Ceres, el mayor asteroide de nuestro sistema solar y catalogado como planeta enano, ha sido objeto de interés científico desde su descubrimiento en 1801. Originalmente clasificado como un planeta, su estatus fue revisado después de la misión Dawn de la NASA, que en 2015 reveló detalles fascinantes sobre su superficie y composición. Este cuerpo celeste, conocido por ser un planeta enano activo y rico en hielo, alberga en sus polos lo que se conoce como "trampas frías". Estas zonas, que no reciben luz solar directa durante el año ceresiano de 4.6 años terrestres, fueron identificadas como los únicos lugares en Ceres donde el hielo está expuesto en la superficie.
Las trampas frías de Ceres son cavidades sombrías en los cráteres de las regiones polares, donde se han hallado depósitos de hielo brillante. Estas cavidades son similares a las encontradas en la Luna y Mercurio, caracterizadas por su falta de exposición solar directa, lo que permite que el hielo se preserve a pesar de las condiciones generales más cálidas del planeta enano.
Este fenómeno intrigó a los científicos, especialmente porque no todos los cráteres en sombra de Ceres contienen hielo, lo que llevó a investigaciones adicionales sobre las condiciones específicas necesarias para su formación y retención.
Recientes estudios han determinado que los depósitos de hielo en Ceres son exclusivamente de agua, descartando la presencia de otros tipos de hielos, como el dióxido de carbono congelado, que se observa en los polos lunares. Esta especificidad se debe a la inclinación axial de Ceres, que es de 4 grados, permitiendo que más luz solar indirecta caliente los bordes de los cráteres en comparación con los 1.5 grados de inclinación de la Luna. Esta diferencia en la exposición solar parcial permite que los cráteres de Ceres mantengan temperaturas lo suficientemente bajas para conservar hielo de agua, pero no tan bajas como para sostener otros tipos de hielo más volátiles.
Uno de los descubrimientos más sorprendentes relacionados con estos depósitos de hielo es su juventud relativa. Análisis recientes indican que estos depósitos se han formado en los últimos 6.000 años, un período extremadamente corto en términos astronómicos, dado que Ceres tiene una antigüedad estimada de 4.000 millones de años. Este hallazgo sugiere eventos recientes que podrían haber contribuido a la acumulación de hielo, como la posible colisión con un fragmento de asteroide que creó una atmósfera temporal de agua, o avalanchas de material rico en hielo que se depositaron en las trampas frías. Este conocimiento no solo profundiza nuestra comprensión de Ceres, sino que también amplía nuestra percepción de los procesos dinámicos que pueden ocurrir en cuerpos celestes aparentemente inertes.