Eduardo Casanova, conocido por su estilo provocador y su mirada estética fuera de los cánones convencionales, vuelve a situarse en el ojo del huracán con Silencio, su nueva miniserie que mezcla vampirismo, VIH y humor negro. El proyecto, presentado en el Festival de Locarno y con estreno en España previsto en el Festival de Sitges, combina elementos del terror clásico con un enfoque abiertamente queer y el uso de lenguaje inclusivo.
Una fórmula que, fiel al historial del director madrileño, ha generado reacciones encontradas antes incluso de que la ficción haya llegado al público general.
Vampiras 'queer' e inclusivas
La trama se adentra en la vida de unas hermanas vampiras que, a lo largo de varios siglos, deben enfrentarse a la contaminación de la sangre humana, primero por la peste negra y, en tiempos modernos, por el VIH. En clave de comedia fantástica, Casanova aborda la invisibilización histórica de las mujeres en la pandemia del sida, un discurso que él mismo ha defendido en entrevistas y que ha vinculado con su interés por narrar “historias que no habían tenido voz en nuestra cinematografía”. El toque anacrónico —vampiras medievales que toman lorazepam y usan lenguaje inclusivo— añade un componente de absurdo que, según el director, es clave para que el mensaje llegue “a través de la risa”.
Pero la polémica no se limita al contenido de la obra. Casanova arrastra desde Pieles (2017) una fuerte división entre seguidores y detractores, acentuada por declaraciones como “tener hijos es un acto completamente egoísta” o “estaría muy bien acabar con la humanidad”. Estas frases, sumadas a sus apariciones mediáticas y a la defensa del uso de subvenciones públicas para proyectos de escasa taquilla —La Piedad recaudó 52.000 euros en su primer fin de semana tras recibir 317.000 en ayudas— han alimentado un perfil público que no busca el consenso, sino la confrontación artística.
Un director con una mirada única y estética propia
La estética de Silencio también evidencia el interés de Casanova por el cine como objeto de homenaje. Parte del rodaje se ha hecho en 16 milímetros para emular la textura visual del terror de los años 70 y 80, con guiños al cine quinqui de Eloy de la Iglesia. El trabajo del maquillador Óscar del Monte, al que el director atribuye la creación de “un nuevo monstruo para los fans del género”, se presenta como uno de los puntos fuertes de la producción, que apuesta por un imaginario visual recargado y deliberadamente incómodo.
Ha provocado el enfado en redes sociales
En redes sociales, el uso de lenguaje inclusivo en los diálogos ha encendido un debate paralelo. Para algunos, se trata de un elemento narrativo coherente con la propuesta queer de la serie; para otros, una provocación gratuita. Más allá de esta discusión, Silencio se inscribe en la línea de obras que utilizan la ficción fantástica para reflexionar sobre realidades contemporáneas, en este caso, la discriminación y la representación del colectivo LGTBIQ+ en la ficción española. Su alianza con la ONG Apoyo Positivo refuerza la intención de dar visibilidad a la realidad de las personas que viven con VIH.
Se lo pides a la IA y no te sale pic.twitter.com/G070POfBxn
— Lupe Sánchez (@Proserpinasb) August 13, 2025
Por ahora, la miniserie no tiene distribución confirmada en televisión o plataformas, lo que no ha impedido que se convierta en tema de conversación en la industria. Casanova, acostumbrado a caminar sobre el filo entre el arte y la provocación, parece consciente de que la repercusión mediática es parte del ADN de su obra.















