Análisis Nobody Saves the World, lo nuevo de los creadores de Guacamelee! (PC, PS5, PS4, Switch, Xbox One, Xbox Series X/S)

DrinkBox Studios es más que el estudio de Guacamelee!, aunque es innegable que fue el metroidvania inspirado en la cultura de México lo que catapultó a la fama al equipo. Antes de las aventuras de Juan Aguacate se presentaron con dos Tales from Space y en 2016 estrenaron el infravalorado Severed, un juego de rol para dispositivos con pantalla táctil. Ahora vuelven a la carga con otro título que profundiza en su experiencia con las mazmorras: Nobody Saves the World, un ARPG para un jugador y con opción de cooperativo. ¿Estás listo para salvar el mundo siendo un "don nadie"… que a la vez puede ser cualquiera?

Un 'don nadie' para salvar el mundo

Lo cierto es que la base de Nobody Saves the World no es muy diferente a tantos otros juegos de rol estilo retro con vista superior en 2D, y abraza la idea del héroe corriente que termina por participar en una gran aventura. Además lo hace de una manera muy gráfica, con un personaje genérico y sin muchos rasgos.

No obstante en los primeros minutos de aventura Nobody, que así es como se llama este tipo, conseguirá una varita mágica de Nostramagus con el poder de transformarlo en distintas criaturas: una rata, caballero, arquera, caballo, un mago, robot… Y por supuesto, cada uno será un poco diferente, en estadísticas y habilidades a aprender.

Estas transformaciones equivalen generalmente a las clases de un RPG y por tanto su estilo de lucha varía mucho: el caballero reparte mandobles y da una patada con golpe de área, la exploradora utiliza su arco para dañar enemigos a distancia, el ratón envenena a sus víctimas… La estrategia con ellos es clara, y de vez en cuando nos interesará una transformación u otra. Lo interesante, además de desbloquear criaturas con relativa rapidez –muy pronto dispondrás de un puñado de alternativas- es que más adelante podrás combinar las diferentes habilidades de todos ellos. También cuenta con un sistema de progreso basado en misiones, una serie de objetivos adaptados a la transformación de cada momento o más generales, que una vez cumplidas –por ejemplo golpear con un tipo de ataque un número de veces- se canjean por experiencia y así se consiguen más ataques e incluso mejoras pasivas. De esta manera no sólo nos importa superar la misión principal de la historia, sino que constantemente dispondremos de una lista con peticiones para cumplir.

Nobody Saves the World incluye algunas barreras que requieren un determinado número de estrellas, o misiones superadas, que nos obligarán a que no dejemos de lado la lista de tareas. Esto nos lleva a hablar del desarrollo general del juego, que sigue un planteamiento similar al de las aventuras clásicas: explorar un mundo semiabierto –las restricciones vienen por esas barreras naturales o de puertas- donde diferentes personajes nos darán pistas del próximo encargo o servirán de comerciantes. Este mapa está diseñado por DrinkBox Studios y tiene todo lo que podríamos esperar de un Zelda o similar: bosques, algunas bifurcaciones, enemigos y tesoros para quienes se atrevan a investigar cada rincón.

Otro tema son las mazmorras, donde el estudio sí ha añadido una mecánica bastante habitual en muchos lanzamientos indie: generación por procedimientos. Si entras y sales de una de estas cuevas o castillos, el recorrido de cada piso cambia, se modifican las trampas y criaturas. Nos ha parecido un buen equilibrio entre la filosofía del mapa fijo con el de las áreas destinadas simplemente para el combate, que además suelen terminar con un enfrentamiento de resistencia –unas oleadas de enemigos- o gran jefe. Otras propuestas modernas, como Sparklite, orientaron todo el mapa a la aleatoriedad y el roguelike, que de por sí no es malo, pero lo alejaba de la fórmula más tradicional.

La gran cantidad de personajes y habilidades da una gran flexibilidad para afrontar cada zona, mucho más de los que conseguirías normalmente con un único guerrero, y en algunos casos estas criaturas nos facilitarán la exploración; el caso más claro es el del ratón, cuyo tamaño permite pasar por lugares estrechos –recuerda a la transformación en gallina de Guacamelee!-. Combinar habilidades de diferentes personajes, encontrar nuestra transformación favorita y descubrir un mapa repleto de habitantes peculiares con su dosis de humor –algo que casi nunca falta con los juegos de este estudio- hacen de Nobody Saves the World una puesta a punto de un género clásico que cualquier fan de los ARPG debería probar. Además, las debilidades elementales de algunos enemigos obligarán sí o sí a cambiar por el ataque adecuado de entre nuestras transformaciones. Nobody Saves the World tiene una duración aproximada de 20 horas de juego y la dificultad está bien medida, la obtención de alimentos para recuperar salud es generosa y siempre habrá un punto de guardado antes de los jefes.

Hay dos puntos débiles en el título, y el primero son las citadas barreras por cuestiones de estrellas y, en algún caso, de enemigos derrotados en la mazmorra para pasar al siguiente piso. Cierto, muchos de los objetivos se consiguen jugando con normalidad, pero otros no y frenarán tu progreso artificialmente; necesitarás utilizar el ataque de un personaje que quizás no te gusta mucho, envenenar un número determinado de enemigos, etc. Un planteamiento que viene a ser un grindeo para obtener la preciada experiencia; cuando te faltan bastantes objetivos por cumplir, se hace pesado.

El otro aspecto mejorable es la ausencia de aspectos rompedores o que realmente destaquen frente a la competencia. El gameplay mejora cuando sacas todo el jugo a las transformaciones y cambias entre una forma u otra según lo requiere la ocasión, porque de lo contrario puede resultar monótono, pero hemos visto RPG clásicos más brillantes –mejor diseño de mazmorras, más variedad de enemigos…-. Aun así, en honor a la verdad sí hay un apartado que da más interés a Nobody Saves the World: la opción de cooperativo, que no suele ser muy habitual en estas producciones indie. Dos jugadores con distintas transformaciones dan más juego a las habilidades y, aunque no soluciona algunos de los inconvenientes del solitario, es una de las grandes bazas del título.

Una estética 'cartoon' con mucho humor

El aspecto audiovisual es resultón, si bien tenemos que reconocer que el arte cartoon se hace un tanto impersonal y difícilmente reconocible. No es el pixel art de Children of Morta o Dungeon of the Endless, y tampoco hay una estética memorable como la de los dos Guacamelee. Las animaciones son correctas, hay efectos bonitos en el agua y un ligero desenfoque para simular profundidad en el mapa –aunque sea completamente 2D-, mientras que la calidad de los escenarios es irregular; hay zonas recargadas de detalle, otras son más olvidables. Aun así, la explosión de color y la cantidad de personajes en pantalla lo convierte en un espectáculo.

La música, compuesta por Jim Guthrie -Indie Game: The Movie, Below, Superbrothers: Sword & Sworcery EP- acompaña bien, especialmente en los momentos de más acción. Quizás, al igual que los gráficos, Nobody Saves the World, le falta un punto de carisma para dejar huella, pero cumple sobradamente.

Conclusiones

Incluso si no llega al nivel de "imprescindible", algo que sí podríamos decir de Guacamelee e incluso Severed, hay suficientes virtudes en Nobody Saves the World para disfrutarlo a nada que te gusten los juegos de rol de 8 y 16 bits con un par de giros modernos a su fórmula, sea el cambio y combinación de clases, un gameplay rápido o un cooperativo online que añade más sinergias entre distintas transformaciones. DrinkBox Studios vuelve a demostrar que es un equipo camaleónico capaz de tocar –de manera muy competente- estilos tan diferentes como los metroidvania, el rol de mazmorras en primera persona o las plataformas con puzles de físicas. Es imposible predecir qué hará la desarrolladora en un futuro, pero sin duda merecerá la pena si mantiene el nivel de Nobody Saves the World.

Hemos realizado este análisis en su versión de PC con un código proporcionado por Popagenda.