La guerra comercial impulsada por los nuevos aranceles de la administración Trump ya comienza a dejar víctimas visibles, y una de las más simbólicas es el iPhone. El modelo 16 Pro de 256 GB, que hoy tiene un coste de fabricación de 550 dólares en China, podría dispararse hasta los 850 dólares si se aplican los aranceles del 54 % propuestos para productos importados desde ese país.
El iPhone, víctima inesperada de la guerra comercial
Esta cifra rompe por completo el tradicional equilibrio de precios que Apple ha mantenido durante una década, y podría obligar a la compañía a abandonar el emblemático precio base de 999 dólares. El impacto va más allá de Apple. Si el iPhone sirve como termómetro del mercado, lo que viene es una fiebre de precios. Los nuevos aranceles afectarán de forma directa a bienes electrónicos que se ensamblan o fabrican en países asiáticos como Vietnam, Tailandia, Indonesia o Malasia.
Aunque Apple ha intentado diversificar su cadena de suministro para reducir su dependencia de China, la infraestructura industrial no se puede mover de un día para otro, y las consecuencias se harán sentir globalmente. El mayor dilema para Apple no es solo dónde fabricar, sino a qué coste. Producir en Estados Unidos implicaría multiplicar por diez algunos costes laborales: ensamblar un iPhone, que cuesta 30 dólares en China, ascendería a 300 dólares en suelo estadounidense.
Una factura global para la era digital
Además, los componentes también subirían de precio, y el resultado final sería un dispositivo prohibitivo incluso para el consumidor más fiel. Las voces del sector ya empiezan a contemplar modelos de suscripción como alternativa al pago único. En el pasado, Apple no ha dudado en subir precios cuando la coyuntura lo ha exigido: ocurrió en Japón con la caída del yen y en otras regiones debido a la inflación.
Todo indica que esta será otra ocasión en la que la empresa trasladará los costes adicionales directamente al usuario. Una estrategia que no solo afectará a los compradores estadounidenses, sino también a los mercados internacionales, ya que los ajustes de precio suelen aplicarse de forma global.

El iPhone, icono de la tecnología de consumo, se convierte así en símbolo de una crisis que amenaza con trastocar el equilibrio comercial global. No estamos solo ante un problema de Apple, sino ante un posible punto de inflexión en la economía digital: si los aranceles se imponen, la era de la tecnología “asequible” podría estar dando sus últimos coletazos.