Que empiece diciembre es sinónimo de "la Navidad ya está aquí". No solo toca ponerse a correr para comprar los mejores regalos para nuestros familiares y seres queridos, sino también de dar rienda suelta a los maratones interminables de películas de temática navideña, tirados en el sofá y, a poder ser, con un buen chocolate caliente para luchar contra el frío y, de paso, meternos aún más en esa atmósfera hollywoodiense que nos transmiten los productos mainstream de las plataformas actuales. En esta odisea por buscar qué ver, dimos con un cinta que nos ha sorprendido gratamente, aunque tampoco nos ha terminado de enamorar: Navidad en 8 bits, disponible exclusivamente en HBO Max.
A priori, lo primero que llama la atención es que uno de los protagonistas es Neil Patrick Harris, el eterno Barney Stinson de Cómo conocí a vuestra madre. El actor interpreta aquí a un padre que ejerce como narrador total del largometraje mientras le explica a su hija, y también a los espectadores, las aventuras y desventuras que vivió para conseguir una NES, la brillante consola de Nintendo, a finales de los ochenta. La premisa es increíblemente hipnótica, porque desde un principio parece que se va a narrar una cinta con ciertos aires a Un padre en apuros (1996, Brian Levant), pero lo cierto es que la obra está lejos de lo que Arnold Schwarzenegger logró transmitir a punto del cambio de siglo (que tampoco es que aquel film fuera ninguna maravilla, pero desprendía algo único).
¿Qué tal está Navidad en 8 bits?
Navidad en 8 bits, con Michael Dowse en la dirección, reúne todos los ingredientes clásicos que podemos ver en la gran mayoría de productos audiovisuales navideños, jugando con el concepto de la unión familiar en base a la felicidad que esta respiraba años atrás y la nostalgia que produce aquel sentimiento, en contraposición a tener que avanzar y continuar el camino que es la vida. A pesar de que en un principio se venda que el eje central de la historia será dar con una NES al precio que sea, en realidad el efecto que se busca es el de conducir al espectador por un camino que termine señalando que la familia es lo más importante y que los objetos materiales, sobre todo en Navidad, no son nada comparados con el calor y amor que uno siente al estar arropado por los suyos.
Dowse, ejecutando una fotografía excelente aún a pesar que muchos podrían catalogar a Navidad en 8 bits como un telefilme más, articula una obra clásica que se adapta a los tiempos actuales pero que, a su vez, vive del pasado. Todo para, como decíamos, simplemente ejecutar la misma fórmula que tantas y tantas veces hemos visto una y otra vez en productos navideños que tienen como finalidad llegar a esa unión familiar a través de tiempos pasados. Empero, Navidad en 8 bits tiene algo especial que hace sea un producto de lo más disfrutable. Es una obra que apela a convertirse en una imprescindible, solo para esta temporada, para los fanáticos de los ochenta. Aquellos que requieran de una dosis de dicha época en vena de vez en cuando, encontrarán con el film de Dowse lo necesario para paliar ese mono que empezó, probablemente, con Stranger Things y su bombardeo nostálgico.
El reparto de Navidad en 8 bits pasa de largo y solo logra brillar cuando son las caras conocidas las que invaden la pantalla. Los momentos en los que Neil Patrick Harris aparece en medio de la narración o cuando June Diane Raphael saca sus dotes de madre para regañar al elenco de actores más joven (que pasa de forma un tanto discreta debido a que ninguno consigue ganarse una fuerte conexión con el público). Pero sin duda el que más sirve de gancho para el largometraje es Steve Zahn, que a sus 54 años no se cansa de interpretar papeles en los que jamás lo habríamos imaginado. Y es que después de verle en proyectos como Seguridad Nacional, A Perfect Getaway o The White Lotus (una de las series del momento) los ojos van directos hacia él para ver cómo se desenvuelve en esta interpretación de padre clásico que quiere que su hijo se convierta en un hombre.
¿Y qué pasa con los videojuegos?
Por otro lado, Navidad en 8 bits será perfecta para los amantes a los videojuegos. Pero no por la cantidad de referencias que brinda o por la explotación de la NES (de hecho esta solo está como puro adorno, porque la consola de Nintendo jamás se concibe como la piedra angular del film), sino porque Navidad en 8 bits vuelve a sacar a la palestra uno de los debates más desgastados de la industria: ¿Los videojuegos vuelven tontos a los jóvenes? ¿Los hacen más violentos? ¿Provocan que los adolescentes se desvíen de sus estudios y desgracien sus vidas? No entraremos aquí porque, realmente, a estas alturas no hace falta, pero la cinta utiliza ese discurso para poner más trabas al protagonista, al que da vida Winslow Fegley, y a la par servir como ejemplo de la concepción que se tenía por aquel entonces sobre la tecnología y las consolas, algo que a día de hoy continúa pero no con tanta fuerza como antaño (el sector ha crecido muchísimo).
Por lo demás, la película es un entretenimiento ideal para pasar en familia y complementar esa llegada de las fiestas más señaladas del año. Genial para los más pequeños pero, también, para los jugones más veteranos que quieran bañarse un poco en los recuerdos de su infancia o en la nostalgia que pueda generar echar memoria sobre cómo fue el primer encontronazo con una NES, la maravilla de los ochenta que tenía a todos los adolescentes y pequeños como locos. Un sentimiento que, por cierto, se rescata de maravilla en el film de Dowse. Una pena que no se explote como es debido.
