Muchos afirman que la Tierra está en una especie de vacío cósmico y que eso dificultará nuestra comunicación con otras civilizaciones. Pero otros expertos afirman que hay un instrumento que está mandando más señales y detalles de lo que esperamos.
Durante años, el radar ha sido la columna vertebral invisible del tráfico aéreo mundial, guiando aviones, controlando el espacio aéreo y sosteniendo infraestructuras clave sin que pensemos demasiado en lo que emite al cielo. Pero para un grupo de científicos, esta red de pulsos electromagnéticos podría estar haciendo mucho más: podría estar anunciando la presencia de la humanidad al universo.
Científicos advierten que los radares terrestres podrían delatarnos ante civilizaciones alienígenas: “Somos completamente visibles en el cosmos”
Según un nuevo estudio, los sistemas de radar civil repartidos por los aeropuertos del planeta emiten colectivamente una radiación que supera los 2×10¹⁵ vatios. Es una cifra difícil de imaginar, pero lo importante es su alcance: estas señales podrían ser detectadas por radiotelescopios alienígenas situados hasta a 200 años luz de distancia. Eso supone una esfera de visibilidad que abarca más de 120.000 estrellas, muchas de ellas con planetas potencialmente habitables.
Ahora bien, no hay que dejarse llevar por el vértigo cósmico. Los sistemas de radar con esta potencia solo operan desde la década de 1950, por lo que el frente de ondas apenas ha alcanzado los 75 años luz. Aun así, dentro de esa burbuja ya hay vecindarios estelares muy interesantes, como la estrella de Barnard o AU Microscopii, que los investigadores han usado como puntos de referencia para simular cómo se vería la Tierra desde fuera. El resultado: un parpadeo de señales cambiantes que fluctúan según la rotación del planeta y el encendido y apagado de estaciones de radar.
Pero si hay un protagonista en esta historia que brilla con más claridad que el resto, es el radar militar. A diferencia del civil, sus haces son enfocados, direccionales y marcadamente artificiales. “Desde el otro lado del cosmos, esas señales parecerían faros girando en plena noche”, asegura Ramiro Caisse Saide, autor principal del estudio. Aunque su potencia máxima es menor (unos 1×10¹⁴ vatios), su firma es más reconocible, como si una civilización estuviera diciendo sin querer: “Aquí hay tecnología, aquí hay orden, aquí hay vida inteligente”.
El trabajo forma parte de una corriente más amplia dentro del proyecto SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence) que busca tecnofirmas: rastros involuntarios de civilizaciones avanzadas. Y es que no todos los alienígenas, si existen, van a enviarnos saludos con láser o mensajes codificados. Es más probable que, como nosotros, se limiten a emitir señales sin darse cuenta mientras gestionan su tráfico aéreo o vigilan su espacio aéreo. De hecho, estudios anteriores de Saide ya apuntaban que incluso las torres de telefonía móvil podrían ser detectadas hasta a 10 años luz de distancia.
Esto transforma por completo nuestra estrategia de escucha cósmica. Ya no se trata solo de esperar un mensaje intencionado, sino de aprender a identificar las fugas tecnológicas que, como el radar, se escapan de nuestro planeta todos los días. Y si nosotros podemos verlas aquí, quizá alguien más pueda verlas desde allá.
El hallazgo no solo tiene implicaciones para la astrobiología. Como señala el profesor Michael Garrett, entender cómo se propagan nuestras señales también nos ayuda a diseñar mejor nuestros sistemas de comunicación, proteger el espectro radioeléctrico y gestionar la huella electromagnética de la civilización humana en el espacio. Es ciencia aplicada que mira hacia fuera, pero también hacia dentro.
En última instancia, este estudio nos recuerda que la pregunta “¿Estamos solos?” no solo se responde con grandes antenas apuntando a las estrellas, sino también con una introspección tecnológica: entendiendo qué dejamos atrás cada vez que enviamos una señal al cielo.
