Cuando los astrónomos detectaron el cometa 3I/ATLAS el pasado julio, pensaron que sería otro visitante interestelar peculiar, como Borisov o Oumuamua. Pero nadie esperaba algo tan desconcertante.
Este objeto llegó dispuesto a romper todos los manuales: su núcleo, de entre 10 y 30 kilómetros, es el mayor jamás observado procedente de otro sistema estelar. Además, viaja a más de 210.000 kilómetros por hora, una velocidad que parece gritar que tiene prisa por marcharse. Y lo más inquietante: ha cambiado su trayectoria sin que la gravedad tenga nada que ver.
El cometa 3I/ATLAS rompe las reglas del cosmos: “Nada de lo que hace tiene sentido para la física”
Los cometas suelen ser obedientes. Siguen las leyes de la física como trenes sobre sus raíles gravitacionales. Curiosamente, 3I/ATLAS se desvió del camino, y la explicación más aceptada -el llamado “efecto cohete”, provocado por la expulsión de gas y polvo al calentarse su superficie- no encaja del todo. Para justificar la desviación, el cometa debería haber perdido cerca de una sexta parte de su masa en pocas semanas.
Pero los telescopios más potentes, incluido el James Webb, no han detectado la nube de gas que debería haberse formado. Es como si un coche perdiera 160 kilos de golpe y siguiera entero, sin piezas desperdigadas en la carretera. Avi Loeb, astrofísico de Harvard y figura tan polémica como brillante, lo ha resumido con su estilo habitual: "Si en diciembre no aparece esa nube, la física se queda sin excusas". Loeb, que ya sugirió que Oumuamua podría tener origen artificial, vuelve a desafiar los límites de lo posible: "No digo que sea una nave, pero si no encontramos una explicación natural, habrá que pensar fuera de la caja".
Lo cierto es que 3I/ATLAS no deja de sorprender. En julio mostró una anticola -una cola apuntando hacia el Sol-, algo casi imposible. En octubre, cuando rozó el perihelio, se volvió más azul que la propia estrella. Y su brillo se disparó súbitamente, como si alguien hubiera manipulado un control invisible. Los espectros revelan abundancia de carbono y trazas de níquel ionizado, señales de que nació en un entorno muy distinto al del Sistema Solar. El 19 de diciembre, cuando el cometa alcance su punto más cercano a la Tierra, sabremos si aparece la nube de gas o si el universo, una vez más, nos obliga a reescribir las reglas.
