En pleno auge de la movilidad eléctrica, el litio se ha convertido en uno de los recursos más codiciados del planeta. Este metal ligero, esencial en la fabricación de baterías, está en el centro de una carrera geopolítica, económica y tecnológica.
Hasta ahora, gran parte de las reservas mundiales se concentraban en el llamado Triángulo del Litio, una región sudamericana que abarca Bolivia, Argentina y Chile. Allí, en salares como el de Uyuni o el de Atacama, se extraen millones de toneladas cada año, en una industria que ha atraído inversiones chinas, europeas y estadounidenses.
Australia y China, por su parte, dominan la producción y procesamiento del litio, consolidando su hegemonía en la cadena de suministro. Estados Unidos, sin embargo, busca desesperadamente independencia en este terreno clave. Y es ahí donde entra Elon Musk, el CEO de Tesla y SpaceX, que podría haber encontrado en su propio país la llave del futuro eléctrico: un antiguo supervolcán extinto en la frontera entre Nevada y Oregón.
El supervolcán de Elon Musk: un hallazgo de litio en EE. UU. podría cambiar el futuro de Tesla y de la industria del coche eléctrico
La noticia llega tras el desplome histórico de la empresa en bolsa y de las constantes llamadas de atención de la junta directiva, que cree que Musk está condenando a la compañía por sus escándalos mediáticos y la cada vez peor prensa alrededor de su persona. El volcán puede ser su salvación.
El cráter McDermitt, formado hace más de 16 millones de años, contiene capas sedimentarias con una concentración de litio seis veces superior a la media global. Según estudios geológicos preliminares, el yacimiento podría suministrar litio suficiente para fabricar baterías destinadas a más de 600 millones de vehículos eléctricos.
Sí, está claro. Para Tesla, esto representaría una ventaja competitiva abrumadora: suministro doméstico, reducción de costes logísticos, menores dependencias geopolíticas y, por tanto, coches más baratos y rentables. Pero el camino no está exento de obstáculos. Comunidades indígenas, como los Paiute-Shoshone, han denunciado un “colonialismo verde”, advirtiendo de los riesgos medioambientales y culturales que supone el proyecto. La extracción de litio requiere grandes cantidades de agua, un bien escaso en una región asolada por la sequía, además de una infraestructura intensiva en energía y recursos.
El yacimiento, valorado en más de 1,5 billones de dólares, también ha despertado el interés de figuras como Jeff Bezos, quien apoya proyectos paralelos centrados en coches eléctricos personalizables. La pugna por el control de McDermitt podría marcar el inicio de una nueva fiebre del litio en suelo estadounidense. Este hallazgo coloca a Tesla en una posición estratégica para dominar la próxima década del transporte sostenible. Pero su éxito dependerá del equilibrio entre la ambición tecnológica, la presión industrial y la responsabilidad ambiental.















