Análisis de Hard to be a God (PC)
Basado en la novela "Qué difícil es ser Dios" de los hermanos Strugatsky, por fin podemos disfrutar de Hard to be a God en PC. En este nuevo juego de rol desarrollado por los estudios Akella y Burut Entertainment, creadores de Kreed entre otros, encarnaremos a un espía profesional que deberá investigar la situación política y militar del reino feudal de Arkanar, el cual se encuentra sumido en una crisis que parece no tener fin. Lo interesante de todo este universo, que como decíamos está basado en un clásico relato de la literatura de ciencia ficción, es que no todo es como parece a primera vista y aunque el mundo por el que nos movamos tenga una apariencia medieval, nosotros seremos parte de una especie tecnológicamente avanzada que sin intervenir en el curso de la historia, vigilarán incesantemente el mundo de los mortales.
Con este escenario tan interesante como punto de partida, el protagonista del juego se verá envuelto en una serie de peligrosas situaciones que le obligarán a romper la promesa de no intervenir en los asuntos de los habitantes de Arkanar. Al asumir esta nueva misión, y gracias a sus habilidades de combate y amplios conocimientos tecnológicos, nuestro héroe será considerado como una especie de dios; aunque como bien reza el título del juego, éste no es un "oficio" fácil. Tampoco lo será adentrarse y quedar prendado de esta gran historia por un simple motivo, y es que a diferencia de otros títulos de corte similar, en Hard to be a God no se nos introducirá en el universo creado por los hermanos Strugatsky mediante una sorprendente secuencia cinemática, o al menos narrándonos los orígenes de nuestro héroe. Directamente apareceremos en Arkanar sin saber muy bien cómo ni por qué, ni mucho menos cuáles son las motivaciones de nuestro avatar.
Tampoco estamos ante un título de rol en el que podamos personalizar a nuestro protagonista con un gran nivel de opciones, ya que iniciaremos la aventura con el personaje creado por el propio juego, algo que limita en cierto grado las opciones jugables de Hard to be a God. Por lo tanto, ya los primeros pasos en esta obra de Akella resultarán algo difíciles, aspecto que no variará en exceso a lo largo de la aventura, aún cuando sí estamos ante un título que aporta ideas de lo más interesantes para el género.
Como decimos, nuestro salto al mundo de Arkanar será de lo más repentino y directo. Sin un editor de personajes, ni la posibilidad de escoger cualquiera de las distintas clases de combatientes clásicas en el género, la única opción de personalización con la que nos encontraremos se trata de la posibilidad de modificar ligeramente los atributos físicos de nuestro avatar, aunque no de una forma tan variada como en otros exponentes del género. En este sentido, tras subir de nivel (que como siempre lo lograremos eliminando muchos enemigos y superando diversas misiones) obtendremos una serie de puntos de habilidad que deberemos repartir entre diversos parámetros como las aptitudes de nuestro héroe con las distintas armas del juego, su salud, diplomacia, su resistencia a la hora de asestar golpes, etc. Aquí hay que remarcar no obstante que las armas a distancia y las magias no han sido potenciadas en el juego, aspecto que sin duda decepcionará a más de un aficionado al género.
Pese a esta notable carencia de opciones de personalización, el juego sí presenta un importante repertorio de armas con diversas características que lógicamente nos obligarán a adaptarnos a cada situación en la que nos veamos envueltos. Por ello, dependiendo del arma equipada y del tipo de movimiento que realicemos, nuestro avatar consumirá un cierto grado de resistencia que deberemos racionar para evitar quedarnos sin fuerzas durante una escaramuza, que se desarrollarán en tiempo real, algo que nos dejaría completamente vendidos al enemigo. Aparte de los clásicos golpes, también podemos cambiar durante el transcurso de la reyerta, el arma equipada para realizar diversas combinaciones, con la posibilidad incluso de asestar golpes mortales a los rivales, o realizar movimientos especiales si antes cumplimos unos requisitos previos. Por supuesto, tampoco faltarán los diversos ítems y pociones que habremos ido recogiendo a lo largo de nuestra aventura y que podremos usar durante estas batallas para sanar nuestras heridas o mejorar nuestras aptitudes físicas temporalmente, por ejemplo.
A todo esto debemos sumar también el equipamiento defensivo que podremos usar, y que de nuevo modificará en cierto modo nuestra forma de afrontar las batallas siempre dependiendo de las características de cada objeto. Pero sin duda, uno de los elementos más interesantes y originales del juego lo encontraremos en los disfraces. Y es que nada más iniciar la partida y adentrarnos por primera vez en el inventario de nuestro héroe, nos daremos cuenta de la importancia que se le ha dado al vestuario. Esto es así porque dependiendo de las personas con las que vayamos a tratar, nuestro vestuario influirá de forma considerable en el trato que muestren hacia nosotros. De este modo, si tenemos que adentrarnos en un campamento bandido y no queremos combatir contra varios rivales por cada paso que demos, podemos perfectamente optar por vestirnos como nuestros rivales y pasar así desapercibidos. Por lo tanto, ésta se trata de una de las opciones jugables más interesantes del título no sólo por el hecho de modificar el desarrollo de determinadas misiones, sino también por cómo influirán este tipo de decisiones en los diálogos o el trato con otros personajes.
En relación a la interacción con el resto de habitantes de Arkanar, Hard to be a God destaca por permitirnos hablar con la mayoría de personajes del juego, y contar en determinadas ocasiones, aunque no demasiadas, con la posibilidad de modificar el devenir de la historia escogiendo diversos caminos en los diálogos. Por supuesto, aparte de la misión principal, en el juego nos encontraremos con diversas tareas secundarias que nos permitirán vivir aventuras en muchos casos francamente buenas. Además, son este tipo de misiones las que nos permitirán explorar con más detalle el mundo de Arkanar y conocer a sus peculiares habitantes. Sin embargo, todos estos elementos no son capaces de dotar al juego de un desarrollo de la acción lo suficientemente atractivo como para mantenernos pegados al juego durante muchas horas seguidas.
Principalmente por la poca gama de opciones de personalización de nuestro avatar, como ya comentábamos anteriormente, y sobre todo por el sistema de combates del juego, que pese a no ser malo, tampoco supondrá un reto excesivamente complejo para los más avezados en el género. Sí, dependiendo del arma escogida y de las habilidades desarrolladas nuestros ataques variarán; pero al final prácticamente todas las batallas se convertirán en un simple juego de machacar botones. Para colmo, el juego no resulta fácil, y en más de una ocasión deberemos pasar un buen rato eliminando a enemigos menores para lograr el nivel necesario para superar los desafíos más difíciles.
Otro de los elementos más llamativos en Hard to be a God lo encontramos en las grandes dimensiones de Arkanar y la posibilidad de recorrer este reino con un notable grado de libertad. En este caso, el mundo se encuentra dividido en zonas de lo más variadas como bosques, ciudades, entornos agrícolas, etc., que podremos visitar conforme el devenir de la historia nos permita acceder a dichos territorios. Para recorrer las largas distancias existentes entre todos estos entornos podemos optar por la vía rápida, que es usar los viajes directos mediante el mapa, o montar sobre un caballo y avanzar a trote por estos, en ocasiones, bonitos escenarios. En este último caso, además, tenemos que tener en cuenta que podremos asestar golpes a los enemigos mientras nos encontramos a lomos del caballo, aunque bien es cierto que corremos el peligro de que maten a nuestra montura, resultando muy caro reparar el daño.
Tampoco podemos olvidar que a lomos del caballo el control resultará algo más complicado de lo normal, que ya de por sí resulta peor que en otros exponentes del género. Y esto es así porque en Hard to be a God se ha apostado por emplear de forma activa tanto el teclado como el ratón, lo que en principio no es negativo. Sin embargo, sí lo es que resulte bastante complicado dirigir a nuestro héroe (con las teclas de dirección) por el entorno –sobre todo cuando va a caballo, como decíamos-, o lograr activar determinados mecanismos o hablar con los personajes sin fallar en el intento. También el juego ofrece una interfaz bastante sencilla e intuitiva, aunque en el caso de la gestión de objetos en el inventario, puede llegar a ser farragosa. Y lo es porque a la hora de mover los objetos o comerciar con los mismos, no existirá la opción de moverlos con rapidez usando el clásico doble click, sino que tendremos que ir desplazando ítems de una ventana a otra.
A lo largo de nuestro viaje también nos iremos encontrando con diversos errores o bugs que harán que nuestros progresos se hagan cada vez más cuesta arriba. Y es una pena porque la historia, el ambiente que se nos presenta, y todo lo relacionado con los disfraces son aspectos altamente positivos; pero todo esto queda ensombrecido por un sistema de combates no demasiado pulido, una interfaz y sistema de control algo engorrosos, y una reducida libertad de personalización que sin duda decepcionará a gran parte de los aficionados al género.
En cuanto al apartado técnico de Hard to be a God, en primer lugar hay que remarcar que pese a estar ante un motor gráfico alejado de lo visto en títulos de corte similar aparecidos durante estos últimos meses, el juego sí presenta una buena variedad de entornos bien caracterizados y con un buen nivel de detalles, así como unos personajes bien definidos que dotarán de vida todos los entornos. También resulta digna de mención la variedad de equipamiento con la que contaremos, y que modificará considerablemente el aspecto de nuestro avatar. Lástima que el resto de personajes del juego no cuenten con un repertorio de rostros y vestuario tan variado. De forma similar se comporta el apartado sonoro de esta creación de Burut Entertainment. Con unas melodías no muy variadas pero sí acertadas, y unos efectos sonoros más que decentes, nuestras andanzas por el reino de Arkanar no resultarán un suplicio para nuestros oídos. Además, hay que resaltar que el juego ha sido traducido a nuestro idioma –que no doblado-, algo que agradecerán los menos duchos en el inglés, que podrán adentrarse sin problemas en el universo literario de los hermanos Strugatsky.
En definitiva, estamos ante un buen juego de rol que no destaca de forma excesivamente positiva en ninguno de sus apartados, pero que tampoco resulta malo. La historia, la ambientación, y diversas opciones jugables sin duda han sido tratadas de forma acertada en Hard to be a God; pero todas estas virtudes quedan relegadas a un segundo plano por culpa de la poca libertad de personalización y su linealidad en el desarrollo de la acción, así como por un sistema de combates no demasiado brillante que no atrapará a prácticamente ningún aficionado al género. Por lo tanto, estamos ante un buen producto que prometía mucho, pero que finalmente no ha llegado a colmar todas las expectativas.