En los últimos 30 años hemos podido disfrutar de más de un centenar de juegos de Dragon Ball, pero pocos han perdurado tanto en la memoria del fan como Dragon Ball Z: Budokai Tenkaichi 3, una obra de Spike lanzada en 2007 para PS2 y en 2008 para Wii. Y no es para menos, ya que estamos hablando del que podríamos considerar fácilmente como el "simulador de combates de Dragon Ball definitivo". Sí, FighterZ es impecable en lo jugable y en lo visual, pero su apuesta es la de ser, ante todo, un gran título de lucha, mientras que la adaptación que hoy nos ocupa buscó recrear con la máxima fidelidad posible las espectaculares batallas que tanto nos hicieron disfrutar en el anime y en el manga.
Como bien indica el "3" de su nombre fue la tercera entrega de una trilogía que fue evolucionando juego tras juego hasta alcanzar aquí un nivel de pulido y contenidos que todavía nos siguen mareando, ya que no había prácticamente nada que hubiésemos visto en la serie que no pudiésemos replicar.
El simulador de combates de Dragon Ball definitivo
En lo jugable no era precisamente el juego más profundo ni equilibrado que pudiésemos encontrar, pero es precisamente ahí donde radicaba gran parte de su gracia, ya que si, por ejemplo, juegas una batalla entre Gogeta Super Saiyan 4 y Krilin lo que esperas es que el segundo esté en completa desventaja y apenas tenga algo que hacer. Además, los controles eran lo suficientemente sencillos y accesibles como para que cualquiera pudiese volar fácilmente por el escenario, realizar espectaculares combos y desencadenar poderosas habilidades.
Esto último fue un gran problema en sus predecesores, ya que los luchadores apenas tenían diferencias entre ellos y una vez aprendías a controlar a uno ya sabías defenderte perfectamente con los demás. Sin embargo, Budokai Tenkaichi 3 consiguió arreglar eso dando a cada guerrero combos únicos, numerosas habilidades personales y características muy concretas y específicas, detalles que sumados a ajustes en el rango de ataque de cada uno y en retoques en la forma en la que se movían, dieron como resultado una plantilla muy bien diferenciada en la que se notaba que cada personaje había tenido un tratamiento especial.
Hablando de personajes, estamos hablando de un total de más de 160 combatientes que hacían gala de todas sus transformaciones, a las que podíamos acceder en tiempo real durante las batallas o seleccionándolas previamente, incluyendo detallazos como la posibilidad de convertir a los saiyans en Ozaru cuando luchamos en un escenario en el que sale la luna llena. Y ojo, ya que no solo recogía contenidos de Dragon Ball Z, sino que también ofrecía una suculenta selección de luchadores provenientes de la Dragon Ball original (¡hasta Arale de Dr. Slump era jugable!) y de GT. Un auténtico museo para el aficionado en el que hasta el guerrero más inesperado e insospechado tenía su representación, como Babidi, el Rey Vegeta o el abuelo Gohan.
Pero el juego era mucho más que una simple tonelada de combatientes, ya que también nos ofrecía más de 30 campos de batalla en los que luchar, diez modos tan entretenidos como desafiantes y múltiples mecánicas nuevas que aprender a explotar y que le daban una profundidad mucho mayor que sus dos entregas anteriores. O lo que es lo mismo: múltiples horas garantizadas para disfrutar jugando y desbloqueando contenidos con un sistema de combate espectacular, rápido y muy divertido que recreaba a la perfección los combates de la serie. Y todo ello con un envoltorio gráfico fantástico y una banda sonora que, en su versión japonesa, estaba extraída directamente del anime (una pena que en Occidente no nos llegase así).
Si tuviésemos que señalar algo negativo de él, probablemente sería su Modo Historia, y no por ser malo, ya que hizo algunos avances significativos al introducir conversaciones durante las mismas que tenían lugar mientras nos pegábamos contra nuestro rival, así como eventos que iban recreando a la perfección los momentos más importantes de la obra de Akira Toriyama. Sin embargo, el problema fue que se dejaba en el tintero infinidad de combates míticos y había sagas que se resolvían en cuestión de dos o tres capítulos, algo que chocaba un poco viniendo de Budokai Tenkaichi 2, donde teníamos que jugar todos y cada unos de los enfrentamientos del manga y más allá. Otra decepción la tuvimos con la versión de Wii, ya que añadió por primera vez multijugador online, aunque el código de red era un auténtico despropósito y era poco menos que injugable, quedándose en una novedad completamente anecdótica.
Que Dragon Ball Z: Budokai Tenkaichi 3 siga siendo el favorito de tantos fans no es casualidad. Fue un auténtico regalo para el aficionado y un sueño hecho realidad en muchos sentidos. Sí, no era perfecto y si lo que buscas es un juego de lucha competitivo y profundo, aquí no lo vas a encontrar, pero como homenaje y simulador de esta legendaria serie, poco más se le puede pedir. ¿Y para vosotros? ¿Es este vuestro título favorito de Dragon Ball? ¿Os gustaría ver una cuarta entrega o una remasterización? ¡Esperamos vuestros comentarios!