Hay momentos que cambian por completo nuestra forma de ver las películas. Momentos que definen una nueva era y que revolucionan por completo nuestra concepción de la realidad. En 1993, y tras cosechar un éxito impensable en las librerías de medio planeta, Jurassic Park (Parque Jurásico) dejó su impronta en el imaginario colectivo de millones de espectadores en todo el planeta. Steven Spielberg conseguía, literalmente, que viésemos un dinosaurio cruzar la pantalla y que no fuese una criatura falsa, monstruosa o terrorífica. Estaba ahí. El logro conjunto del cineasta, Stan Winston y los magos de los efectos especiales de ILM fue enorme: habían devuelto a la vida un ser prehistórico extinto para nuestro goce y disfrute.
El cine ha cambiado mucho desde entonces. La tecnología ha avanzado a pasos agigantados y el sentimiento de orfebrería y artesanía de muchas de las grandes producciones se ha perdido. Muy poco queda del espíritu colaborativo cinematográfico, pero aún quedan talentos impasibles al cambio de las modas y la feroz evolución. Juan Antonio Bayona (Barcelona, 1975) es uno de ellos. Un autor versado a la antigua, tradicional, que en su haber tiene pequeños grandes clásicos capaces de conjugar el terror más íntimo como El orfanato (2007) y el drama épico como en Lo imposible (2012). Con Jurassic World: El reino caído, Bayona recoge el testigo de Colin Trevorrow y nos presenta una secuela más grande, con más dientes y un mejor pulso narrativo que devuelve a la saga jurásica a su más alto pedestal.
La herencia de Steven Spielberg: ADN jurásico
Jurassic World (Colin Trevorrow, 2015) tenía la difícil tarea de reordenar las cosas en una licencia cinematográfica que pasaba por horas bajas. Las películas de los dinosaurios de Steven Spielberg eran cosa de los años noventa, cuando la dinomanía estaba en su máximo esplendor y cuando los blockbusters no tenían que pertenecer a vastos universos con decenas de cintas conectadas entre ellas. En un horizonte así, Universal Pictures decidió arriesgarse a reiniciar la saga y la imagen de estas películas, intentando olvidar pequeños traspiés como Jurassic Park III (Joe Johnston, 2001) y apostar por un factor que se acabaría por convertir en la tónica de muchos films similares: la nostalgia.
El film de Colin se convirtió en todo un éxito de taquilla, narrándonos la vuelta a Isla Nublar y la reconstrucción del Parque Jurásico original, llamándose ahora Jurassic World, apostando por el deseo de cualquier aficionado a la novela de Michael Crichton y la adaptación de Spielberg. Contando con estrellas como Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, Jurassic World nos ofrecía secuencias muy lúcidas -como todas aquellas que implicaban a los raptores y al mosasaurio- y un villano, el Indominus rex, que buscaba robar la función con sus apariciones.
Amasando una cantidad de dinero ingente -se convirtió en la cuarta película más taquillera de la historia del cine-, devolvió a los dinosaurios a la vida y consiguió catapultar la carrera de su director, lográndole un hueco en la saga de Star Wars que luego acabaría perdiendo de forma parcial -no dirige, pero sí sigue manteniendo su condición de guionista en el noveno episodio- por su tropiezo con El libro secreto de Henry (2017). Planificada como la primera parte de una gran una trilogía, Jurassic World recogía decenas de elementos vistos en la película fundacional de Steven Spielberg, devolviendo el aspecto gentil y a la vez feroz de los dinosaurios y ahondando en los consabidos dramas familiares, con dos pequeños que van al parque a pasar un fin de semana para olvidarse del caos que viven en su casa.
Jurassic World: El reino caído nos traslada a un escenario bien distinto. El parque se clausuró después de los incidentes de la primera parte, abandonando a los animales residentes a su suerte en la remota Isla Nublar. Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), antigua gerente del parque, ha luchado desde entonces por los derechos de estas criaturas, fundando el llamado Grupo de Protección de Dinosaurios, una organización dedicada a protegerlos. Cuando una serie de datos revelan que el volcán de la isla puede amenazar sus vidas, Claire decide contar con Owen Grady (Chris Pratt) y un grupo de expertos para evitar la segunda extinción de estos animales, encabezando una expedición de rescate.
‘La reina de corazones’: corriendo para permanecer en el mismo sitio
Los más avezados se habrán dado cuenta: es casi el punto de partida de El mundo perdido, la secuela de Parque Jurásico. Sí, no van mal desencaminados. El guion de Derek Connolly y Trevorrow aglutina muchos de los tics e incluso la estructura de la segunda parte de la saga, muy infravalorada con el paso del tiempo, y hace hincapié incluso en algunos de sus puntos fuertes. Pero más que en la adaptación cinematográfica parece recoger varios de los puntales sobre los que se cimentaba y apoyaba la novela de Crichton, un libro que era muy superior a su antecesor y que nos narraba con minuciosidad los peligros de la genética, desgranaba con atino la evolución y nos explicaba de forma bastante acertada uno de los peligros intrínsecos a los que debe enfrentarse cualquier forma de vida: la extinción.
Bayona es un gran conocedor de las películas, y sabe perfectamente la manera correcta de abordar todas y cada una de las situaciones y grandes temas del guion. Consigue liberarse de ciertos anclajes y autoreferencias, sin obsesionarse por seguir con muchos de los tópicos y peajes de las anteriores secuelas. El reino caído es una película con mucha personalidad, y como si se tratase de una cadena de ADN perfectamente ensamblada y sin saltos en la secuencia, consigue intercalar momentos de puro cine de acción y aventuras con otros más cercanos al cine de terror. Podríamos incluso decir que su obra consta de dos grandes partes, que se complementan y mantienen entre ellas un delicado y estudiado equilibrio, sin sobresalir una por encima de la otra.
“Me pregunté qué funcionaba en la trilogía original y trabajé en esa línea: el sentido de la maravilla y el suspense”, explicaba J.A. Bayona a la revista Fotogramas. Y así es. El director de Un monstruo viene a verme (2016) consigue diseminar con elegancia muchos de los tributos al espectador en este tipo de cine a lo largo del metraje, pero imparte con decisión un estilo único a la película. Jurassic World: El reino caído es una producción entretenida sin pretensiones, claro, pero se trata de una obra más madura, completa y distinta de lo que podemos atisbar a simple vista.
La química existente entre Chris Pratt y Bryce Dallas Howard, dos personajes de inestimable valor pulp -dignos del cómic o el folletín más clásico de los años cincuenta-, funciona a la perfección cual engranaje, demostrándonos que han nacido para este tipo de cine. Da igual que estén corriendo delante de una estampida de dinosaurios en mitad de la jungla o escondiéndose entre las salas y pasillos de una terrorífica mansión. Funcionan. De Pratt somos ya conocedores de que se trata de un valor sólido en casi cualquier blockbuster gracias a su carisma y porte, pero Dallas Howard merece mucho más reconocimiento en nuestro cine actual.
Jurassic World: El reino caído arroja, como decíamos, valores muy interesantes en su relato. ¿Tiene derechos un animal extinto devuelto a la vida? ¿Es el poder genético una herramienta para garantizar la preservación de nuestra especie o una mera técnica más que debe usarse para nuestro entretenimiento? Durante uno de los momentos más álgidos de todo el film, aquel que implica al mismísimo Jeff Goldblum, se vuelve a demostrar todo el corazón y el sentimiento que atesoraban las primeras películas de Spielberg y las dos novelas de Michael Crichton entre sus páginas: corre todo lo que puedas para permanecer en el mismo sitio.
Es precisamente quizás el mayor logro del Bayona tras las cámaras: hacernos sentir como en una película de Steven Spielberg pero sin que realmente sea del cineasta. Cual dinosaurio devuelto a la vida que ha pasado millones de años en letargo, Jurassic World: El reino caído es una cinta que casi parece sacada de otro tiempo. Cándida e inocente cuando toca -en parte gracias a esa soberbia banda sonora compuesta una vez más por obra y gracia de Michael Giacchino-, apresurada y ruidosa de forma oportuna y terrorífica cuando debe serlo. ¿Recordáis la primera vez que visteis un dinosaurio? ¿El primer momento en el que fuisteis conscientes de que había un animal de un pasado remoto ante vosotros? Seguro que sí, es algo que no se olvida fácilmente. Bayona, en un minucioso trabajo de paleontología, nos lo ha vuelto a desenterrar para nuestro goce y disfruteY ese recuerdo no puede volver a extinguirse.