Aunque Madrid carece de mar, hay un rincón en su sierra oeste que lleva siete años demostrando que el disfrute del agua no depende del salitre.
Se trata de la playa de la Virgen de la Nueva, en el Pantano de San Juan, que en 2025 ha renovado una vez más su codiciada Bandera Azul. Esta distinción, otorgada por la Fundación Europea de Educación Ambiental, acredita no solo la calidad del agua, sino también la seguridad, accesibilidad y servicios del lugar. Es, de hecho, la única playa de la Comunidad de Madrid con este reconocimiento internacional.
Esta a una hora en coche
Ubicada a poco más de una hora del centro de Madrid y con acceso desde el municipio de San Martín de Valdeiglesias, esta zona de baño se ha consolidado como uno de los destinos favoritos para los madrileños que buscan naturaleza, tranquilidad y agua dulce. Con 14 kilómetros de costa navegable y permitido el baño y las actividades a motor, el Pantano de San Juan se gana el apelativo de “la playa de Madrid” sin complejos. Y es que la playa de la Virgen de la Nueva es uno de los pocos puntos del embalse que reúne todas las condiciones para el baño recreativo.
El entorno ofrece una mezcla de arena, pinares y aguas limpias —aunque turbias por momentos debido a los sedimentos del fondo—, que lo hacen ideal para disfrutar en verano. Eso sí, no hay sombra natural en la zona de arena, por lo que muchos visitantes optan por refugiarse bajo los árboles cercanos. La playa está equipada con baños, duchas y servicio de socorristas, lo que refuerza su carácter familiar y seguro. Sin embargo, se recomienda precaución con niños pequeños, ya que la profundidad del agua cambia bruscamente y no siempre es visible el fondo.

Para llegar, hay que cruzar Pelayos de la Presa y tomar la carretera M-957, conocida como la vía de la Virgen de la Nueva. El camino conduce a una pequeña ermita construida en los años 50, que sustituyó a una anterior del siglo XIII, sepultada por las aguas del pantano tras su creación. Este detalle le aporta al lugar no solo atractivo natural, sino también un toque histórico y patrimonial que lo diferencia de otros puntos de baño más convencionales.
En plena temporada estival, esta “playa” de agua dulce se convierte en un refugio perfecto para quienes no pueden (o no quieren) desplazarse hasta la costa, pero tampoco renuncian a un buen chapuzón en plena naturaleza. Una opción cada vez más valorada en una comunidad autónoma que, paradójicamente, ha logrado destacar en el mapa nacional de banderas azules sin tener mar.