La nueva entrega de Agárralo como puedas no disimula ni por un segundo su objetivo: hacer reír con la cara más seria posible. Y en gran parte lo consigue. Bajo la dirección de Akiva Schaffer (Popstar, Hot Rod) y con Liam Neeson tomando el relevo de Leslie Nielsen, esta secuela/reboot se lanza de cabeza a una piscina llena de clichés, humor corporal y gags tan absurdos como eficaces. El resultado es una película que, a pesar de sus carencias, se entrega por completo a una comedia tan tonta como necesaria en un panorama cinematográfico huérfano de risas a carcajadas.
Una historia conocida que hace reír igual o más
La fórmula es conocida: Frank Drebin Jr., hijo del icónico teniente de los ochenta, es un policía torpe pero inexplicablemente eficaz que se enfrenta a un plan apocalíptico liderado por un Elon Musk de saldo (Danny Huston). Hay un “P.L.O.T. Device”, un cadáver que desencadena la trama, y una femme fatale con aspiraciones literarias encarnada, contra todo pronóstico, por una Pamela Anderson entregada al delirio. Nada aquí pretende tener sentido. Y eso, en buena medida, es su mejor virtud.
La gran baza de esta entrega es Neeson, un actor tan alejado de la comedia como el personaje que interpreta lo está de la sensatez. Su estoicismo, forjado en dramas bélicos y thrillers vengativos, se transforma aquí en un arma cómica de precisión. Le basta un ceño fruncido y una pausa dramática para convertir una línea absurda en un chiste explosivo. Eso sí, a diferencia de Nielsen, Neeson no se rinde al gesto exagerado ni a la sobreactuación deliberada, lo que aporta un contraste refrescante, aunque menos caricaturesco.
Schaffer dota a la película de una puesta en escena mucho más ambiciosa que la de sus predecesoras. La cámara se mueve, la música parece salida de Misión: Imposible y las secuencias de acción parodian sin complejos el estilo de Venganza o John Wick. Pero aunque el envoltorio luzca moderno, el contenido sigue siendo un collage de humor de la vieja escuela: caídas, dobles sentidos, frases sacadas de contexto y guiños a referencias tan anacrónicas como Sex and the City o el asistente de Microsoft Clippy.
En lo que respecta a los secundarios, Paul Walter Hauser hace de escudero cómico con oficio, mientras Anderson alterna momentos de brillantez con otros más forzados. Hay escenas delirantes, como un trío amoroso con un muñeco de nieve animado por brujería, o un momento en el que la cinta se convierte en un slasher. Algunas bromas se sienten recicladas —otras directamente rescatadas del cajón de descartes de Austin Powers—, pero el ritmo frenético impide que el humor se oxide.
No todos los chistes aterrizan con gracia. El tercer acto se tambalea por exceso de autoconciencia y falta de foco, y algunos momentos que buscan homenajear a los clásicos de Z/A/Z (Zucker, Abrahams y Zucker) caen en la tentación de repetirse sin reinventarse. Aun así, hay tantos detalles escondidos —carteles, nombres de empresas ficticias, guiños visuales— que merece una segunda visión solo para descubrir lo que el primer estallido de risa te hizo perder.
En un momento donde las grandes comedias de estudio son casi reliquias, Agárralo como puedas destaca más por existir que por innovar. No reescribe las reglas del género, pero las aplica con la suficiente frescura como para justificar su regreso. El humor no es nuevo, pero sí bien ejecutado. Y en tiempos de algoritmos, sarcasmo posmoderno y risas enlatadas, una película que se atreve a ser idiota sin pedir perdón es, de algún modo, revolucionaria.
