La llamada teoría de la simulación no es nueva. El filósofo sueco Nick Bostrom la formuló en 2012, planteando una pregunta inquietante: ¿y si el universo fuera una recreación informática y nuestra existencia, un simple programa?
Desde entonces, Bostrom ha centrado su trabajo en el desarrollo de la inteligencia artificial y el riesgo de que alcance la llamada AGI, una máquina plenamente consciente. Esa conexión entre filosofía y tecnología ha captado la atención de Sam Altman, CEO de OpenAI, quien en una reciente aparición habló de la teoría con una mezcla de curiosidad y desasosiego que no deja indiferente.
Cuando el propio creador de ChatGPT duda de la realidad, la frontera entre lo humano y lo artificial se vuelve inquietantemente difusa
El ejecutivo participó recientemente en MD Meets, el espacio de conversación dirigido por el periodista Mathias Döpfner. Allí, entre reflexiones sobre el presente tecnológico y la naturaleza humana, dejó una frase que ha dejado a más de uno dándole vueltas a su verdadero significado. "Este es un momento muy extraño para estar vivo en toda la historia de la humanidad", indica Altman.
Altman reconoció lo difícil que resulta comprender lo que ocurre a nuestro alrededor, especialmente en una era en la que la tecnología avanza más rápido de lo que somos capaces de asimilar. Según él, la única certeza que nos queda es la propia consciencia. "Diría que nuestra consciencia es lo único de lo que podemos estar realmente seguros, y sin duda es lo más importante que nos sucede. Pero sí, es un momento inusual para estar vivos", remarca.
Una afirmación que, inevitablemente, remite a Bostrom y su inquietante hipótesis. Altman fue más allá al sugerir que, incluso dentro de una simulación, podrían coexistir múltiples niveles de realidad. En el fondo, no sorprende que una mente capaz de dar vida a una herramienta como ChatGPT se sienta atraída por este tipo de ideas.
Su trabajo no solo implica desarrollar modelos cada vez más inteligentes, sino también enfrentarse a las preguntas más antiguas de la humanidad: qué es la consciencia, dónde termina la realidad y si es posible que el propio universo sea el resultado de un algoritmo. Por ahora, nada de eso puede demostrarse, pero la reflexión de Altman deja entrever algo más profundo: la sospecha de que, tal vez, estemos más cerca de comprender nuestra propia naturaleza a través de la inteligencia artificial que mediante cualquier otro medio.















