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Watchmen 1x08: Un dios entra en un bar y... - Análisis y resumen

El amor ha sido el motor de Dr. Manhattan a lo largo de su vida, y lo que le llevó a cruzarse en la vida de Angela Abar; es el momento de conocer la verdad a través del tiempo.
Watchmen 1x08: Un dios entra en un bar y... - Análisis y resumen
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Es 1985 y Dr. Manhattan está creando vida en una luna de Júpiter llamada Europa. “Una sábana de atmósfera vaporosa se alza sobre una manta azul. La seca tundra se convierte en una pradera fértil”. Es el 2 de noviembre, y acaba de mantener su última conversación con Adrian Veidt. “Has vuelto a interesarte por la vida humana”, le dijo Veidt. “Así es”, respondió Dr. Manhattan, conocido como el superhombre americano. “Me parece que crearé vida. Adiós, Adrian”. Ozymandias se pone en pie: “Jon, espera. Antes de que te vayas… He hecho lo correcto, ¿verdad? Todo ha salido bien al final”. El dios mira al hombre más inteligente del mundo, que no es más que una termita a sus ojos. “¿Al final? Nada termina, Adrian. Nada termina nunca”.

Es 1936, y el hijo de un relojero viaja de la mano con su padre al corazón de la campiña inglesa desde Heidelberg, bastión del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán). El padre que lleva a su hijo de la mano se llama Hans Osterman, tiene antecedentes judíos y está huyendo del nazismo alemán. El hijo se llama Jon, “sin H”. Su madre le ha abandonado por un general de la S.S. Están solos, pero han encontrado en una mansión algo parecido a un hogar. Entre estos muros conoce por primera vez qué es el amor, al espiar desde su armario de Narnia particular cómo dos personas van a hacer el amor. “Cuando seas un hombre adulto, y vuelvas a América, crea algo hermoso”, le pide la señora de la mansión a cambio de haberle regalado una Biblia. “Crearé algo hermoso”, promete el pequeño Jon. En 90 segundos, su creación en la luna de Júpiter finalizará, y ese paraíso quedará habitado por Adán y Eva: “Hice a Adán y Eva, pero no a mi semejante imagen; sino a la suya”.

“Me parece que crearé vida. Adiós, Adrian”

Es 2009, y Dr. Manhattan ha puesto sus pies desnudos en el pulido suelo de Karnak, en plena Antártica. Quiere ser un simple mortal para poder estar junto a Angela Abar, y sólo existe un hombre en el mundo que pueda proporcionarle sus deseos a un dios. “Bríndales todas las oportunidades. Energía solar, viento, transmisiones inalámbricas. ¿Por qué, oh, por qué necesitan seguir fabricando las malditas bombas?”, se pregunta Adrian Veidt. Han pasado 24 años desde la última vez que habló con Dr. Manhattan. Pero éste se encuentra a sus espaldas, y responde: “Quizás esto resulte paradójico, pero les hace sentirse más seguros”. El hombre más inteligente del mundo adivina por qué el dios ahora se ha hecho con la apariencia de un negro: por amor. “Interesante la apariencia que has decidido adoptar”, le dice Adrian Veidt. “¿Interesante?”, pregunta un confuso Dr. Manhattan. “Ya no son los años 80, Jon. Esta clase de apropiación podría considerarse hoy en día… problemática. Es 2009, Doctor. Las cosas han cambiado mucho mientras estabas en Europa”. La confusión crece aún más dentro del dios: “¿Cómo sabes que estaba en Europa?”, pregunta Dr. Manhattan. “Me lo ha dicho un elefantito”, responde Ozymandias. Dr. Manhattan sigue en las mismas: quiere ser un hombre mortal, no sólo parecerlo. “¿Por qué no lo haces tú mismo?”, pregunta Veidt. El dios se lo queda mirando: “Dímelo tú, Adrian”. A lo que Veidt responde: “Porque tienes una profunda falta de imaginación”.

Es 1959 y es la última vez que Jon Osterman ha sentido miedo. “Estoy en Gila Flats. Nuevo México”, explica dios. “He entrado en la cámara de campo intrínseco, y ahora estoy encerrado dentro”. Al ir a recoger el reloj olvidado de su novia, Janey Slater, la puerta de la cámara de campo intrínseco se ha cerrado. “Soy muy consciente de que, cuando la cuenta atrás termine, mi piel se quemará en mi cuerpo”. Han pasado 50 años desde la última vez que Jon Osterman pasó miedo, y eso le ha costado su relación con Angela Abar.

"¿Por qué, oh, por qué necesitan seguir fabricando las malditas bombas?"

Es 2009 y Angela Abar se encuentra recordando el décimo aniversario de la muerte de sus padres. Es una agente de policía en Saijón, Vietnam, y está a punto de conocer a un dios. Está sentada sola y la tristeza es el único manto que le envuelve. Pero, entonces, una esbelta figura de piel azulada ha entrado en el bar y ha pedido dos cervezas. Quiere invitar a cenar a Angela Abar, con la promesa de que estarán juntos durante 10 años… antes de que todo termine en tragedia. “Te quiero”, dice el dios. “Nos acabamos de conocer”, responde Abar. “¿Cómo puñetas puedes decir que estás enamorado de mí?” Sin embargo, para Dr. Manhattan la concepción del tiempo no se ajusta a la comprensión humana. “Ya estaba enamorado de ti”. La agente de policía cada vez se muestra más asombrada ante las maravillas que cuenta ese dios azulado. “Tienes una imaginación fantástica”, pronuncia cuando Dr. Manhattan relata que ha creado a Eva y Adán. Esa frase hace reír a Dr. Manhattan: “Dentro de seis meses, un amigo me está diciendo que tengo una profunda falta de imaginación”.

I'm Mr. Blue

A God Walks into Abar nos invita a echar una mirada a través del tiempo desde la perspectiva difusa y deformada de alguien como Dr. Manhattan; alguien para el que el tiempo no es una línea recta, sino una amplia gama de acontecimientos que puede experimentar de manera simultánea, incluso. No somos capaces de verle su rostro, así que sus manos son las encargadas de transmitirnos su personalidad, el lenguaje de sus facciones. Angela Abar se pregunta por qué Dr. Manhattan porta una máscara de Dr. Manhattan. “Ah, es esa cosa al estilo Zeus”, observa la que será detective en Tulsa, Oklahoma. Ese disfraz de sí mismo que le permite caminar entre los humanos sin ser reconocido. La conversación de ambos no tiene precio: permite al espectador entender desde las motivaciones de Dr. Manhattan hasta sus asombrosas capacidades. De hecho, incluso averiguamos ha creado una copia de sí mismo en Marte para que la humanidad siga pensando que está en el Planeta Rojo, en lugar de en la propia Tierra.

Pero Angela Abar no está dispuesta a caer en los brazos de Dr. Manhattan tan fácilmente: ni siquiera aunque ponga en el tocadiscos la canción Tunnel of Love, un tema que no conoce pero que terminará convirtiéndose en su favorito. ¿Por qué? Porque ambos están a punto de atravesar juntos un túnel, antes de que la tragedia les encuentre al otro lado. “Odio a Dr. Manhattan”, le dice nuestra agente de policía, explicándole que, por su culpa, un huérfano de la guerra de Vietnam decidió poner una bomba y acabar, así, con la vida de sus padres. “Estaba intentando ser lo que la gente esperaba de mí, un soldado, un héroe, un salvador. Si sirve como consolación, lo lamento”, explica Dr. Manhattan. Angela, entonces, le acusa de haber intervenido en la guerra de Vietnam bajo el mandato de Richard Nixon, a pesar de saber lo que iba a suceder: “¿Por qué lo hiciste, de todas formas?”, pregunta Angela. “¿Nunca has hecho algo aunque sabías que te ibas a arrepentir?”

Ni siquiera Dr. Manhattan puede intervenir ante lo inevitable: ambos acaban enamorados después de que Angela Abar, al final, acepte ir a cenar con él. Sin embargo, existe un problema: Dr. Manhattan tiene que seguir tomando ejemplo de Zeus y adopte una apariencia diferente, para poder convivir con Angela en su día a día. De todos los hombres que hay en la morgue, Angela elige una apariencia: la de Calvin Jelani, un tipo que probablemente haya muerto de un ataque al corazón. Así es como conocemos a Dr. Manhattan: como Cal Abar. Sin embargo, su relación sigue siendo incompatible: de la misma forma que sucedió con Laurie, Angela no es capaz de lidiar con las capacidades de Dr. Manhattan. Así que nuestro azulado dios toma una decisión: convertirse por completo en un mortal.

Es entonces cuando entra en escena el hombre más inteligente del mundo: porque si hay alguien capaz de reducir a todo un dios como Dr. Manhattan a un simple mortal, ese es Adrian Veidt. Sólo a Ozymandias se le puede ocurrir crear un dispositivo, irradiado con partículas de taquiones, que inhiba a Dr. Manhattan de sus capacidades. “Un punto ciego”, lo describe Veidt. Insertado en el córtex prefrontal – vinculado con las capacidades del cerebro para memorizar, entre otras funciones -, lograría hacer que Dr. Manhattan olvide que es Dr. Manhattan… y no pueda utilizar sus poderes a menos que lo haga como reflejo en situaciones de peligro: por ejemplo, cuando tiene que salvar a Angela de la Séptima Caballería durante la Noche Blanca, cuando asaltaron las viviendas de los policías en Tulsa. “¿Cuánto tiempo necesitarías para crear ese dispositivo?”, pregunta Dr. Manhattan. “Oh, mi querido y dulce Jon. Lo hice hace 30 años”, responde Adrian Veidt, que había bautizado a este artilugio como el “plan A por Amnesia”. Era el método que iba a utilizar para destruir a Dr. Manhattan en el 1985, y es el objeto que le entrega, mientras los calamares llueven sobre el mundo para mantener la paz.

No obstante, Ozymandias no da nada sin pedir algo a cambio: y es aquí cuando Damon Lindelof nos permite comprender el contexto de este personaje. Imagina que has invertido tiempo y dinero de tu vida en crear un plan que salvará el mundo; un plan que sesgará la vida de tres millones de personas pero que, a su vez, frenará una guerra nuclear y la extinción de la humanidad. Imagina que lo consigues, que logras salvar el mundo, traer la paz. Imagina también que tu victoria sólo la conocen algunas personas, y dos de ellas están muertas. Imagina que estás refugiado en una fría base en la Antártida, a la que has llamado Karnak en homenaje al templo de Luxor, en Egipto. Imagina que estás solo y, a pesar de tus esfuerzos… “Salvé al mundo de un Armageddon nuclear, Jon. Además de ti, y unos pocos seleccionados, nadie lo sabe”, explica Adrian.

“Mis planes para un gran futuro… ignorados”. Este es un Ozymandias desmoralizado, un Ozymandias que nada tiene que ver con el flamante hombre que conocimos en la novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons; que no se siente ya útil en el mundo: y esa es la peor enfermedad que puede achacar a un hombre inteligente. Es por eso que Jon le habla de su paraíso particular, un Jardín del Edén a rebosar de Mr. Philips y Ms. Crookshanks deseosos de tener a alguien que los dirija. “¿Viviré para ver mi utopía?”, es lo que quiere saber Adrian. “Sí, pero no aquí”, responde Dr. Manhattan. Si bien es en este momento cuando Ozymandias acaba siendo teletransportado a Europa, en Júpiter, aquí es necesario que hagamos un apunte: Lady Trieu, en episodios anteriores, también se llena la boca hablando de un “nuevo mundo” y de una “utopía”. Cada vez parece estar más claro que hay un estrecho vínculo entre Adrian Veidt y Lady Trieu, como si ella se hubiera encargado de seguir sus pasos en su ausencia. Además, Adrian Veidt hace referencia a “un elefantito”, un elefante que bien puede ser las bases de datos que Trieu está recopilando en Tulsa y que perfectamente ha podido compartir con Ozymandias. Y esa información que Veidt y Trieu están intercambiando puede basarse perfectamente en las memorias de William Reeves, el abuelo de Angela. Cuando Dr. Manhattan dice: "No aquí", lo obvio que podemos pensar es que se refiere a la utopía que él, Dr. Manhattan, ha creado en Europa. Un paraíso que no es el concebido por Ozymandias. Así que... ¿Y si Dr. Manhattan habla de Tulsa? ¿Y si habla de la utopía que Lady Trieu, siguiendo los planes de Adrian, está tratando de implantar?

Antes de insertar el dispositivo en su cerebro, Ozymandias aconseja a Jon terminar con los asuntos que tenga pendiente. Entonces, Dr. Manhattan afirma que tiene que hablar con el abuelo de Angela Abar, y es cuando confiesa que no está en Marte, sino que piensa mudarse a Tulsa con ella. Incluso muestra el aspecto que tiene. Lady Trieu, que para fabricar las pastillas de Nostalgia ha tenido que extraer las memorias de William Reeves, adivinaría así dónde se encuentra Dr. Manhattan. “Señor Reeves, nuestras vidas han quedado profundamente enredadas debido a una persona que ambos conocemos”, explica Dr.Manhattan, mientras le hace saber a William que quiere forjar una alianza con él por Angela.

Al mismo tiempo que Dr. Manhattan está manteniendo esta conversación con William, también está hablando con Angela, después de que ella le haya extraído el dispositivo que fabricó Adrian Veidt. Esta conversación tiene lugar en la piscina de Angela, después de que Jon haya hecho desaparecer a sus hijos adoptivos. Dr. Manhattan no dice las cosas por casualidad y, aunque Angela le pide que salga de la piscina para hablar con ella, él responde que: “Necesitas verme en la piscina”, dice Jon. “¿Por qué?”, pregunta Angela. “Es importante para después”. No podemos saber en este momento en qué radica la importancia de la piscina, pero la acción sigue. Angela sabe que Jon está hablando con William y, movida por las ganas de resolver la ecuación y el misterio, le pide a Jon que le pregunte a su abuelo cómo supo que Judd Crawford era un miembro de los Cyclops y que tenía una túnica del Ku Klux Klan en el armario. “¿Quién es Judd Crawford?” Y es, entonces, cuando Angela se da cuenta: es ella misma la que ha matado al jefe de policía. Su abuelo, William Reeves, viajó hasta Tulsa sólo porque ella está en esta ciudad de Oklahoma, y supo que Crawford estaba aliado con la Séptima Caballería de boca de la propia Angela. Una Séptima Caballería que ya está en el jardín de enfrente de su casa, dispuestos a teletransportar a Dr. Manhattan hasta su base.

El objetivo de la Séptima Caballería es, según afirmó el senador Joe Keene, hacerse con las capacidades de Dr. Manhattan. En cierto momento del primer encuentro de Angela y Jon, nuestro azulado dios le explica a la agente de policía que es posible traspasar sus poderes a otro ser a través de, por ejemplo, alimento. “Nunca pasaría mis habilidades a otra persona sin su consentimiento”, explica Dr. Manhattan. “Entonces, eso es algo que puedes hacer: ¿Darle a alguien tus poderes?”, pregunta Angela. “Supongo que puedo transferir mis componentes atómicos en algún tipo de material orgánico. Si alguien lo consumiera, heredaría mis poderes”. No sabemos, a estas alturas, si eso es lo que pretende hacer la Séptima Caballería con Dr. Manhattan, pero es cuestión de tiempo que lo averigüemos: a pesar de que Angela trata por todos los medios acabar con la Séptima Caballería, lo cierto es que consiguen hacerse con Jon. “¿Entonces vendrás a cenar conmigo mañana por la noche?”, es 2009 otra vez, y Dr. Manhattan le hace una pregunta a Angela Abar casi por décima vez en la noche. “Qué le jodan. ¿Por qué no?”

Fogdancing y herraduras

Este penúltimo episodio de Watchmen no termina con el secuestro de Jon: sino con el encarcelamiento de Adrian Veidt. Podemos ver al hombre más inteligente del mundo luciendo harapos, sentado en un camastro y leyendo un libro titulado Fogdancing. Dentro del universo alternativo de Watchmen, ese libro está escrito por el autor Max Shea. Es posible que este nombre no os suene a nada pero, si os digo que es el escritor de Los Relatos del Navío Negro, esa historieta de piratas que encontramos en medio de la novela gráfica de Watchmen, tal vez podáis ubicarlo mejor. No bastando con esto, Shea fue una de las mentes creativas que estuvo en la isla que Ozymandias adquirió para desarrollar al calamar gigante, que luego utilizaría para lanzar sobre Nueva York. “Me gusta este. Habla sobre la soledad”, explica Adrian cuando el Guardián del Juego, que es el Adán de Dr. Manhattan, le pregunta si quiere que le traiga otro libro. Además, en la parte trasera del libro, podemos leer el siguiente rótulo: "La única desventaja de revivir es que primero hay que morir". ¿Es, acaso, un guiño a Dr. Manhattan? ¿Que para revivir como un dios primero tuvo que enfrentarse a la muerte?

Aquí es donde más evidente se hace el paralelismo que Damon Lindelof ha querido establecer entre la historia de Ozymandias que vemos en la serie, con la del pirata que ha naufragado en Los Relatos del Navío Negro. Es más: al final de la novela gráfica, Ozymandias le confiesa a Dr. Manhattan que ha tenido una pesadilla. “Sueño que me acerco nadando a una monstruosa… no. Olvídalo. Es insignificante… Lo relevante es que lo sé. Sé que he caminado sobre las espaldas de inocentes asesinados para salvar a la humanidad”, habla Ozymandias, y nos hace pensar en la balsa de cadáveres que el pirata tiene que construir para volver a su ciudad. “Pero alguien tenía que cargar con el peso de ese crimen tan atroz como necesario”.

"Sé que he caminado sobre las espaldas de inocentes asesinados para salvar a la humanidad"

El Guardián del Juego le pregunta a Ozymandias por qué no quiere quedarse en el Paraíso. “¿Por qué el Cielo no es suficiente?”, pregunta el Guardián. La respuesta de Adrian no puede ir más acorde a la propia psicología del personaje: “Este no es mi hogar. Mi hogar está a 390 millas de aquí (…) El Cielo no es suficiente porque… el Cielo no me necesita”, explica Ozymandias, recordando a los 8 millones de seres humanos que, según él, ha dejado desamparados.

Además del libro Fogdancing, también hay otro elemento que nos llama la atención en esta escena: en medio de la tarta de cumpleaños – que ya cuenta 7 velas, justo los 7 años que Ozymandias lleva desaparecido desde que Dr. Manhattan le hizo viajar a su Jardín del Edén -, hay una herradura. Si recordamos el primer episodio, Mr. Philips le pasa una herradura a Adrian Veidt y esta escena nos dejó, ciertamente, desconcertados: ¿Por qué diantre el mayordomo le pasa una herradura en lugar de un cuchillo para cortar la tarta? Viendo que ahora la herradura está escondida debidamente dentro del pastel, justo cuando Ozymandias está encarcelado, no podemos evitar pensar dos cosas: que Adrian puede haber entrenado a Mr. Philips para que cuele esa herradura en la tarta, y que es una pieza clave para su huida.

Eso queda aún más evidente cuando vemos a Ozymandias totalmente eufórico, apartando el camastro, y empezando a raspar el suelo con la punta de la herradura. Si bien en un primer momento puede parecer que va a intentar cavar un túnel – como en los dibujos animados, cuando el prisionero trata de hacer un túnel con una cuchara -, si nos fijamos en sus movimientos parece que está escribiendo un mensaje o realizando algún tipo de grabado. ¿De qué se trata? Sólo nos queda esperar al próximo episodio para averiguarlo…

“¿Al final?”

A God Walks into Abar es el octavo episodio de Watchmen, lo que lo convierte en la antesala del final de esta producción de HBO. El episodio ha estado dirigido por Nicole Kassell, que se encargó de la dirección de los dos primeros, mientras que el guion llega de la mano de Jeff Jensen y Damon Lindelof. En este preámbulo al desenlace de Watchmen, la historia ha quedado desenvuelta delante de nuestros ojos: aquellas fisuras que aún quedaban por aclarar y que estábamos arrastrando desde el primer episodio, han quedado resueltas con el Dr. Manhattan llevándonos de la mano. Un hilo narrativo inteligente, bien explotado, teniendo en cuenta que con Dr. Manhattan podemos transportarnos a través de las diferentes épocas de forma simultánea. Eso permite que el espectador, en una hora, pueda digerir todo lo que ha sucedido en la vida de Jon Osterman, y en la de los personajes que hay a su alrededor.

Damon Lindelof nos dijo que no entráramos en pánico, y eso dejaba dos opciones: que todo se resolviera en dos episodios o que HBO esté preparando una segunda temporada. Teniendo en cuenta que en apenas una hora han podido ir saldando muchas de las deudas pendientes, es posible que el episodio final termine con un broche final más que satisfactorio. Sin embargo, como fan de la serie, siento que aún quedarían en el tintero muchas cuestiones que me gustaría ver en una producción de esta talla: ¿Qué pasa con Dan Dreiberg, por ejemplo, el único vigilante vivo que no hemos visto? ¿Tendremos oportunidad de que ver a Ozymandias junto a Laurie Blake y Dr. Manhattan, años después de haber sido transportado a Europa? ¿Podremos saber más de Looking Glass?

Dr. Manhattan nos ha llevado de la mano a través de aquello que desconocíamos

See How They Fly es el título del episodio final de Watchmen, una producción que se ha convertido en lo más visto de 2019 para HBO. Las preguntas y las inquietudes sobre el futuro de esta serie se ven incrementadas ante el silencio de la cadena, que sólo hace escasos días que compartió los índices de audiencia. ¿Qué ocurrirá al final? ¿Nada termina nunca... o esta vez sí?

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Cristina M. Pérez
Colaboradora
ERRORE

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