Cuando se habla de inteligencia artificial, parece que el mundo solo admita extremos. Para algunos, es la antesala del apocalipsis; para otros, la llave de la salvación. Entre ambos polos, sin embargo, todavía hay espacio para la duda razonable y el matiz. Quizá el verdadero reto esté en aprender a convivir con ella sin miedo ni euforia, mientras aún tengamos la capacidad -y el derecho- de decidir qué esperamos de esta tecnología.
En medio del ruido y las advertencias catastrofistas, hay voces que defienden su potencial con fe casi religiosa. No solo porque los algoritmos hayan llenado sus bolsillos, sino porque creen de verdad en la promesa de la IA. Sam Altman, CEO de OpenAI y padre de ChatGPT, es uno de ellos. Su creación, que con la llegada de GPT-5 roza la frontera de lo que considerábamos posible, representa para él un nuevo paradigma del conocimiento asistido.
Sam Altman, CEO de ChatGPT, predice: “La inteligencia artificial hará un gran descubrimiento científico en menos de dos años”
"Es el primer modelo con el que siento que puedo hacer prácticamente cualquier pregunta científica o técnica y obtener una respuesta bastante buena", confesó Altman en una entrevista con la periodista tecnológica Cleo Abram. El empresario se muestra optimista respecto al papel que la IA puede desempeñar en el progreso humano. Rechaza la idea de que esta herramienta fomente la pereza intelectual y defiende, por el contrario, que puede servir como catalizador de la curiosidad y el pensamiento crítico.
"Hay gente que usa ChatGPT para no pensar, y otros que lo utilizan para pensar más que nunca y hacer cosas grandes. Espero que podamos construir la herramienta de una forma que anime a más personas a expandir su mente", afirma. Altman asegura sentirse especialmente inspirado por ese pequeño grupo de usuarios que exprime el modelo al máximo: "El cinco por ciento más comprometido está aprendiendo, creando y produciendo cosas increíbles".
Entre los puntos fuertes del nuevo GPT-5, el directivo destaca sus capacidades como asistente de programación. Según él, su potencial para escribir software "permite expresar ideas de nuevas formas y realizar tareas muy avanzadas". Puede que no construya en el mundo físico, pero sí puede “hacer que un ordenador ejecute acciones complejas”, lo que convierte al software en una herramienta de poder tangible. Además, añade, “GPT-5 escribe mucho mejor, con un estilo más natural, más sutil y más humano”.
Sin embargo, el comentario que más titulares ha generado no tiene que ver con el presente, sino con el futuro. Altman asegura que "la inteligencia artificial será capaz de lograr un descubrimiento científico importante en algún momento dentro de los próximos dos años". Lo que cada cual entienda por “importante” puede variar, pero el propio Altman fija el horizonte entre 2026 y 2027.
Falta, dice, "un salto cognitivo", un avance que permita a estos modelos razonar a un nivel superior. Pero confía en que estamos cerca. "Tenemos que dar otro gran paso, pero estamos en el camino", sentencia. La pregunta, entonces, no es si la inteligencia artificial será capaz de cambiar la ciencia, sino cuándo y en qué campo lo hará. Tal vez su gran hallazgo afecte a la medicina, la energía o la biología. Tal vez no sepamos reconocerlo al principio. Lo único seguro, según Sam Altman, es que ese momento llegará antes de lo que imaginamos.















