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Una estadounidense se refugia en España y confiesa lo que odiaba de Texas: 'Aquí todo está a 20 minutos a pie'

Su testimonio no pretende zanjar comparaciones —cada país tiene su letra pequeña y su burocracia—, pero sí dibuja un mapa de motivos por los que una profesora de inglés decidió hacer vida en España.
Una estadounidense se refugia en España y confiesa lo que odiaba de Texas: 'Aquí todo está a 20 minutos a pie'
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Actualizado: 14:17 22/10/2025
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Cuando Cepee Tabibian dejó Texas con 35 años para dar clases de inglés en Málaga —y más tarde fijó residencia en Madrid— no buscaba redimir un tópico sobre el “sueño europeo”, sino comprobar si su vida podía encajar en un país donde la rutina no gire en torno al coche, las facturas médicas y el cronómetro del trabajo. Con el tiempo, su balance se ha vuelto un pequeño termómetro de contraste entre dos modelos cotidianos. Y, a su juicio, hay cinco cosas que no echa de menos de Estados Unidos y que explican por qué su arraigo en España se ha vuelto definitivo, relata a CNBC.

La primera tiene que ver con algo tan prosaico como decisivo: las vacaciones. En su etapa en EE. UU., confiesa, atesoraba “como oro en polvo” diez días anuales. En España, en cambio, la norma le garantiza 22 jornadas laborables pagadas más 14 festivos, un colchón que le ha permitido programar descansos reales —no solo escapadas exprés— y, sobre todo, vivir el trabajo como parte de la vida, no como su centro de gravedad. Ese margen, sostiene, repercute en su salud mental y en la calidad de su enseñanza, porque el descanso ya no es una excepción sino una previsión.

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El segundo viraje está en los desplazamientos. En Texas, su agenda orbitaba alrededor del coche: tráfico, aparcamiento y gasolina dictaban horarios y costes. En Madrid, la foto es otra. Vive en un barrio “caminable”, con mercados, cafeterías y espacio de coworking a menos de 20 minutos a pie, y una red de transporte público que le permite trazar la ciudad sin GPS ni tanque lleno. La diferencia no es solo logística —ahorro de tiempo y dinero—, también cultural: “las citas ya no se miden por atascos, sino por distancias humanas”.

Sanidad sin facturas sorpresa

El tercer punto es probablemente el más sensible para cualquier expatriado estadounidense: la sanidad. “En EE. UU. ir al médico era como girar una ruleta; nunca sabías qué factura sorpresa recibirías”, resume. En España, describe un sistema público que percibe “asequible, accesible y sencillo”, con visitas que no implican negociar coberturas ni franquicias. Esa previsibilidad, añade, desactiva un ruido de fondo que antes condicionaba decisiones tan simples como pedir una cita o posponer un dolor.

También ha cambiado su percepción de seguridad. Cepee subraya que en España la prohibición general de armas crea un clima de alerta mucho menor que el que sentía en aparcamientos al anochecer o eventos multitudinarios en su país. No idealiza —toda ciudad tiene riesgos—, pero sí constata una ansiedad más baja frente a la violencia con armas de fuego y al acoso, un descenso que asocia a normas más restrictivas y a un espacio público menos hostil.

Propinas sin presión

Por último, celebra un descanso para la cartera y para el gesto: las propinas. En Estados Unidos, explica, la “pantalla del 20 %” aparece incluso al pagar una galleta en una panadería o en una caja de autoservicio, una expectativa que ha escalado con la inflación y la cultura digital del tipping. En España, donde “el personal de servicio gana salarios más justos”, la propina es un agradecimiento voluntario —redondear, dejar unas monedas— y no un peaje social. “Sigo dejando propina cuando corresponde, pero ya no siento que la terminal me examine”, bromea.

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