Jesse Eisenberg ha puesto palabras a una sensación que le acompaña desde siempre —“mi mente funciona a base de ansiedad y catastrofismo”— y a la que, con los años, ha aprendido a dar la vuelta. En una entrevista reciente con Big Think, el actor, guionista y director explica que esos picos de angustia no se disipan con la experiencia —al contrario, pueden empeorar tras cien funciones perfectas cuando llega la 101—, pero que decidió dejar de combatirlos para incorporarlos a su trabajo: “a veces pienso que es el personaje quien está teniendo ese ataque de pánico”.
Ese giro no nació en un aula de coaching, sino en un rodaje concreto. Durante Adventureland (2009), Eisenberg sufrió un ataque de pánico en mitad de una escena. El director Greg Mottola lo apartó, no para repetir el mantra de “tranquilo, todo va bien”, sino para normalizar lo que estaba sintiendo y proponerle canalizar esa presión en la interpretación en lugar de bloquearse. Años después, Eisenberg ha relatado aquel episodio como el instante en que entendió que su perfeccionismo y sus miedos podían ser combustible actoral, no un freno.
Del pánico a método
Desde entonces ha convertido esa pedagogía en consejo para otros. En 2023, por ejemplo, contó cómo trasladó a Finn Wolfhard —que también padecía ataques de pánico— la misma idea: asumir que la ansiedad forma parte del oficio y aprender a redirigirla hacia el personaje y la escena, en lugar de intentar negarla con argumentos racionales que, en plena crisis, no calman.
El discurso llega mientras Eisenberg promociona ‘A Real Pain’, su segundo largometraje como director y guionista, donde comparte protagonismo con Kieran Culkin. La película, estrenada tras su paso por Sundance 2024, ha terminado convertida en uno de los títulos del año: Culkin ganó el Oscar a mejor actor de reparto por su papel de Benji, y el propio Eisenberg ha visto reconocido su guion en el circuito de premios. La pareja ha hablado en varias ocasiones de la vulnerabilidad emocional que atraviesa el filme, una sensibilidad que encaja con la forma en que Eisenberg entiende su proceso creativo.
Película, premios y vulnerabilidad
Más allá del anecdotario, hay una tesis que Eisenberg repite: no todos los profesionales funcionan con la misma química interna y racionalizar el miedo (“ya te ha salido bien cien veces”) rara vez resuelve el pánico escénico. La alternativa —dice— es aceptarlo, redirigirlo y crear condiciones de trabajo que lo contengan: rodajes que protejan al actor, tiempos de preparación realistas y equipos que no patologicen la fragilidad. Lo cuenta sin épica, como un ajuste práctico que le permite seguir haciendo cine sin que la ansiedad le devore.
Convertir un defecto en herramienta no es una receta universal, pero sí explica por qué Eisenberg habla hoy de “funcionar a base de ansiedad” sin tono de derrota. Su método no busca eliminar el vértigo, sino usarlo: si el corazón se acelera, que también lo haga la escena.















