Etiopía, el país que sigue viviendo en el año 2017 mientras el resto del mundo ha avanzado al 2025, mantiene su propio sistema de calendario basado en el calendario Ge’ez, también conocido como calendario etíope. Este sistema, profundamente enraizado en la tradición religiosa de la Iglesia Ortodoxa Etíope, difiere del calendario gregoriano utilizado en la mayoría de los países. La principal razón de este desfase temporal de aproximadamente ocho años radica en el cálculo del nacimiento de Jesucristo, ya que el calendario etíope sitúa este acontecimiento ocho años más tarde que el gregoriano. Así, mientras gran parte del planeta celebra el inicio de un nuevo año en enero, Etiopía da la bienvenida a su Año Nuevo, conocido como Enkutatash, en septiembre.
13 meses en vez de 12
El calendario etíope consta de 13 meses en lugar de los 12 que conforman el calendario gregoriano. Doce de estos meses tienen una duración de 30 días exactos, mientras que el mes adicional, llamado Pagumē, cuenta con 5 o 6 días, dependiendo de si el año es bisiesto. Esta estructura permite una distribución más uniforme del tiempo a lo largo del año y responde a una lógica ancestral que se ha mantenido vigente a lo largo de los siglos. A pesar de su singularidad, el calendario etíope representa un desafío en términos de sincronización con el resto del mundo, especialmente en el ámbito económico y comercial.
A pesar de mantener su calendario tradicional, Etiopía ha adoptado el calendario gregoriano en ciertos ámbitos para facilitar su integración en el mundo globalizado. Las instituciones gubernamentales, las transacciones internacionales y las relaciones diplomáticas se rigen por el calendario occidental, lo que permite al país alinearse con los estándares internacionales sin perder su identidad cultural. Sin embargo, en la vida cotidiana de los etíopes, las festividades, los ciclos agrícolas y los eventos sociales siguen marcados por su propio sistema de medición del tiempo.
Influye en la percepción del tiempo de sus habitantes
El desfase temporal no solo es una cuestión de números, sino que también influye en la percepción del tiempo y en la manera en que los etíopes viven su día a día. Las celebraciones nacionales y religiosas, como la Navidad o la Pascua, se celebran en fechas distintas a las del calendario occidental, lo que genera una dinámica cultural única. Para los visitantes extranjeros, esta diferencia puede resultar desconcertante, pero para los ciudadanos etíopes es una manifestación de su arraigada tradición y de su resistencia a la homogeneización global.
Más allá del calendario, Etiopía se ha consolidado como un país con una rica herencia cultural y una identidad única en África. Su historia, marcada por la resistencia a la colonización y por una continuidad cultural ininterrumpida, la convierte en un destino fascinante para aquellos que buscan explorar una forma de vida diferente. Así, mientras el mundo avanza a un ritmo uniforme bajo el calendario gregoriano, Etiopía mantiene su propio compás, demostrando que el tiempo es, en última instancia, una construcción cultural que puede ser interpretada de múltiples maneras.