En un encuentro con periodistas en San Francisco, Sam Altman quiso dejar claro que lo que está en juego entre Estados Unidos y China no es simplemente una carrera tecnológica. Según recoge CNBC, el CEO de OpenAI advirtió que reducirlo todo a un duelo de chips es quedarse en la superficie: la pugna es mucho más enrevesada, con ramificaciones que afectan a todo el planeta.
Sam Altman, CEO de OpenAI, lanza una alerta global: “China me inquieta”
Altman fue directo: “Estoy preocupado por China”. No lo dice a la ligera. Para él, confiar en que los controles de exportación sean suficientes resulta ingenuo. La inteligencia artificial no se mide solo por el acceso a GPU, sino por capas mucho más complejas: investigación, producto y capacidad de inferencia. Y es precisamente en esta última donde considera que Pekín podría avanzar con más velocidad que Washington.
En su opinión, que coincide con los problemas relacionados con GPT-5, prohibir la venta de semiconductores no detendrá a un país que puede levantar fábricas propias o buscar atajos para sortear las restricciones. “Mi instinto es que eso no funciona. Puedes frenar la exportación de algo, pero quizá no sea lo correcto… siempre habrá otra vía”, reconoció.
El debate se intensifica porque, mientras Estados Unidos se enreda en un entramado fragmentado de medidas, China avanza con un enfoque muy distinto. Expertos como Martos Gastón señalan que el gigante asiático está empujando hacia una democratización de la IA a través de modelos gratuitos y de código abierto, en contraste con la visión más comercial de Occidente.
Ese movimiento no pasó desapercibido en OpenAI. Altman confesó que la presión de modelos chinos de código abierto, como DeepSeek, fue decisiva para que la compañía diera un giro y liberara por primera vez modelos con pesos abiertos. “Si no lo hacíamos, el mundo iba a construirse principalmente sobre modelos open source chinos. No fue el único motivo, pero sí uno de los más importantes”, admitió.
El propio Altman reconoce que no hay respuestas fáciles. La verdadera batalla no se libra únicamente en quién consigue fabricar más chips o algoritmos más potentes, sino en quién logra que el resto del mundo adopte su visión de la inteligencia artificial. Y en ese tablero, el margen de error es cada vez más estrecho.















