El nuevo trabajo publicado en Nature confirma que la subida media global del nivel del mar desde 1900 (≈1,5 mm/año) es, con probabilidad “extremadamente alta”, la mayor de cualquier siglo en al menos cuatro milenios. La conclusión procede de un modelo jerárquico que integra mareógrafos y registros geológicos y sitúa el actual ascenso por encima de la variabilidad natural holocena. Para ciudades deltáicas como Shanghái, ese fondo oceánico al alza multiplica riesgos cuando se combina con hundimiento del terreno.
En Shanghái, el problema es doble: mar en ascenso y subsistencia del suelo (compactación) sobre sedimentos blandos del delta del Yangtsé. La literatura técnica y divulgativa académica coincide en que partes de la ciudad se hundieron más de un metro durante el siglo XX, sobre todo por el bombeo intensivo de aguas subterráneas para industria, construcción y usos domésticos; en los años sesenta se registraron picos cercanos a 10 cm/año. Ese ritmo es órdenes de magnitud superior al incremento del nivel del mar, de ahí la vulnerabilidad acumulada frente a inundaciones y marejadas.
Subida del mar y suelo que cede
Los datos de teledetección y campañas nacionales recientes son tajantes: al menos el 94% del hundimiento urbano rápido es atribuible a actividades humanas, con tasas locales que superan holgadamente el ascenso medio global del mar. En Shanghái, las autoridades han ido limitando la extracción y promoviendo recarga gestionada del acuífero, lo que ha ralentizado el fenómeno en las últimas décadas (del orden de <1 cm/año en 2000–2018 en áreas reguladas), pero el legado del siglo XX persiste en la cota del terreno y en la exposición de barrios e infraestructuras.
El cuadro que emerge es de riesgo compuesto: una plataforma deltáica naturalmente compresible, un siglo de sobreexplotación de acuíferos, y un océano que sube más deprisa que en cualquier época histórica comparable. Como resume el equipo de Rutgers, centímetros de subida del mar bastan para multiplicar la probabilidad de inundaciones en deltas densamente urbanizados; y cuando a esa subida se suma subsistencia, el nivel relativo del mar para la ciudad crece mucho más rápido que el promedio global.
Gestión basada en nivel relativo
En términos de gestión, la evidencia apunta a palancas concretas: mantener la restricción de bombeos, extender proyectos de recarga gestionada donde sea hidrogeológicamente viable, reforzar diques y drenaje con criterio de nivel del mar relativo (no el global) y actualizar mapas de hundimiento diferencial para priorizar obras. La planificación urbana debe incorporar series InSAR y control piezométrico continuado para detectar focos de subsidencia y ajustar cargas de edificación.
Conviene, por último, matizar cifras de titulares: que “en algunas zonas se haya bajado >1 metro en el último siglo” es compatible con la literatura, pero no implica un hundimiento uniforme de toda la urbe ni que hoy se mantengan aquellos picos de los 60. Esa es la alarma real del estudio: no solo sube el mar; algunas ciudades, además, descienden.















