La segunda temporada de The Last of Us, que ha arrancado ya en HBO, no solo promete seguir destrozando corazones, sino también remover los cimientos de quienes conocían al detalle la historia original. Desde su estreno, el primer episodio ha dado mucho que hablar, y no precisamente solo por la presentación de Abby, un personaje que en el videojuego ya generó una división feroz entre los fans.
En esta nueva adaptación, lo realmente rompedor no es la inclusión del personaje, sino el modo en que su historia y motivaciones se presentan desde el principio, rompiendo con la narrativa fragmentada y progresiva que planteaba The Last of Us Parte II.
Un cambio de rol que no se verá como tal en la serie
En el videojuego, el gran giro argumental llega cuando el jugador, tras pasar varias horas encarnando a Ellie, es forzado a asumir el rol de Abby y ver el mundo desde sus ojos. Esa estructura buscaba generar empatía a través de la vivencia. Pero en televisión, con otro lenguaje y tiempo más limitado, los creadores Craig Mazin y Neil Druckmann han optado por un enfoque distinto: revelar la identidad de Abby, su historia y su sed de venganza desde el primer minuto.
Con esto, buscan construir un arco emocional más claro y constante desde el arranque, confiando en que el espectador no necesita ser sorprendido para sentirse implicado. El flashback que introduce a Abby se sitúa justo en el escenario de una de las mayores heridas emocionales de la franquicia: el hospital de las Luciérnagas. Allí se muestra a su padre asesinado por Joel, y a la joven jurando venganza.
Esta escena no solo cambia el orden de los acontecimientos conocidos, sino que impone un tono de tensión premeditada que afecta a todo el episodio. La pregunta ya no es si Abby aparecerá, sino cuándo tomará la acción definitiva. Un cambio radical que subraya la diferencia de formato entre videojuegos y televisión, y que anticipa una temporada más introspectiva y trágica.
La relación entre Diana y Joel también es diferente
Otro de los elementos que ha llamado la atención de los seguidores es la transformación de la relación entre Dina y Joel. En el videojuego, su vínculo era casi anecdótico; en la serie, en cambio, se convierte en una conexión emocional cercana, casi paternal.
Este recurso narrativo, además de enriquecer a Dina como personaje, sirve también como contraste evidente con la brecha que se ha abierto entre Ellie y Joel, que en este punto viven una tensión silente tras los acontecimientos del final de la primera temporada. La serie no solo adapta, sino que reinterpreta —y con ello consigue añadir nuevas capas a los mismos conflictos emocionales.
En lugar de reproducir el esquema del título de Naughty Dog, lo que se propone es una exploración paralela, que ahonde en las motivaciones humanas y las consecuencias del trauma desde nuevos ángulos. Con el regreso de Pedro Pascal y Bella Ramsey, y con Abby ya en escena, se avecina una temporada cargada de decisiones difíciles, heridas abiertas y, como siempre, una pregunta que sobrevuela cada episodio: ¿puede la venganza llenar el vacío?