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No es una escena de terror, en la Antártida hay una espectacular cascada de sangre y su origen según científicos es natural

Su estudio desafía los límites de la ciencia polar y ofrece una nueva perspectiva sobre cómo la vida puede persistir en condiciones extremas.
No es una escena de terror, en la Antártida hay una espectacular cascada de sangre y su origen según científicos es natural
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Actualizado: 9:25 28/4/2025
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Entre los parajes más enigmáticos de la Antártida, pocos capturan tanto la imaginación como las cascadas de sangre del glaciar Taylor, ubicadas en los Valles Secos de McMurdo. Este extraño fenómeno fue documentado por primera vez en 1911 —no 1991 como a veces se cita erróneamente— por el geólogo australiano Thomas Griffith Taylor durante una expedición liderada por Robert Falcon Scott (Fountain et al., 2015).

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Es agua y no sangre u otra sustancia

El torrente rojo que brota del hielo no es, como cabría suponer, sangre congelada, sino agua salada extremadamente rica en hierro que, al entrar en contacto con el oxígeno del aire, se oxida y adquiere ese tono rojizo tan impactante. La explicación del fenómeno no se clarificó hasta casi un siglo después, gracias al avance de técnicas de radar por satélite y perforación subglacial.

En un estudio de la Universidad de Alaska Fairbanks y Colorado College (Mikucki et al., 2009), se demostró que el glaciar Taylor conserva bajo su superficie una reserva de agua hipersalina atrapada desde hace aproximadamente un millón de años. Esta agua, al fluir lentamente a través de fisuras y canales en el hielo, arrastra minerales oxidados, especialmente hierro ferroso, responsable del color escarlata característico.

Contiene microecosistemas bacterianos

No obstante, las cascadas de sangre continúan suscitando nuevas preguntas científicas. Una de las más intrigantes es por qué el fenómeno se manifiesta exclusivamente en esa región concreta y no en otras zonas del glaciar, que también contienen agua subterránea. Investigaciones recientes
sugieren que la combinación de presiones internas, la salinidad extrema y microecosistemas bacterianos que sobreviven sin luz ni oxígeno podrían estar modulando el flujo y la composición química del agua, configurando un proceso todavía no del todo comprendido.

La dificultad de acceso a los Valles Secos, uno de los lugares más áridos y fríos del planeta, convierte a las cascadas de sangre en un espectáculo reservado a científicos altamente especializados. Además de su valor visual, este fenómeno es una fuente inestimable de información sobre la vida extrema. De hecho, el estudio de los microorganismos que habitan estas aguas saladas sin contacto con el exterior desde hace milenios podría ofrecer claves relevantes para la astrobiología, especialmente en la búsqueda de vida en lugares como Europa, una luna helada de Júpiter (Hand & Priscu, 2015).

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