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Un grupo de científicos en el centro del huracán tras publicar el supuesto hallazgo de 'ADN extraterrestre' en humanos

La ciencia pide replicación independiente, datos abiertos y revisión por pares; hasta entonces, esta historia es, como mucho, un recordatorio de que afirmaciones extraordinarias exigen métodos extraordinariamente sólidos.
Un grupo de científicos en el centro del huracán tras publicar el supuesto hallazgo de 'ADN extraterrestre' en humanos
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Actualizado: 16:40 7/10/2025

La noticia suena a ciencia ficción: varios medios (como el Daily Mail) citan un “estudio” que asegura haber hallado “ADN alienígena” en humanos tras analizar 581 familias del 1000 Genomes Project y datos de 23andMe; el autor, Max Myakishev-Rempel, dice haber visto 348 marcadores “no parentales” en 11 familias y sugiere abducciones y “hibridación”. El propio manuscrito reconoce que no está revisado por pares y pide mejores datos (WGS/NGS). Con ese nivel de evidencia, la historia es —de momento— especulativa.

Para entender por qué esas “señales” no bastan, conviene recordar qué es y qué no es 1000 Genomes: un catálogo de variación humana (2.504 genomas de 26 poblaciones) usado, entre otras cosas, para estudiar mutaciones de novo y comprobar errores mendelianos en tríos. Sabemos además que cada hijo incorpora decenas de mutaciones nuevas por generación y un puñado de variantes estructurales; la literatura reciente con familias multigeneracionales y lecturas largas refina esas tasas y muestra que muchas “inconsistencias” son, sencillamente, mutación nueva o limitación técnica. Nada de eso requiere extraterrestres.

Variantes “no parentales” sin extraterrestres

Hay explicaciones terrenales de sobra para “variantes no parentales”: inserciones móviles (LINE-1/Alu) que siguen ocurriendo al nacer, eventos estructurales difíciles de llamar, contaminación intrafamiliar en la extracción/mezcla de ADN, disomías uniparentales o mosaicismos, e incluso casos (pocos, pero reales) de filiación mal atribuida. La bibliografía estima, por ejemplo, que las inserciones LINE-1 de novo se dan del orden de 1/20 a 1/200 nacimientos y que las herramientas detectan UPD y otras anomalías a partir de los mismos “errores mendelianos” que en el manuscrito se interpretan como “ajenos”.

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El uso de datos de 23andMe agrava el problema metodológico. Las compañías DTC emplean microarrays que interrogan posiciones conocidas: no descubren secuencias “nuevas” y, de hecho, son poco fiables para variantes raras, algo documentado por la literatura clínica y por la propia historia regulatoria del sector (FDA). Si se quiere sostener una afirmación extraordinaria, la vía es la secuenciación del genoma completo con validaciones ortogonales, no SNP-chips ni exportaciones de portales de consumo.

Qué sí parece “alienígena” (y no lo es)

¿Tenemos “ADN alienígena”? En sentido coloquial, lo más parecido son los retrovirus endógenos humanos (HERV), restos de infecciones ancestrales que hoy ocupan ~8% del genoma y que nada tienen que ver con abducciones modernas; además, los transposones y otras secuencias repetitivas —formadas a lo largo de millones de años— suponen ~45% o más del genoma según estimaciones clásicas y revisiones posteriores. Son piezas conocidas de nuestra historia evolutiva, no firmas de visitantes recientes.

El manuscrito asocia —sin pruebas— “inserciones alienígenas” con autismo o TDAH. La evidencia robusta va por otro camino: grandes consorcios han identificado cientos de genes y señales poligénicas humanas implicadas, combinando variantes raras de novo e heredadas, sin necesidad de explicaciones extraordinarias.

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