Elon Musk ha vuelto a alzar la voz, y esta vez con una advertencia que no parece exagerada ni lejana: según el magnate detrás de Tesla, SpaceX y la red social X (anteriormente Twitter), el mundo está a punto de entrar en una crisis energética global impulsada por el vertiginoso avance de la inteligencia artificial y la adopción masiva de vehículos eléctricos.
Lo que hace apenas una década parecía ciencia ficción —una sociedad conectada, automatizada y electrificada— hoy es una realidad que amenaza con sobrepasar los límites de la infraestructura energética actual pese a que siempre hay espacio para la esperanza.
"Ya está ocurriendo": la dura advertencia de Elon Musk toma forma en todo el planeta
Durante su intervención en la Bosch Connected World, celebrada en Berlín, Musk no escatimó en contundencia. “Estamos al borde de una crisis sin precedentes”, advirtió. La frase no es nueva en su discurso, pero el contexto actual le da un peso diferente: el crecimiento exponencial de la IA generativa, los centros de datos, la minería de criptomonedas y la transición hacia el coche eléctrico están disparando la demanda de electricidad a niveles insostenibles.
Lo preocupante es que las predicciones de Musk no apuntan a un futuro lejano, sino a un presente en desarrollo. Según el empresario, tecnologías como la inteligencia artificial están doblando su capacidad cada seis meses, lo que implica un consumo energético astronómico. Para ilustrarlo, basta un dato: una sola consulta a sistemas como ChatGPT puede llegar a consumir diez veces más electricidad que una búsqueda tradicional en Google, aunque Sam Altman no está del todo de acuerdo. En cualquier caso, eso se multiplica por millones cada día.
Los centros de datos —auténticas catedrales del cálculo donde se entrenan modelos de lenguaje, se almacenan redes sociales y se ejecutan servicios de nube— ya se encuentran entre los principales consumidores de energía a nivel mundial. A esto se suma la minería de criptomonedas, especialmente Bitcoin, cuya demanda energética supera a la de países enteros como Argentina o Noruega.
Por último, el auge del coche eléctrico, que para muchos representa una esperanza ecológica, también exige una red de carga masiva, estable y distribuida a escala planetaria. Solo en China, las ventas de vehículos eléctricos aumentaron un 40% en 2024, lo que da cuenta de la velocidad con la que se está electrificando el transporte privado global.
El CEO de Tesla no solo ha descrito el problema, sino que ha insistido en su urgencia. “La red eléctrica mundial no está lista para este salto tecnológico”, señaló sin rodeos. Las infraestructuras actuales, diseñadas para un mundo analógico e industrial, no pueden sostener el modelo digital, automatizado y electrificado que estamos construyendo. La transición energética no puede limitarse al cambio de combustibles: necesita una revolución completa en generación, distribución y almacenamiento.
Lo que plantea Musk no es solo una advertencia, sino un desafío global que exige coordinación entre gobiernos, empresas tecnológicas y el sector energético. Porque si bien la tecnología avanza a pasos agigantados, la energía que la sustenta todavía se mueve con los pies en el barro del siglo XX.















