Es oficial: tras la polémica de la pasada edición, España, Países Bajos e Irlanda han decidido dar un paso que pocos esperaban: abandonar Eurovisión 2026. La tormenta se desató en Ginebra, durante la 95ª Asamblea General de la Unión Europea de Radiodifusión, cuando los miembros de la UER ratificaron la participación de Israel en el próximo certamen aprobando un paquete de reformas presentado la semana anterior.
Con ese gesto, la organización cerraba filas en torno a Tel Aviv y provocaba una ruptura que se venía gestando desde hace meses. RTVE confirmaba poco después que no solo se retirará como participante, sino que tampoco retransmitirá la final del año que viene, aunque sí mantendrá su compromiso con Eurovisión Junior.
España rompe con Eurovisión: la UER mantiene a Israel y RTVE anuncia que no retransmitirá la final
El gran debate de la jornada giraba alrededor de la suficiencia de las nuevas medidas destinadas a reforzar la neutralidad del festival. La votación, realizada país por país entre las 56 naciones miembro, sacó adelante las reformas con una mayoría clara: 738 votos a favor, 264 en contra y 120 abstenciones. RTVE, junto con otras delegaciones, solicitó que la votación fuera secreta; la presidencia la denegó, acrecentando la tensión y alimentando la sensación de que las decisiones más delicadas del certamen continúan teñidas de presión política.
Entre las medidas aprobadas destaca la limitación del televoto -cada método de pago pasará de permitir 20 a solo 10 votos- y el retorno de los jurados profesionales a las semifinales, un intento por equilibrar la balanza entre fanatismo organizado y criterios musicales.
El panorama es complejo: la UER ha fijado un plazo límite, excepcionalmente tardío, hasta el 15 de diciembre para que cada país confirme si sigue dentro. Mientras tanto, el mapa eurovisivo parece partirse en dos. Algunos, como Eslovenia, ya habían advertido que abandonarían si Israel permanecía; otros, como Alemania, Austria o Suiza, amenazaban con lo contrario. La situación es especialmente delicada porque Austria será la anfitriona del festival de 2026 y Alemania forma parte del Big Five, el núcleo económico del certamen.
Ante la posible fuga de participantes, la UER ha tanteado el regreso de viejos conocidos como Bulgaria, Moldavia o Rumanía, e incluso ha explorado nuevas invitaciones. Kazajistán aparece como la opción más probable, mientras que la sorprendente entrada de Canadá -impensable hace años- ya no resulta tan descabellada en un concurso donde Australia compite con total normalidad.
Mientras Europa debate sanciones, vetos y alineamientos, la KAN israelí continúa su proceso de selección para 2026 como si nada hubiese cambiado. Y quizá, para ellos, realmente no haya cambiado. En Eurovisión, las grietas casi siempre se tapan con luces, cámaras y espectáculo. Pero esta vez, la fractura es demasiado grande para esconderla bajo los focos.















