En 2017, Johnny Depp era todavía uno de los rostros más codiciados de Hollywood. Navegaba con viento a favor: era el alma de sagas multimillonarias como Piratas del Caribe y Animales fantásticos, pero también encontraba espacio para proyectos más personales. En ese momento, su nombre era sinónimo de estrella de primera línea, de excentricidad carismática y de fidelidad a un cine que aún creía en sus ídolos. Pero todo cambió.
La ruptura con Amber Heard marcó un antes y un después. Un matrimonio breve, apenas dos años, desembocó en una de las batallas legales más seguidas y polarizantes del siglo XXI. Lo que comenzó como un proceso de divorcio se convirtió, con el tiempo, en un juicio mediático retransmitido al milímetro. La chispa fue un artículo de Heard publicado en The Washington Post, donde sin mencionar directamente a Depp, lo señalaba como figura encarnada del abuso. Ahora es Depp quien se sincera y deja claro que se siente un muñeco de pruebas de Hollywood.
Johnny Depp, tajante: "Durante años fui el chivo expiatorio del #MeToo"
El actor pasó, de la noche a la mañana, de ser venerado a convertirse en el epicentro de una tormenta perfecta. Las acusaciones de maltrato lanzadas por Heard prendieron en pleno auge del movimiento #MeToo, y aunque la iniciativa llevaba años fraguándose, su estallido tras el caso Weinstein la convirtió en una fuerza imparable. Hollywood, en su reacción automática, apartó a Depp del foco. Disney dejó de contar con él para futuras entregas de Piratas del Caribe, y Warner Bros. terminó despidiéndolo de Animales fantásticos tras una derrota judicial en Reino Unido, frente al tabloide The Sun.

Pero Depp, lejos de esconderse, resistió. En declaraciones recientes a The Times U.K., el actor rechaza con ironía cualquier narrativa de regreso: “¿Volver? Nunca me fui. Si pudiera desconectarme del todo de esta industria, no volvería jamás”. En esa misma entrevista, agradece el respaldo de quienes no le dieron la espalda, como el Festival de San Sebastián, que le otorgó el Premio Donostia mientras medio Hollywood le cerraba la puerta.
Entre confesiones dolidas, apunta que se sintió como un muñeco de pruebas del #MeToo. “Absorbí todo aquello solo”, recuerda, visiblemente afectado por el silencio de personas cercanas. Ahora, con el ruido mediático menguando y pasando a mejor vida, Depp se prepara para lo que podría ser una segunda etapa creativa. Interpretará a Satán en The Carnival at the End of Days, una sátira apocalíptica dirigida por Terry Gilliam, junto a Jason Momoa, Adam Driver y Jeff Bridges. También compartirá pantalla con Penélope Cruz en Day Drinker, su próximo proyecto cinematográfico. Puede que Hollywood lo vetara, pero Johnny Depp, en sus propias palabras, nunca desapareció.