Asfalto, cigarrillos, cerveza y carburante, The Bikeriders. La ley del asfalto es un canto nostálgico a los club de moteros de los de antes, antes de las bandas, de los negocio ilícitos, cuando la violencia era un juego de hombres con honor que se zanja con un apretón de manos y unas cervezas. Más Salvaje (The Wild One)de Marlon Brando y menos Sons of Anarchy. Dirigida por Jeff Nichols y con el estreno fijado para este mismo viernes 12 de junio, captura con maestría la esencia de la contracultura de los moteros de los años 60 en Chicago con un reparto que no tiene ni un pero. Austin Butler (Elvis), Tom Hardy (Venom), Michael Shannon (La Forma del agua), Norman Reedus (The Walking Dead), Karl Glusman (Civil War) encarnan a un club de moteros tan creíble que cuesta creer que estén actuando.
Butler, interpretando al temerario Benny Cross, es uno de los puntos más destacados del filme. Logra encarnar una fusión moderna del enigmático James Dean de Rebelde sin causa y el rudo Mickey Rourke en Dos duros sobre ruedas, aportando una presencia en pantalla que es imposible de ignorar. El elenco se completa con Jodie Comer y Mike Faist, quienes hacen de soporte a la narrativa y la conectan con los hechos reales en los que se basa, ya que el filme es una interpretación de las entrevistas del fotógrafo Danny Lyon (interpretado por Faist) con Kathy Cross (interpretada por Comer) sobre el club de moteros Vándalos (Vandals). La estructura de la película, que alterna entre entrevistas y flashbacks, permite una exploración rica y detallada de los personajes y sus motivaciones, destacando la inevitabilidad de la caída de la banda.
La película se sumerge en la evolución de una banda de moteros mientras se enfrenta a la violencia y la transformación del poder que arrastran y provocan las nuevas incorporaciones al club. La dirección de Nichols, combinada con la vibrante cinematografía de Adam Stone, crea una atmósfera estética atractiva y cuidada, incluso cuando las motos y sus jinetes están llenos de barro. La ropa, los gestos, la forma de hablar siempre con el cigarro en la boca y entre tragos de birra, es una radiografía perfecta de aquel club de Chicago y de aquellos tiempos donde la rebeldía y la lealtad son las fuerzas dominantes.
Una reflexión sobre la masculinidad
La narrativa de Bikeriders se despliega a lo largo de una década, ofreciendo una mirada profunda y melancólica a una era de cambio. La película no es simplemente un paseo salvaje lleno de adrenalina y rugidos de Harley, sino una reflexión profunda sobre la masculinidad en transición. Nichols ofrece una mirada melancólica a un período en el que los ideales de libertad y rebeldía se ven erosionados por la realidad de la violencia y la decadencia de las nuevas drogas duras que acompañaron al shock de Nixon caracterizado por una creciente inflación en el país.
Nichols no solo se enfoca en la acción y la violencia, sino también en los temas más profundos de la identidad masculina y la búsqueda de pertenencia. La película es un estudio sombrío de cómo los ideales de la masculinidad pueden ser tanto un refugio como una prisión para los hombres que los abrazan. A través de personajes como Benny y Johnny, Nichols explora las tensiones entre la necesidad de pertenencia y el deseo de individualidad, mostrando cómo estas fuerzas pueden llevar a la autodestrucción.
Hardy y Butler, dos tipos de moteros antónimos pero complementarios
Butler brilla en su papel de Benny, un joven impulsivo cuya pasión por las motocicletas solo es superada por su complejidad emocional. Su interpretación evoca a los íconos del cine clásico, aportando un magnetismo irresistible que captura tanto la vulnerabilidad como la ferocidad de su personaje. La química entre Butler y Comer añade es un plus de realismo en su relación en pantalla, convirtiéndose en el corazón emocional de la película. Las escenas en las que Benny muestra su lealtad inquebrantable a los Vandals, a pesar de los riesgos, son particularmente poderosas y revelan las profundas contradicciones de su carácter.
Por su parte Hardy es de lo mejor de la película encarnando a Johnny Davis, otro de esos papeles que parecen especialmente diseñados para él. Johnny es el líder y presidente de los Vandals, que resulta en una mezcla única de brutalidad y carisma excéntrico muy Hardy. La voz peculiar del actor y su presencia dominante crean un contraste fascinante con el mundo violento que encabeza y junto a Butler, son como la noche y el día, como ver a James Dean y a Marlon Brando juntos, a lomos de una Harley Davidson.
La tragedia de los Vandals
La película explora de manera profunda la dinámica de poder dentro de la banda de moteros, mostrando cómo la lealtad y la violencia se entrelazan en un ciclo destructivo. La relación de Benny y Kathy está en el centro de esta tormenta emocional, con Kathy luchando desesperadamente por salvar a Benny de un destino trágico. La evolución del club, de una comunidad unida a una facción en guerra, resalta la inevitabilidad de su decadencia. Nichols maneja con destreza estas transiciones, mostrando cómo los ideales de camaradería y libertad se corrompen con el tiempo.
Visuales que evocan nostalgia
Rodada en 35mm, Bikeriders captura la estética y la textura de los años 60 con un detalle impresionante. La cinematografía de Adam Stone utiliza colores desgastados y anaranjados típicos de la época junto a escenarios realistas que sumergen al espectador en la era que representa. Las escenas de los moteros en formación, con decenas de vehículos rugiendo por las carreteras, son particularmente impactantes, transmitiendo el poder de la banda. Stone logra una paleta visual que es tanto nostálgica como visceral, recordando las fotografías icónicas de Danny Lyon mientras crea una identidad visual propia.
Una oda al cine clásico de moteros
Si bien Bikeriders recuerda a los grandes clásicos del cine de motociclistas como Buscando mi destino (Easy Rider) y (The Wild One), también tiene paralelismos con los dramas criminales de Martin Scorsese cono Uno de los nuestros. Sin embargo, Nichols mantiene un enfoque más modesto y reflexivo, evitando el glamour de la vida de los moteros en favor de una mirada más crítica y realista. La película no busca romantizar la violencia y la rebeldía, sino ofrecer una reflexión más sobria sobre las consecuencias de estas elecciones.
Hasta los actores secundarios destacan
Michael Shannon, un colaborador frecuente de Nichols, ofrece una actuación memorable como Zipco, un motero atrapado en un mundo que ya no reconoce. Su interpretación añade una capa adicional de melancolía y conflicto interno a la narrativa, destacando la transición de una era de rebeldía a una de desilusión. Este actor junto a Norman Reedus, que interpreta a Funny Sonny, ofrecen actuaciones sólidas y tremendamente carismáticas porque este es otro de los puntos fuertes del filme. Cada uno de los personajes tiene personalidad propia, carisma y hasta estética, dentro de lo que es la chupa y el chaleco de los Vandals, que portarán hasta las últimas consecuencias.
La película es una evocadora exploración de un submundo fascinante, y las actuaciones de Butler, Comer y Hardy hacen que valga la pena el viaje a ninguna parte. Como concepto, es una propuesta fascinante que, aunque no siempre alcanza sus ambiciones, ofrece suficientes momentos de belleza, reflexión y hermandad para mantener al espectador enganchado. La película es tanto una celebración de la cultura motera como una crítica de sus excesos y contradicciones, haciendo de Bikeriders una obra compleja y multifacética que merece ser vista.
Hemos visto la película completa en adelanto gracias a la cortesía de Universal Pictures International Spain.
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