En el corazón de La Mancha, tierra de vinos, molinos y vastas llanuras, se esconde uno de los secretos arqueológicos más fascinantes de la Península Ibérica: la Motilla del Azuer. Situada cerca de Daimiel, en Ciudad Real, esta fortificación milenaria encierra no solo una historia de supervivencia en el árido entorno manchego durante la Edad del Bronce, sino también el que se considera el pozo más antiguo descubierto en territorio español.
Un castillo que se extiende a través del subsuelo
Su estructura no solo se eleva, sino que desciende más de 20 metros en busca de agua, el recurso vital de su tiempo. Las llamadas "motillas" son restos de una cultura que floreció entre el 2200 y el 1500 a.C., durante lo que hoy se conoce como el Bronce Manchego. Su peculiar arquitectura en forma de anillos concéntricos alrededor de una torre central y un pozo excavado hasta alcanzar el nivel freático permitía almacenar y proteger el agua en una región con severas sequías.
Una red de asentamientos aún por descubrir
Además, su disposición estratégica permitía la comunicación visual entre diferentes motillas, lo que sugiere una red organizada de asentamientos interconectados que combinaban funciones defensivas, agrícolas y comerciales. La Motilla del Azuer destaca por sus dimensiones: una torre de 10 metros de altura sobre un terreno excepcionalmente plano y un pozo que desciende hasta los 20 metros.
Esta fortificación no solo permitió el desarrollo agropecuario de su entorno, sino que ha servido como clave para entender la organización social y económica de estas comunidades prehistóricas. Desde 1974 se han llevado a cabo más de 15 campañas de excavación, revelando un mundo desconocido hasta bien entrado el siglo XX.

Actualmente hay inventariadas 29 motillas en Ciudad Real, además de otras en Toledo, Cuenca y Albacete. Sin embargo, localizar nuevas estructuras resulta difícil por la erosión, el paso del tiempo y la acción humana. Muchas motillas aún permanecen enterradas, a la espera de futuras campañas arqueológicas. Mientras tanto, la Motilla del Azuer se ha convertido en un referente cultural abierto al público, con visitas presenciales y recorridos virtuales por un precio simbólico que ayuda a su conservación.

Más allá de la Motilla del Azuer, el Bronce Manchego dejó otras huellas arquitectónicas: asentamientos elevados llamados “morras”, campos de hoyos usados como viviendas temporales y enclaves sagrados orientados a las estrellas, como Bocapucheros en Almagro.
La región es un museo a cielo abierto aún por explorar, donde caminar entre ruinas de 4.000 años es posible. Un testimonio del ingenio humano en uno de los entornos más duros del sur de Europa.