Análisis de KORG DS-10 (NDS)
Corría la maravillosa década de los sesenta cuando el fundador de la empresa de sintetizadores y teclados Korg se enfrascó en la creación de un prototipo de un teclado sintetizador que, además, contara con una caja de ritmos incorporada. La verdad es que el primer prototipo de Fumio Mieda, ingeniero al cargo de la producción del mismo, sorprendía por ofrecer las posibilidades de un teclado electrónico con algunas opciones que hasta el momento sólo habían aparecido en los sintetizadores de gran tamaño que, por aquél entonces, ya llevaban algún tiempo utilizándose en el ámbito de la música electroacústica, de carácter aún muy experimental.
Pronto se pasó a la producción en masa de diferentes modelos basados en el citado prototipo. Primero, aparecieron los sintetizadores monofónicos (es decir, que únicamente podían desarrollar una sola melodía al mismo tiempo), como el Mini-Korg, del año 1973. Por esa época, las empresas de órganos ya estaban dando caña en el mercado: Hammond, Baldwin y Wurlitzwer, entre otras, crearon auténticos monstruos sonoros que ofrecían infinitas posibilidades a los músicos de la época. Pero Korg jugaba con cierta ventaja, ya que ofrecía la posibilidad de crear diferentes sonidos y ritmos gracias a sus funciones de sintetizador (recordemos que un órgano ya tiene los sonidos programados, mientras que el sintetizador cuenta con opciones de síntesis de sonido, esto es, creación y modificación del sonido mediante modificaciones en la forma y desarrollo de la onda sonora).
Y, cómo no, pronto surgirían los complejos sintetizadores polifónicos (esto es, que podían secuenciar y reproducir varias melodías a la vez, además de líneas individuales para los bajos y para la base rítmica). Entre ellos, destacó el famoso MS10 que, junto a su subsiguiente evolución, el llamado MS20, fueron los que más famosos se hicieron entre los artistas de finales de los setenta y principios de los ochenta, cuando la música techno comenzaba a sonar en las discotecas de medio mundo. Y, cómo no, su fama se extendió rápidamente por la miríada de grupos del llamado techno pop o synth pop de los ochenta, grupos que mezclaban los cánones del pop y el rock, que se habían utilizado en la composición musical hasta el momento, con las novedades que ofrecían los instrumentos electrónicos de reciente creación.
Hoy, todo esto ha quedado muy atrás, y la música electrónica se crea, fundamentalmente, a partir de laboriosos procesos realizados a través de programas informáticos. Los sintetizadores y secuenciadotes han quedado, en su mayor parte, relegados a programas de gran complejidad para los cuales es necesario contar con instrumentos específicos, aparte de con un ordenador de cierta potencia. Lejos quedaron el manejo intuitivo y el carácter improvisatorio dado por la aleatoriedad y la experimentación que ofrecían aquellos primeros sintetizadores. Pero, para jolgorio de los músicos y melómanos nostálgicos, Nintendo ha querido recuperar uno de los grandes sintetizadores de la década de los ochenta (el mencionado MS10) y convertirlo en una fabulosa aplicación para su portátil de doble pantalla. Una muestra de las posibilidades con las que cuenta la consola, posibilidades que –como éste título demuestra- van más allá del mundo del videojuego.
Todo un mundo de síntesis virtual sonora.
Lo primero que sorprende al encender la consola con la tarjeta de juego en su interior es la seriedad que destila toda la interfaz del título. De hecho, enseguida nos daremos cuenta de que no es éste un juego al uso, sino más bien una aplicación musical con la que podemos "trabajar" a nuestro gusto, componiendo nuestros propios temas y desarrollando diferentes sonidos que luego podamos utilizar en ellos. Todo el juego se controlará mediante la pantalla táctil, y al inicio del juego se nos permitirá elegir entre dieciocho sesiones diferentes para dar rienda suelta a nuestras dotes compositivas. Cada sesión nos dará la posibilidad de guardar temas de hasta cien compases de duración, por lo que, ciertamente, el espacio con el que contamos para guardar nuestras composiciones no nos lo acabaremos fácilmente.
Por otro lado, contamos con una opción para escuchar la tonadilla de demostración del juego, la cual no está nada mal, y sirve como perfecta introducción a la aplicación, representativa de lo que podemos llegar a hacer si somos un poco hábiles en el uso del sintetizador (y, por supuesto, si disponemos de un buen oído y un cierto grado de buen gusto musical). Al cargar cualquiera de las sesiones, aparecerá en nuestras pantallas el sintetizador en todo su esplendor. La navegación por los diferentes parámetros del sintetizador es sencilla, y podremos en todo momento intercambiar las imágenes de las dos pantallas para interaccionar ahora con una, ahora con la otra, a través de la pantalla táctil. Aún así, se echa de menos una segunda pantalla táctil, cosa que, sin duda, facilitaría aún más la navegación por los diferentes paneles del sintetizador.
Contaremos con dos sintetizadores que podremos secuenciar de manera independiente, creando en cada uno de ellos una base melódica o un bajo, según nuestras necesidades compositivas, para luego hacerlos sonar conjuntamente mediante la opción de mezclador de la aplicación. Cada sintetizador nos permite crear melodías mediante un teclado virtual o, de manera mucho más sencilla, mediante una cuadrícula en la que deberemos de situar las notas, pudiendo indicar su altura y duración mediante una sucesión de cuadraditos blancos. Este sistema resulta muy intuitivo, y la verdad es que puede utilizarlo hasta aquél jugador que no haya tenido la oportunidad de ver un teclado en su vida.
Por otro lado, contaremos con una opción dentro del sintetizador que nos permitirá crear diferentes sonidos deslizando el stylus por diferentes zonas de la pantalla táctil. Los sonidos vendrán creados según unos patrones determinados de longitud, altura o forma de onda, y los modificaremos según la posición del lápiz táctil en cada momento. Este modo se denomina Kaoss, en referencia al Kaoss Pad de Korg, una herramienta muy aplicada en música electrónica y electroacústica, sobre todo en campos interpretativos más cercanos a la improvisación y a la música experimental.
En todo momento, mientras estamos escuchando aquello que vayamos secuenciando, podemos ir tocando sobre el teclado virtual o sobre el Kaoss Pad en tiempo real, para ir probando diferentes combinaciones que, si queremos, podemos añadir a nuestra composición. O, incluso, únicamente podemos hacerlo por el placer de improvisar y ver cómo suenan los diferentes efectos y sonidos que creemos. La verdad es que, como sintetizador, la aplicación funciona estupendamente, ya que nos permitirá influir en aspectos como la forma de la onda, la altura de los sonidos o la caída del sonido después del ataque, aparte de permitirnos aplicar determinados efectos a la onda, como efectos de eco, coro, volteos del sonido, etc.
También dispondremos de un completo secuenciador de bases rítmicas, que nos permitirá crear grupos de hasta cuatro compases que podremos ir uniendo (como si de las piezas de un puzle se tratasen) para realizar una secuencia rítmica de mayor longitud. Además de las opciones de secuenciación (que no dejan de ser las mismas que las de una caja de ritmos básica), el programa nos permitirá sintetizar diferentes sonidos para la percusión, pudiendo modificar de la misma manera que en el resto de la aplicación los sonidos asignados a cada uno de los cuatro pads de percusión con los que contamos en el secuenciador.
La experimentación es uno de los factores más atrayentes del juego, aparte del factor creativo del mismo, claro está, inherente a toda aplicación que nos permita la posibilidad de producir nuestras propias obras musicales. De hecho, uno de los elementos más curiosos del sintetizador es el que nos permite comunicar diferentes salidas de audio con diferentes efectos de onda a través de cables virtuales que extenderemos de una conexión a otra mediante nuestro lápiz táctil. Los efectos conseguidos a través de este sistema, además del uso que hagamos de los potenciómetros dispuestos a tal efecto, pueden llegar a ser realmente curiosos.
Por último, cabe decir que podemos alterar aspectos de la pulsación y el tempo de nuestros temas, alterando la velocidad de los mismos (modificando las pulsaciones por minuto) o creando diferentes efectos de swing, en los cuales las pulsaciones no son exactamente iguales entre sí, dando mayor duración a unas sobre otras. Y, cómo no, cabe mencionar la posibilidad de conectar hasta ocho Nintendo DS a través de la conexión inalámbrica de las mismas, hecho que ofrece unas posibilidades de creación aún mayores, además de la posibilidad de colaborar entre diferentes jugadores en la creación de temas musicales en común.
Conclusiones.
Korg DS-10 es una excelente réplica virtual de uno de los sintetizadores más famosos de la década de los ochenta, cuna y raíz de la música techno, así como de la música electrónica en general tal y como la conocemos hoy día. A pesar de poseer una interfaz realmente austera, la aplicación es completísima y resulta muy asequible para la mayoría de los usuarios, aunque requiere de unos mínimos conocimientos de lo que es un sintetizador para poder disfrutarlo en todo su esplendor. Quizás se quedan cortos los pequeños altavoces de la Nintendo DS al reproducir los temas que vayamos creando, pero para ello siempre es recomendable amplificar el sonido a través de unos altavoces externos, conectados a la salida de auriculares de aquélla.