Análisis Moncage, cuestión de perspectiva (PC, iPhone, Android)
Moncage es un juego de puzles con una premisa curiosa tanto en lo conceptual como en lo técnico: los rompecabezas suceden en un cubo que podemos rotar para ver sus cinco caras (todas menos la de abajo) y en cada una de ellas hay una escena con elementos con los que podemos interactuar. Utilizando las perspectivas tenemos que rotar dicho cubo consiguiendo que ciertas piezas encajen y desencadenen una reacción que nos permita avanzar al siguiente nivel. De fondo hay una historia dramática y emotiva sobre un soldado con trastorno de estrés postraumático que se nos cuenta a través de los propios escenarios, así como de coleccionables y fotografías que encontramos en ellos.
En la rotación está la clave
Decimos que es curioso en lo técnico porque cada una de las caras del cubo funciona como un portal a un nuevo mundo, una ventanita desde la que nos asomamos a escenarios muy acotados que pueden ser fábricas, casas, oficinas, iglesias… Mover estos dioramas es una delicia gracias a su genial apartado gráfico y precisamente esa rotación, que nos permite deleitarnos con la profundidad de los escenarios, nos dará las claves para avanzar en el juego.
Todos estos lugares parecen arbitrarios, pero tienen una interconexión relacionada con la historia del protagonista del juego, algo que vamos descubriendo a medida que avanzamos en una historia que se narra sin palabras.
La solución a los puzles de Moncage suele requerir que busquemos dos (o más) objetos similares en cada una de las escenas que tenemos disponibles, aunque a priori no se parezcan; por ejemplo, hay veces que el mismo elemento aparece representado en dos caras del cubo (un camión de juguete que en otra escena es un camión de verdad), pero en otras ocasiones las similitudes están más rebuscadas (como una lámpara que colocada de cierta manera sirve como brazo de una grúa del escenario que tiene al lado). A lo largo de la partida nos vamos a encontrar con situaciones más inspiradas que otras, pero en la mayoría de ocasiones la solución está muy acotada y deja poco espacio a la investigación.
Puzles estancos de diseño irregular
Además, la dificultad del juego varía de forma irregular, siendo muy sencillo dar con los dos objetos similares en algunas ocasiones, mientras que en otro la relación entre ambos está muy cogida con pinzas. Moncage dispone de herramientas que nos permiten recibir pistas haciendo más fácil dar con la solución (si pulsamos la barra espaciadora vemos resaltados los objetos con los que podemos interactuar, y en el menú de pausa podemos recibir hasta tres pistas cada tres minutos), pero esas herramientas están completamente separadas de la experiencia en sí: el diseño del juego no nos enseña a jugar ni a interactuar con sus reglas, cada puzle es prácticamente independiente y eso nos lleva a solucionarlo mediante ensayo y error.
Aunque las comparaciones son odiosas, si recordamos otro genial juego de puzles centrado en las perspectivas y los cambios de plano, Gorogoa, podemos comprender un poco mejor por qué Moncage no termina de encajarnos del todo: la obra de Jason Roberts y Annapurna Interactive nos permitía establecer una relación con el mundo en el que jugábamos, nos hacía partícipes de él y nos daba herramientas para avanzar en la poética historia que quería contarnos. En cambio, Moncage ofrece una fórmula más basada en el desafío individualizado, ofreciéndonos rompecabezas estancos que se acaban resolviendo en su mayoría mediante el mencionado ensayo y error. Al final se vuelve una forma algo aburrida de jugar con el cubo, más centrada en dar con la clave que el juego nos esconde que en utilizar el pensamiento lateral para resolver los escollos.
Cuando las escenas cobran vida
Aun así, hay momentos de genuino asombro cuando encajamos dos piezas que a priori no parecía que pudiesen tener relación. Moncage sabe aprovechar bien esas situaciones, centrando su experiencia en el puro bloqueo (tanto del jugador como del propio escenario, puesto que casi siempre lo que tenemos que resolver tiene que ver con una puerta cerrada o una palanca atascada); vamos a pasar mucho tiempo mirando cada una de las escenas, haciendo zoom donde nos dejen e investigando cada objeto para ver si podemos interactuar con él (no, en la mayoría de los casos, porque son pocos los elementos interactivos que hay en cada uno de ellos), y eso marca el ritmo reposado que tiene esta obra en general.
Ese asombro no viene sólo de la conexión entre piezas a priori sin relación, sino también del mero descubrimiento de que dos elementos encajan visualmente; es decir, cuando vemos que hay una lámpara no podemos imaginar que de alguna manera va a encajar con una grúa, por ejemplo, pero cuando lo hace lo vemos claro. Esas epifanías van perdiendo fuerza y el juego se readapta para conseguir que no dejemos de asombrarnos: llega un punto en el que nuestra mirada está entrenada y encontramos rápidamente los objetos que encajan, pero el proceso para hacer que se encuentren en la posición adecuada se hace cada vez más enrevesado, dándole un plus de interés a los puzles.
Conclusiones
Moncage nos ha dejado un regusto extraño: su propuesta es obviamente interesante, tanto a nivel de diseño como en lo que respecta a su vistoso apartado gráfico y técnico, pero la manera en la que se desarrollan los rompecabezas nos ha acabado pareciendo demasiado fija, con pocas opciones para trastear con sus interesantes mecánicas. La sensación general es que es una experiencia irregular, con soluciones arbitrarias a puzles demasiado independientes entre sí, y con un diseño que sabe adaptarse para sorprender con lo mejor que tiene el juego: una grata sensación visual cuando llega el momento eureka y observamos cómo las escenas cobran vida.
Hemos realizado este análisis en PC con un proporcionado por Optillusion Games.