A los 41 años, el abogado estadounidense Alex Trias decidió pisar el freno, mirar el mapa y girar el volante en dirección contraria a lo esperado. Tras más de una década de carrera en Washington y con un colchón de ahorros de seis cifras, cerró su etapa en los grandes despachos y se mudó con su esposa a Portugal, un destino que él mismo define como el “mejor país para los jubilados”, explica a la CNBC.
Allí, lejos del ruido y de la agenda interminable, asegura haber encontrado una rutina sostenida por paseos junto al mar, sobremesas con amigos y una ecuación financiera que, dice, le ahorra unos 5.000 dólares al mes —unos 4.200 euros— solo por vivir en el extranjero.
Del crack de 2008 al ‘reset’ vital
El punto de inflexión llegó con la crisis financiera de 2008. El bufete en el que trabajaba se desplomó y, con él, la inercia de una vida trazada al milímetro: facultad de Derecho, veranos como asociado, carrera estable. Ese terremoto profesional abrió una grieta por la que se colaron preguntas incómodas —¿qué hago si no ejerzo?— y un plan alternativo que parecía temerario sobre el papel: vender la urgencia, comprar tiempo y mudar su centro de gravedad vital a un país donde no conocía a nadie ni hablaba el idioma. “La incertidumbre es una oportunidad, no un obstáculo”, resume ahora, con la distancia que dan los años.
El relato de Trias mezcla emoción y aritmética. Por un lado, la búsqueda deliberada de un ritmo más humano: senderos costeros tapizados de flores silvestres, una vida social menos apresurada y la sensación de que el día vuelve a tener horas de verdad. Por otro, un cálculo de costes que en Estados Unidos le asfixiaba: impuestos sobre la renta y la propiedad, seguros médicos privados y un nivel de gasto corriente difícil de cuadrar si la retribución depende de horas facturables. Al trasladarse, asegura, esos grandes capítulos se contrajeron lo suficiente como para sostener su libertad financiera sin tocar el capital.
Portugal como catalizador (y escenario)
Su estrategia no es un salto al vacío sino un cambio de fuente de ingresos. “Seguimos haciendo lo mismo que cuando trabajábamos: vivir por debajo de nuestras posibilidades, reinvertir la diferencia y dejar que la capitalización compuesta haga su trabajo”, explica. La nómina ha sido sustituida por rentas de inversión, con una cartera diversificada que prioriza la estabilidad del flujo de caja y evita, en la medida de lo posible, vender en momentos de mercado adversos. La disciplina —presupuesto sobrio, pocos fijos inelásticos, reinversión automática— es el hilo que cose el plan de vida con el plan financiero.
Para Trias, ese intercambio se traduce en una liberación tangible: “Jubilarme anticipadamente es una de las mejores decisiones que he tomado… aunque al principio fue abrumador”. Lo que empezó como un experimento se ha convertido en una rutina elegida, menos dependiente del calendario corporativo y más atenta a las estaciones.















