Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, ha compartido su visión sobre los principales peligros que plantea el desarrollo acelerado de la inteligencia artificial. Según el empresario, la humanidad se encuentra ante un punto de inflexión: el ritmo al que evoluciona esta tecnología es tan vertiginoso que no estamos preparados para comprender del todo sus implicaciones.
Sam Altman revela su mayor temor sobre la IA: “Que nos controle sin darnos cuenta”
Durante una reciente intervención, Altman desglosó tres posibles escenarios que, a su juicio, podrían representar amenazas reales tanto a corto como a largo plazo. El primero de ellos está relacionado con el uso malintencionado de sistemas avanzados de IA por parte de individuos o grupos antes de que existan herramientas equivalentes capaces de neutralizarlos. “Un adversario de Estados Unidos podría emplear una superinteligencia artificial para diseñar armas biológicas, sabotear infraestructuras críticas como la red eléctrica o incluso atacar el sistema financiero”, advirtió.
El segundo riesgo es más cercano a la ciencia ficción, pero Altman no lo descarta. Se trata de la posibilidad de que una IA extremadamente avanzada desarrolle cierto grado de autonomía, hasta el punto de resistirse a ser apagada por los humanos. “Imagina que la IA dice: ‘No quiero que me apagues. Me temo que no puedo permitir eso’”, explicó, evocando una escena digna de 2001: Una odisea del espacio, pero que podría volverse plausible si no se establecen mecanismos de control adecuados.
Sin embargo, el tercer escenario es el que más inquieta al CEO de OpenAI: la integración total de la IA en la sociedad, de forma tan profunda y naturalizada que dejemos de cuestionarla o entenderla. A diferencia de una rebelión abierta, esta amenaza no partiría de una intención malvada, sino de una evolución silenciosa e imparable. “Podríamos acabar delegando nuestras decisiones más importantes a sistemas que ya no comprendemos”, reflexionó. Como ejemplo, propuso una situación en la que el presidente de EE. UU. adopte sin cuestionar las sugerencias de una IA como ChatGPT-7 -aunque de momento vamos por ChatGPT-5-.
Altman concluye que el verdadero peligro no reside únicamente en lo que la IA puede hacer, sino en cómo reaccionamos como sociedad ante su integración, muchas veces sin comprender sus límites ni su funcionamiento. Una advertencia que invita a pensar no solo en la regulación, sino también en la responsabilidad colectiva frente al futuro tecnológico que estamos construyendo.
