Análisis de Port Royale 2 (PC)
FX Interactive nos tiene bien acostumbrados a lanzar buenos juegos en el mercado español a un precio muy reducido, 19’95€. Buen ejemplo de esa política de calidad/precio son las geniales aventuras gráficas Runaway y The Longest Journey, que causaron una muy grata impresión entre los jugadores y apenas costaban la mitad que los lanzamientos habituales de PC. En cuanto a la estrategia, FX ha destacado por la publicación de Imperivm (en tiempo real) y Patrician (estrategia de gestión), esta última una saga directamente vinculada con la que ahora nos atañe, pues emplean el mismo motor de gestión.
El juego básicamente está orientado al comercio marítimo y la política colonial. En la mayoría de partidas que jugamos tomamos el rol de un comerciante independiente de las cuatro naciones que dominan en la zona que transcurre el juego, el Caribe. Ambientado en 1600, Port Royale 2 presenta la supremacía de cuatro potencias europeas, que son España (la más importante y con mayor número de colonias y bienes), Francia, Holanda e Inglaterra. Al comienzo de cada partida todas las ciudades están ocupadas por una de estas naciones, siempre atendiendo a sucesos históricos, y según evoluciona la partida somos bienvenidos en ellas o no, ya que pueden cambiar su alineamiento con respecto a nuestro país o con respecto a nosotros, en función de cómo se desarrollen los acontecimientos.
Para facilitar la lectura del análisis, está clasificado en función de los distintos aspectos que realmente importan en el juego.
El Nuevo Mundo
Como ya se ha comentado, cuatro son las naciones que se disputan la hegemonía en la zona del Caribe durante el siglo XVII. Todas ellas tienen bajo su control una diversa cantidad de ciudades (habiendo en total en el juego unas 60) por las que podemos navegar y comerciar. Las ciudades y la exploración del mundo son sin duda elementos importantísimos en Port Royale 2, ya que para poder establecer buenas rutas comerciales y abrir nuestros horizontes de negocios hay que tener un buen conocimiento del Nuevo Mundo y saber en qué lugar es mejor situar nuestros almacenes.
Por otro lado, son importantes también las relaciones internacionales. En principio partimos de la neutralidad (salvo en alguna campaña), pero las diferentes naciones irán ofreciéndonos su alianza, especialmente cuando se encuentren en guerra con algún otro país. De igual manera podemos permanecer al margen de los conflictos políticos y dedicarnos únicamente al comercio. Pero la guerra y las disputas no permanecen siempre, la paz también sabe hacerse respetar en el Caribe.
La base de Port Royale 2 son los bienes con los que comerciamos durante el juego. Cada ciudad es capaz de producir cinco productos, ya sean materias primas, manufacturas para las colonias, bienes coloniales o artículos de lujo para los gobernadores o virreyes. Dichos materiales son más baratos siempre en las ciudades donde se producen que en cualquier otra, y es en ese dato en el que hemos de basar nuestra navegación y nuestras rutas, intentando siempre comprarlos en dichas ciudades, y afianzándonos en zonas que produzcan mucha variedad de elementos.
Solo podemos acceder a las ciudades de dos maneras: llegando en barco y entrando al puerto o construyendo un almacén, pudiendo visitar la ciudad cuando queramos a través del mapa, sin necesidad de ir en barco. Una vez dentro de la ciudad tenemos acceso a los distintos edificios de interés, como nuestro almacén, la lonja, la taberna, el astillero o el maestro de constructores. Además, en las ciudades más importantes encontramos a un gobernador o un virrey: son lugares con más movimiento del normal y cuentan también con palacios donde encontrar a los mandamases, en vez de los habituales ayuntamientos.
Hagámonos poderosos
En efecto, el juego consiste principalmente en alcanzar más y más poder tanto económico (dinero y bienes) como militar. Todas nuestras acciones comerciales tienen lugar en nuestros barcos y almacenes y, sobre todo, en las lonjas, lugares de intercambio de las ciudades. Pasaremos allí la mayor parte de nuestro tiempo en el Caribe, buscando los puertos donde nos hagan mejores precios a los bienes anteriormente adquiridos o producidos. Para un jugador de bien (esto es, que no se decante por la piratería) esta es la mejor forma de ganar dinero: encontrar una ciudad que requiera una mercancía concreta y proveérsela.
Cada ciudad tiene su propio mercado, sus productos van aumentando y decreciendo según pase el tiempo y sus requerimientos cambien, ya sea por migraciones de población, enfermedades o ventas masivas de bienes. En las ciudades en las que estemos asentados podemos decidir construir edificios productores de las materias que dé dicha ciudad, para así asegurarnos el monopolio de la zona y el control de ese producto. El maestro de constructores nos indicará qué podemos construir en cada ciudad, y empezar a producir como buenos maestros del comercio.
Nuestra flota puede además transportar colonos de ciudades superpobladas a otras en las que se requieran trabajadores, que nos pagan bastante bien por su traslado. Otra mercancía con la que comerciar son las armas de los navíos, que en cada ciudad tendrán su precio. O incluso los sueldos de los marineros que podemos contratar varía de una ciudad a otra.
Es muy importante tener un cierto control sobre el mapa, ya que nos lleva mucho tiempo (dentro del juego) atravesar el Caribe de costa a costa, y ello implica que se desarrollen variaciones clave dentro del mercado, por lo que si nos dirigimos a una ciudad a vender madera, tal vez cuando lleguemos ya les sobre a patadas y necesiten algodón, del que carecemos. Entonces es interesante asentarse en varias ciudades, haciendo trabajos para los señores locales y obteniendo un permiso de construcción para instalar nuestro almacén. Teniendo así un segundo lugar de partida de navíos podemos llegar a más sitios del Caribe en menos tiempo, y proveer de bienes específicos a ciudades de forma pronta, de manera que no se nos adelanten el resto de marinos, que no dejarán aprovechar las oportunidades. Pero además, para facilitar esta navegación y hacerla más sencilla, el juego pone a nuestra disposición la posibilidad de fijar flotas "automáticas", rutas comerciales que recorren nuestros barcos intentando siempre sacar el mayor beneficio y comprando lo más barato que encuentren, de forma automática. Esto es interesante cuando empezamos a ser poderosos y queremos tener control sobre una mayor cantidad de ciudades, que nos vemos incapaces de manejar todas nuestras flotas a la vez, por lo que requeriremos de estas rutas que traen beneficios mientras nos centramos en nuevas expansiones o negocios.
Ciertamente podemos comprobar como las posibilidades de comercio son amplísimas. Hay muchas estrategias que llevar a cabo. Podemos decidir asentarnos en ciudades con materias primas similares y monopolizar el mercado de, por ejemplo, el maíz, convirtiéndonos en los únicos comerciantes que lo vendan. O buscar gangas por todo el mundo y lugares donde revenderlas mucho más caras. Incluso dedicar flotas al traslado de colonos, que las migraciones poblacionales son bastante frecuentes en el juego. No hay dos partidas iguales, si bien si que recomendamos tener algo parecido a una estrategia comercial, porque sino podemos caer en una aburrida y monótona secuencia: cogemos el barco, vamos a la primera ciudad que veamos, compramos lo que les sobre y le vendemos lo que nos sobra. Ese modo de juego acaba aburriendo porque nunca obtenemos grandes beneficios y los traslados pueden ser tediosos y largos. Es por ello que en Port Royale 2 hay que implicarse bastante con el comercio, sentirse comerciante. De lo contrario mejor convertirse en un cruel y sangriento pirata...
¡AL ABORDAJE!
Si en vez del comercio justo, lento y honrado que supone dirigir flotas comerciales decidimos dedicarnos a una aventurera vida de corsario en el Caribe, nos haremos de oro en un periodo significativamente más breve, si bien pondremos en contra nuestra a todos los convoyes militares de las naciones atacadas. En vez de recorrer los puertos en busca de algún trato podemos dedicarnos a abordar en el mar poderosos navíos comerciales, o incluso intentar asaltar una ciudad y saquearla. Nuestra reputación se verá, como es natural, claramente afectada, y las naciones harán lo que esté en su mano para detener nuestra carrera criminal. Es aquí cuando llegamos a la guerra (la otra opción es que un país aliado nuestro declare la guerra a otro y se libren combates entre los convoyes militares).
Las batallas navales tienen una gran importancia en Port Royale 2, ya que son la base militar del juego. Los asedios a ciudades son menores que los combates navales. Partiendo de nuestra neutralidad política, podemos decidir aliarnos con una nación, de forma que si ésta entra en guerra nos conceda patentes de corsarios que nos permitan atacar los navíos de otros países, sin ser considerados piratas por ello. Además nuestro prestigio subirá enormemente en la nación defendida, llegando a ser ídolos nacionales.
La forma de entrar en combate es bien sencilla, simplemente hemos de dirigirnos hacia el convoy enemigo como si se tratase de una ciudad, y se iniciará una persecución que habremos de ganar si contamos con navíos más rápidos. Y es que la calidad de nuestra flota es el factor más importante en Port Royale 2. Existen 16 barcos diferentes (más uno secreto...), algunos de guerra y otros de transporte de mercancías, y hay diferencias más que patentes entre los mejores y los peores (también las hay de precio, como es lógico). Las Corbetas no tienen nada que hacer contra los poderosos Navíos de línea ingleses, pero tal vez los Galeones de guerra españoles les hagan pasar más apuros. No obstante los mejores barcos son imposibles de comprar en los Astilleros, únicamente podremos hacernos con ellos capturándolos en una batalla.
Por otra parte, el combate naval en sí. Hay que decir que es un tanto extraño, ya que mientras que el enemigo nos ataca con todos sus barcos a la vez, nosotros nos defendemos únicamente con uno cada vez. Esto se ha hecho así para simplificar el combate y hacerlo más sencillo al jugador, aunque resulta un poco extraño ver un cinco contra uno (nunca intervienen más de cinco barcos en un combate) en el que el solitario pueda salir victorioso. La clave está en que cuando nuestro barco no pueda aguantar más, otro entra en acción y el anterior se retira de la disputa. Aunque nos ataquen en superioridad numérica las batallas están equilibradas. Las flotas con más barcos son menos hábiles que nosotros, y nos resultará relativamente sencillo ir esquivando sus bombardeos, si bien no tanto sus abordajes.
En las batallas resulta muy importante el viento: nuestra brújula nos indicará también la dirección en la que sopla, que será la dirección que habremos de tomar para alcanzar la máxima velocidad. Si navegamos en dirección opuesta al viento no tardaremos en quedarnos parados y ser pasto de los cañones enemigos. La técnica está en atraparles a ellos usando el viento y nuestra agilidad. Los diferentes tipos de munición que compramos en las ciudades son los que definen los ataques. Podemos disparar directamente al casco de la nave (y dañarla, su vida está en %), a las velas, con lo que reduciremos su capacidad de maniobra, o incluso a la propia tripulación, para poder hacer un abordaje fácil y cómodo. Podemos ir sacando navíos hasta que nos quedemos sin más o los rivales huyan o sean derrotados.
Tras vencer en una batalla solo nos queda recoger nuestro botín y decidir qué hacer con los barcos capturados, si hundirlos o unirlos a nuestra flota, para poder repararlos en los Astilleros. Cuando somos atacados, siempre existe la posibilidad de huir (y nuestros enemigos la pondrán en práctica también), en la que no combatimos y las pérdidas se intentan minimizar, aunque sí que las hay. No es una huída limpia. La máquina hará uso de esta opción en alguna ocasión.
Finalmente, para concluir con las batallas navales hay que añadir un dato más. En algunas ocasiones, el capitán del convoy enemigo te retará a duelo para resolver la disputa, de manera que no se produzcan más bajas de marineros. Entramos entonces en lo que es el modo de duelo, un capitán contra otro a sablazo limpio. Este modo de duelo lo veremos además en ataques a ciudades, o contra algún pirata, que nunca se rendirán sin desafiarte antes. El duelo es bien sencillo: simplemente hacemos ‘click’ con el ratón en las partes del cuerpo del enemigo que queramos estocar, y nuestro capitán intentará golpearle. Intervienen el factor cansancio y, por supuesto, la vida. No podemos agotarnos dando estocadas, habrá que ir recuperando el aliento y defendiéndonos con el botón derecho del ratón. ¡El resultado de la batalla depende de la victoria!
En cuanto a los ataques por tierra (suelen ser menos que los marítimos), es conveniente precisar que antes de asaltar la ciudad tenemos que acabar con los convoyes militares que la custodien. Tras dar buena cuenta de ellos nos adentramos en tierra (nuestros soldados van armados con sables y mosquetes, a elección nuestra), donde empezamos a combatir a las tropas resistentes (de una forma muy intuitiva y sencilla) o en su defecto a destrozar una puerta de la ciudad, que será nuestro objetivo. Naturalmente la conquista de una ciudad extranjera supondrá ganarnos su enemistad desde entonces.
Y los últimos enemigos con los que nos encontramos son los siempre presentes piratas. Siguiendo su papel de personajes más temidos del Caribe, en su mayoría son hombres con leyenda e historial de sus maldades. Encontramos una lista con los piratas más buscados del Nuevo Mundo en nuestra crónica, y si logramos derrotar a alguno obtenemos una buena recompensa de algún gobernador amistoso. Asimismo, podemos descubrir alguna guarida pirata, donde se esconden, junto a su botín y saquearla cual ciudad. Incluso se dice que hay piratas que frecuentan las tabernas de las ciudades y pueden llegar a proponerte acuerdos poco leales...
El brillo del Caribe
Técnicamente el juego no deslumbra demasiado, pero resulta vistoso y bonito de ver. El mapa general es una viva expresión de los colores caribeños, verde y azul turquesa. Los escenarios de las ciudades son también saltones y los edificios y elementos tienen una buena cantidad de curiosos detalles, si bien los modelados vienen a ser muy parecidos entre sí (por no hablar de ciudades idénticas, aunque hay otras muy diferentes). Los combates navales lucen una interesante física del agua, aunque los escenarios de combate son un tanto simplones y sosos. En general el juego no luce nada más, en las pantallas de duelo vemos un par de personajes bien trabajados pero que no sobresalen, y los menús son correctos y elegantes.
En cuanto a la música y los efectos sonoros nos hemos llevado una pequeña decepción. Al cargar el juego (en concreto el menú principal) nos aparece una típica música de aventuras de piratas, muy amena y de calidad, y nos hace esperar algo similar durante el juego. Pero lo cierto es que la banda sonora brilla por su ausencia y lo poco bueno que podemos escuchar son algunos efectos típicos como los pájaros o las olas. Lo único que salva un poco a este apartado es el buen doblaje al castellano, pero eso no justifica una pobre banda sonora.
Una campaña exclusiva para España
Más allá de los escenarios simples que podemos jugar en todo momento (y con distintas características), nos encontramos con cinco campañas de juego, en las que nos van fijando misiones las naciones a las que pertenecemos o vamos cumpliendo los objetivos que nos marcamos. En la edición española de Port Royale 2 se ha incluido una campaña extra, para beneplácito de los jugadores de aquí. Los obligados tutoriales también están presentes.
Las campañas te mantendrán bastante tiempo ocupado, pero sin duda lo que alarga más el juego son los escenarios sencillos, ya que cada partida podemos hacerla completamente diferente a las anteriores. Cambiando nuestra alineamiento, nuestros objetivos, nuestras rutas, nuestros aliados... las posibilidades se multiplican. No obstante hay que dejar claro que el simple comercio termina cansando, y el mercado en general puede ser algo aburrido para los jugadores menos experimentados del género. Por otra parte, Port Royale 2 tampoco pasará a la historia como el mejor simulador de batallas navales.
Los combates son simples, bastante largos y un tanto extraños, pero pueden ser divertidos cuando le coges el tranquillo y tienes una buena flota. Sin duda lo mejor del juego llega cuando ya somos medianamente poderosos y podemos optar a cosas más importantes, como combatir a los piratas o formar parte del ejército de nuestra nación. Pero si somos más pacifistas, siempre existe la posibilidad de asentar nuestra vida en una hermosa villa mientras nuestros trabajadores extraen los bienes de múltiples ciudades y hacen que tus riquezas se multipliquen... Todo ello en perfecto castellano, escrito y hablado, con un magnífico manual y un precioso mapa de acompañamiento, que trae la ficha de todas las naves del juego y todos los bienes producidos en cada ciudad, para ayudar al jugador. Sin duda alguna la presentación de los juegos de FX sigue a gran altura. Y a bajo precio. Un interesante títulos para los fans de la estrategia comercial... y no tan comercial.