Análisis SCHiM: Original, bonito pero extremadamente simple (PC, Xbox Series X/S, PS5, Switch, PS4, Xbox One)
Nos encantan las nuevas ideas. Nos encanta ver un juego y pensar «esto no lo hemos visto antes», sobre todo, entre tanta superproducción genérica innecesariamente obligada a marcar las mismas casillas para el «éxito». Es por eso que, cuando vimos SCHiM fue directamente a nuestra lista de deseados. Este pequeño proyecto independiente tenía, sobre el papel, todo lo necesario para ser uno de esos juegos que nos encantan, pero, no os vamos a engañar, el producto final nos ha decepcionado un poco. Os contamos por qué.
A saltos por la infancia
SCHiM es un juego muy sencillo de puzles y plataformas que nos pone en la piel de un schim, una criatura que, aparentemente, es el alma y el espíritu de algo, y que se separa de su dueño al principio del juego.
En lo visual, esto se traduce en una especie de rana únicamente capaz de vivir en las oscuridad, que tiene que llegar hasta cierto objetivo en cada fase saltando de sombra en sombra para volver al cuerpo de su amo. Es un concepto muy bonito, conectado también con la inocencia de la infancia, y ese pequeño juego que todos hemos hecho de saltar entre sombras.
Esto, además, se refleja en la narrativa, en la que vamos descubriendo la vida del propietario de nuestra schim, mientras recorremos diferentes paisajes de ciudades holandesas. Es una idea muy bonita, divertida y original, lastrada, únicamente, por problemas de diseño. En concreto, tenemos uno menor -la cámara de objetivo- y uno bastante mayor -el diseño de niveles-. Vamos a profundizar en ellos.
Como decimos, cada nivel tiene un objetivo, normalmente, un animal, un vehículo o una persona que nos acercará hasta nuestro dueño. Cuando pulsamos R2, la cámara se moverá hacia el objetivo o el siguiente punto clave en el mapa. O no. A veces nos enseña un punto del mapa en el que no hay aparentemente nada, o que, incluso, nos aleja del objetivo. ¿Nos está dando pistas para encontrar los objetos secretos en cada mapa? ¿O está rota? Ni idea. Por mucho que nos gusta que la interfaz sea prácticamente invisible, creemos que una herramienta para progresar debería ser, ante todo, funcional, y en este caso confunde en más ocasiones de las que nos gustaría.
Por su parte, el diseño de niveles es extremadamente básico. Hay fases que, literalmente, se pueden completar en unos segundos saltando hacia adelante, y no hablamos de las primeras, sino de fases ya bien avanzadas en el juego. La mayoría, al menos, tienen cierto desafío, pero salvo contadas excepciones, todas son muy básicas. Y, el realidad, el problema no es necesariamente esa simplicidad, sino la falta de ideas. Tanto en un juego de plataformas como en un juego de puzles (y SCHiM se supone que es ambos) hay que ir introduciendo nuevos elementos que mantengan al jugador interesado, y aquí las ideas escasean bastante.
En SCHiM podemos interactuar con prácticamente todos los objetos del mapa, pero la inmensa mayoría de ellos no sirve para nada. Hay algunas barreras que podemos mover para cambiar la sombra, sombrillas que nos lanzan... pero poco más. Aparte, hay algunas modificaciones en las mecánicas, como fases nocturnas en las que las sombras se mueven constantemente con las luces de los coches, pero, de nuevo, son cosas muy puntuales. Sería lógico pensar que cuando llegamos, por ejemplo, al nivel 51, las cosas se complicarían, iríamos combinando objetos y diferentes mecánicas... pero no.
Un viaje impecable en lo audiovisual
En lo que sí que no falla SCHiM es en lo audiovisual y lo narrativo. Desde su combinación de colores, hasta su diseño minimalista y su sutil aproximación a la narrativa, todos los elementos crean un fantástico viaje en el que da gusto perderse. La ambientación holandesa también juega muy a su favor, siendo una ubicación bastante poco explotada en los videojuegos, y las relajadas melodías que acompañan cada nivel.
Además, muy puntualmente encontramos niveles que rompen con lo habitual para profundizar en la historia, y que, sin ser nada revolucionarios, aportan variedad al desarrollo. Por cierto, queremos darle el mérito que se merece a cómo todo funciona sin una sola palabra en pantalla, más allá del mensaje que aparece cuando encontramos un objeto coleccionable. Es un juego muy limpio, con personalidad y reconocible, al que, por desgracia, el diseño de niveles no acompaña.
Un gran viaje que se queda a las puertas de la grandeza
SCHiM es uno de esos juegos a los que nos encantaría darle una notaza. Se nota que es un juego hecho con cariño, que intenta hacer algo diferente y que está muy cuidado, pero que, por desgracia, se queda muy corto en el diseño de niveles. Tanto como juego de plataformas como como juego de puzles es incapaz de aprovechar sus mecánicas, y siendo un juego relativamente largo (hemos tardado unas seis horas en completarlo intentando recoger todos los coleccionables), acaba aburriendo.
Esperamos que, en una hipotética secuela, los niveles inteligentes y con buen diseño sean la norma y no la excepción, ya que todo lo que tenemos ante nosotros nos gusta, pero la ejecución no está a la altura. No creemos que un juego de estos géneros deba ser necesariamente desafiante, pero sí estimulante, y, desafortunadamente, SCHiM se queda en un bonito viaje falto de inspiración.
Hemos realizado este análisis en Steam Deck con un código de descarga proporcionado por Pirate PR.