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Ni la rueda ni el fuego: este avance clave surgió a la vez en hasta 24 culturas distintas sin contacto entre ellas

Este avance tecnológico no solo cambió la dieta humana, sino que sentó las bases para la vida sedentaria, el crecimiento poblacional, la aparición de ciudades y el surgimiento del Estado.
Ni la rueda ni el fuego: este avance clave surgió a la vez en hasta 24 culturas distintas sin contacto entre ellas
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Actualizado: 9:58 1/4/2025
agricultura
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Cuando se habla de los grandes inventos que marcaron un antes y un después en la historia de la humanidad, solemos pensar en hitos modernos como la electricidad, el motor de combustión o internet. Sin embargo, uno de los desarrollos más trascendentales para la civilización humana ocurrió hace más de 10.000 años: la invención de la agricultura.

Lo verdaderamente sorprendente de este avance no es solo su antigüedad, sino el hecho de que surgió, de forma independiente, en al menos una decena de regiones geográficamente aisladas. Así lo sostienen múltiples estudios arqueológicos recogidos por instituciones como la FAO, que identifican entre 10 y 24 focos primarios de domesticación vegetal y animal.

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En lo que hoy es Oriente Próximo, el llamado Creciente Fértil dio lugar a una de las primeras revoluciones agrícolas conocidas, hacia el 9500 a.C. Allí se domesticaron especies como el trigo, la cebada, las cabras y los cerdos. Sin embargo, paralelamente, en el valle del río Yangtsé, en China, se comenzó a cultivar arroz de forma intensiva. En el subcontinente indio, también hacia el 7000 a.C., ya se manipulaban variedades de trigo y cebada.

Surgió hasta en lugares remotos

Esta dispersión geográfica sin contacto directo entre regiones sugiere que la invención de la agricultura fue una respuesta convergente a desafíos comunes, como el cambio climático del Holoceno y el aumento de la presión demográfica tras la última glaciación. Las evidencias arqueobotánicas confirman que en Mesoamérica y los Andes, civilizaciones como los olmecas, los mayas y los pueblos quechuas desarrollaron de manera autónoma cultivos como el maíz, la mandioca y las patatas.

Investigadores como Bruce D. Smith, del Smithsonian Institution, han documentado cómo estos sistemas agrícolas se originaron en contextos completamente distintos al del Viejo Mundo, pero con resultados funcionalmente similares. En África, el Sahel fue un centro importante de domesticación de sorgo, mijo y especies autóctonas resistentes a la sequía, mientras que en Nueva Guinea se cultivaba taro y camote, adaptados a sus condiciones húmedas.

Se desarrollaron entre pueblos que no tuvieron ninguna conexión

Lo que fascina a la comunidad científica es cómo estas culturas, sin ningún tipo de interconexión, llegaron a soluciones similares para asegurar su subsistencia. Desde un punto de vista evolutivo y cultural, este fenómeno de invención múltiple plantea preguntas clave sobre la capacidad cognitiva del ser humano y su instinto para experimentar con su entorno.

Algunos investigadores interpretan esta convergencia como una inevitabilidad histórica: la presión ambiental y social empujó a los grupos humanos a buscar fuentes de alimento más estables, y la agricultura fue la respuesta más eficaz, tal y como sugieren estudios publicados en Proceedings of the National Academy of Sciences.

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