirnos en la aventura y, al mismo tiempo, evita que nos distraigamos con elementos decorativos que no aporten nada a lo jugable. De hecho, el uso de colores y sombras se ha hecho de una forma muy inteligente, ya que se ha aprovechado también para ocultar algunos secretos que solo veremos si observamos con mucha atención. Destacar también el genial acabado que tienen las fases retro, con filtros incluidos para darnos la sensación de estar jugando en un monitor clásico.
Otro de los grandes aciertos del juego lo tenemos en su estupenda banda sonora, la cual toma multitud de temas de música clásica conocidos por todos para remezclarlos con mucho buen gusto y animar nuestras partidas con melodías que nos costará quitarnos de la cabeza. Los efectos tampoco se quedan atrás, sonando claros y contundentes, además de ser incluso "graciosos" y variados. Finalmente, lo poco que escucharemos de su doblaje inglés conseguirá sacarnos una sonrisa con facilidad por lo que se dice y la interpretación que se les da a estas escenas.
Conclusiones
The End Is Nigh es un juego de plataformas que quizá no sea demasiado original en lo que hace (más allá de su particular ambientación), pero está realizado con un gusto exquisito y le sobra calidad para sorprendernos con su genial diseño de niveles y sus precisos controles. Es adictivo y desafiante como pocos, es totalmente rejugable y tiene una cantidad de contenidos tan abrumadora que si queremos obtener el 100% vamos a tener que dedicarle muchísimas horas de pura diversión. Puede que haya llegado sin hacer demasiado ruido, pero es, sin duda, una de las grandes sorpresas del año.
Hemos realizado este análisis tras comprar el juego en Steam.