Análisis Dying Light the Beast: El regreso de Kyle Crane es tan brutal y divertido como esperabas (PC, Xbox Series X, PS5)

Hay juegos que por h o por b logran hacer clic entre los aficionados por su capacidad jugable, que tienen sus fallos pero que son tan divertidos, resultan tan frescos y tan satisfactorios a los mandos que logran engancharnos desde el minuto uno a pesar de que somos conscientes de sus fallos o de que arrastran estructuras o mecánicas de otras épocas que quizás hoy día rechinen un poco.

Un claro ejemplo lo tenemos no solo en un juego, sino en toda la saga Dying Light, que es muy querida por los fans y por el mismo que os escribe. Llegó pisando fuerte con una primera entrega que nos encantó aquí en Vandal, seguida de una expansión que ofrecía más de la historia de Crane con la misma calidad y, posteriormente, de ese Dying Light 2 que era divertidísimo pero que en su lanzamiento se vio lastrado por varios problemas técnicos.

Ahora nos llega Dying Light: The Beast, una nueva entrega de la saga que se concibió inicialmente como otra expansión para conocer el final de la trama de Kyle Crane. Sin embargo, como ha ocurrido en otras ocasiones en el mundo de los videojuegos, finalmente se convirtió en algo lo suficientemente grande como para ser un título independiente que, sin lugar a dudas, se disfruta más si se conoce de dónde viene todo.

En Vandal ya hemos podido desatar nuestra propia bestia y jugar a Dying Light: The Beast y, aunque creemos que hay aspectos en los que se le notan las costuras de ser un título concebido hace tiempo —sobre todo en el diseño de misiones o en la estructura general—, hemos de admitir que nos ha encantado, lo hemos pasado en grande y estamos convencidos de que todo aficionado a Dying Light se va a encontrar como en casa y se lo va a pasar en grande.

Una historia de venganza y monstruosidad... lista para cuatro jugadores

La trama, que tiene lugar diez años después del juego original y su expansión, recupera a Kyle Crane como protagonista para cobrarse su venganza personal contra un antagonista conocido como "el Barón", quien lo capturó y sometió a dolorosos experimentos.

Como siempre, más allá de esta premisa inicial que está en la mayoría de las descripciones del juego y que podéis descubrir en la primera hora de partida, no nos gusta desvelar demasiado de la historia para no destriparos nada y estropearos la experiencia, incluso en un título en el que, a priori, la narrativa no es lo más importante.

A nivel de guion tiene cosas interesantes y aunque en algunos puntos y situaciones puede ser previsible también hay espacio para las sorpresas y, desde luego, simplemente por disfrutar de un antihéroe como Kyle Crane que aguanta buena parte del peso de la narrativa ya es suficiente como para disfrutarla mientras destrozamos a zombis y humanos, pero también hay más detalles que nos harán disfrutar de la trama.

Por otro lado, la estructura de la historia y el desarrollo de las misiones tienen puntos mejorables. Un ejemplo es el clásico 'muro de nivel' que nos fuerza a completar secundarias para poder avanzar, una decisión de diseño de otra época que hoy nos gusta muy poco. Se nota que estamos ante un título concebido hace tiempo, pero la mayoría de los que os asoméis a The Beast seguramente ya sabéis a lo que venís y esto os importará poco.

Además, si en solitario esta estructura un tanto añeja se os hace algo más pesada, el juego incluye un modo cooperativo que permite que hasta cuatro jugadores se unan en la misma partida. Toda la campaña y los encuentros en Castor Woods se pueden experimentar de esta forma, con un sistema de progreso compartido para todos los miembros del equipo. Como ya sabéis, la acción cooperativa siempre aumenta la diversión.

Correr, parkour y conducir: Sobreviviendo en Castor Woods

El movimiento vuelve a ser un pilar fundamental en la experiencia, algo que ya es una seña de identidad de Dying Light, ofreciéndonos un sistema de parkour en primera persona de primer nivel que nos permite saltar entre tejados y superar casi cualquier obstáculo con una agilidad que podemos mejorar a medida que subamos de nivel a nuestro personaje (sí, las mecánicas RPG están presentes). 

De hecho, el avanzar por los tejados, los saltos, las carreras y las zonas de escalada que pueden convertirse en un pequeño puzle son clave en el desarrollo de la partida, sobre todo si optamos por las dificultades más elevadas en las que los ataques enemigos pueden causar mucho daño.  

A estas mecánicas ágiles se suma la posibilidad de conducir vehículos, una herramienta clave para abrirse paso entre las hordas de infectados en ciertos puntos clave o para desplazarnos entre dos grandes zonas de una forma más segura y rápida.

Todo esto, por cierto, sucede en Castor Woods, una nueva zona de mundo abierto que anteriormente fue un popular destino turístico que se fue al traste con la aparición de infectados. El escenario está compuesto por zonas variadas que incluyen un pueblo turístico, un área industrial, un parque nacional, granjas, pantanos, estaciones eléctricas...

Algo que hace muy bien Dying Light: The Beast es invitarnos a explorar y a recolectar, no solo porque es clave ir saqueando todo lo que podamos en las dificultades más altas, sino porque sabe inducirnos a investigar esa señal extraña, ese convoy militar que podría tener un buen alijo de armas o esa tienda de ropa en la que quizás encontremos alguna prenda de lo más útil. No es un mundo abierto revolucionario en este sentido, pero todo está bien construido y diseñado.

Desata a la bestia: Una nueva forma de luchar

La principal novedad jugable en cuanto al combate reside en la nueva condición de Kyle Crane, quien posee ADN tanto humano como de bestia. Esto se traduce en la posibilidad de contar con un modo Bestia que nos permitirá dar rienda suelta a una fuerza sobrehumana, poderes especiales y brutalidad total en ciertas situaciones, pero que también juega con la dualidad de bestia/humano de Crane, ya que a nadie le gusta convertirse en un monstruo por muy fuerte que nos haga y que nos permita vengarnos de nuestro enemigo... ¿O quizás sí?

El combate busca llevar la brutalidad característica de la saga a un nuevo extremo, permitiendo acciones explícitas en las que los desmembramientos y la sangre van a ser protagonistas totales a cada paso que demos.

Para destrozar a infectados y humanos, más allá de las habilidades de Crane y de los poderes especiales de su lado "más oscuro"  contamos con un gran arsenal de armas cuerpo a cuerpo y de fuego. Como viene siendo habitual, destacan las primeras sobre las segundas, ya que la munición sigue siendo un bien relativamente escaso, al menos en las dificultades más elevadas. 

En general, el combate es divertidísimo tanto en forma humana como en forma de bestia. Lo más satisfactorio de todo sigue siendo destrozar infectados con las armas cuerpo a cuerpo, con unas mecánicas de localización de daño muy evidentes a nivel visual y que, creemos, han mejorado con respecto al resto de entregas de la saga. Esto no quiere decir que pegar tiros o usar utensilios como granadas no sea satisfactorio, pero ese toque gore creemos que encaja más con un enfoque... íntimo en el combate.

El día es tuyo, la noche es de ellos

Dying Light: The Beast mantiene el ciclo de día y noche como una de las señas de identidad de la franquicia. Durante el día, el objetivo principal vuelve a ser intentar completar las misiones mientras el sol sigue brindándonos su calor y su luz, explorar y recolectar recursos. Sin embargo, una vez se pone el sol, la noche desata verdaderos horrores, siendo todo muchísimo más peligroso y haciendo que en la mayoría de las ocasiones nos veamos obligados a correr, escondernos o luchar por nuestra vida hasta el amanecer.

¿Una bestia en rendimiento?

A nivel técnico Dying Light: The Beast es un juego que ofrece un buen resultado que está un peldaño por debajo de las grandes obras audiovisuales de hoy día, pero al que tampoco le hace falta tener más a nivel técnico para brillar, sobre todo si tenemos en cuenta la gran cantidad de enemigos que pueden llegar a aparecer en pantalla o el buen trabajo que hay en ciertas físicas o en el movimiento de los infectados o de nuestro protagonista que se siente muy ágil, ofreciéndonos un conjunto bastante bueno.

En Vandal hemos podido jugar a la versión de PC y la hemos probado en varios equipos, siendo nuestro ordenador principal un PC con tarjeta gráfica NVIDIA GeForce RTX 4080 junto a procesador Ryzen 5900X, 64 GB de memoria RAM DDR4, almacenamiento SSD y Windows 11. Con este hardware hemos podido disfrutar del juego a más de 230 FPS en zonas de mundo abierto, optando por resolución 4K, gráficos al máximo y utilizando DLSS 4 en modo Calidad con la generación de frames múltiple de esta característica de NVIDIA, lo que ya nos dejaba sospechar que el juego podría tener un rendimiento bueno en múltiples dispositivos.

Para cerciorarnos continuamos las pruebas con un portátil con una NVIDIA GeForce RTX 4060, procesador i9-14900HX, 32 GB de RAM, almacenamiento SSD y Windows 11. Aquí hemos jugado a entre 105 y 115 FPS con gráficos de nuevo al máximo, a una resolución de 1080p y la tecnología DLSS en modo calidad y con generación de frames "simple".

Por último hemos probado el juego en un PC consolizado ROG Ally tanto para seguir haciendo pruebas de rendimiento con equipos más modestos como para comprobar su rendimiento ya que Dying Light The Beast está verificado para Steam Deck. ¿Los resultados? En torno a 40 FPS a 1080p con gráficos al mínimo y AMD FSR en modo rendimiento y junto a generación de frames, resultados que pueden mejorar si exprimimos más la potencia de la portátil o si reducimos la resolución a 900p.

Estamos bastante contentos con el rendimiento del juego y en los tiempos que corren es bastante raro ver que un estudio se ha esforzado en optimizar un título para que pueda disfrutarse en muchos equipos diferentes por lo que hay que felicitar a Techland por el trabajo. Hemos de decir que sí nos hemos encontrado con algunas situaciones con algo de popping o con pequeños bugs gráficos, pero la experiencia nos ha dejado muy satisfechos.

En cuanto al sonido, aquí tenemos un buen trabajo del estudio de nuevo. El juego está traducido y doblado al castellano con un doblaje bastante bueno, los sonidos cumplen bastante bien y la música acompaña y es reconocible en función de lo que pasa en pantalla.

Conclusiones

No, Dying Light: The Beast no va a inventar nada nuevo ni va a ser una revolución en el género. Se nota que está concebido en otro tiempo, se le notan ciertas costuras en su estructura y diseño de misiones pero... siendo Dying Light... ¿De verdad importa?

Y es que Techland consigue otra vez ofrecernos una propuesta divertidísima, un título que sabemos que no es perfecto, pero que aun así logra atraparnos por su agilidad de movimientos, por su combate satisfactorio, por ese toque boomer de su protagonista más típico de la época de Terminator o Duke Nukem, y por un conjunto de pequeñas cosas y sensaciones que han hecho que hayamos querido seguir jugando, perdiéndonos por Castor Woods, destrozando zombis, forjando alianzas, explorando lugares y dando rienda suelta a nuestra bestia interior entre carcajadas, a golpe de teclado y ratón sabiendo que no es perfecto, que quizás con otro juego algunas de sus carencias nos habrían importado más, pero es que, demonios, es tan brutal, tan divertido, tan rico a los mandos y encima en PC está tan bien optimizado (una extrañeza en 2025) que logra cautivarnos y que caigamos en las garras de esta bestia sin importarnos nuestro destino.

*Hemos realizado este análisis gracias a un código para PC proporcionado por Techland.