Bolonia, la capital de la región italiana de Emilia-Romaña, es una ciudad rica en historia medieval, aunque a menudo no es la primera en venir a la mente cuando se piensa en ciudades históricas de Italia. Conocida principalmente por su legado cultural y educativo, Bolonia fue también, sorprendentemente, un centro de rascacielos en la Edad Media. Durante su apogeo en los siglos XII y XIII, la ciudad contaba con una impresionante cantidad de torres, que llegaron a simbolizar el poder y la riqueza de las familias aristocráticas que las construían. Este aspecto poco conocido de la ciudad convierte a Bolonia en un ejemplo fascinante de urbanismo medieval.
El auge de las torres medievales
El auge de Bolonia se dio entre los siglos XII y XIII, periodo durante el cual la ciudad se convirtió en una de las más grandes y prósperas de Europa, con alrededor de 50,000 habitantes. Durante este tiempo, las familias más ricas competían por construir las torres más altas y prominentes, no solo como símbolos de su poder, sino también como fortalezas residenciales que les proporcionaban seguridad.
Aunque algunas fuentes históricas mencionan hasta 300 torres en la ciudad, este número ha sido objeto de debate, siendo más aceptada la cifra de 180, tal como lo documentó en el siglo XIX el conde Giovanni Gozzadini.
De las muchas torres que se erigieron en Bolonia, solo un pequeño número ha sobrevivido hasta nuestros días, principalmente debido a la reestructuración urbana que tuvo lugar en el siglo XX. Durante este proceso, muchas torres fueron demolidas junto con secciones de las murallas que todavía permanecían en pie. Sin embargo, las dos torres más emblemáticas de la ciudad, la torre Garisenda y la torre Asinelli, lograron sobrevivir. Estas torres, que fueron construidas a principios del siglo XII, aún se alzan como testigos del pasado glorioso de la ciudad.
La Torre Asinelli y la Torre Garisenda
La torre Asinelli, que mide 97,2 metros, es la más alta de las dos y sigue siendo un símbolo prominente de Bolonia. A lo largo de los siglos, ha servido para diversos propósitos, desde fortaleza en el siglo XIV hasta un sitio de experimentos científicos en el siglo XVIII, cuando Giovanni Guglielmini realizó en ella experimentos para entender la rotación de la Tierra. La torre Garisenda, por su parte, aunque fue reducida en altura debido a problemas estructurales, sigue siendo una pieza clave del paisaje urbano de Bolonia, a pesar de estar en constante peligro debido a la inestabilidad del terreno.
Hoy en día, ambas torres están bajo vigilancia constante mediante sensores que monitorean su estabilidad. Este tipo de monitoreo no es único para Bolonia, ya que muchas ciudades modernas con rascacielos enfrentan problemas similares debido al consumo de aguas subterráneas y el peso de los edificios. Bolonia, con su rica historia de construcción vertical y los desafíos contemporáneos que enfrenta para preservar este patrimonio, ofrece una lección valiosa sobre la continuidad y la fragilidad de los monumentos históricos a través del tiempo.